jueves, 26 de junio de 2008

recul "E" ando




En estos días me paso persiguiéndome la cola
como perro que se descubre
como gongolí que se protege
como yo buscando excusas

planificándome una huida
un escapismo derrotado
con calculadora en mano
y una tarjeta simbólica

intento recuperar esa oruga que hay en mí
para revertir la transformación
para desmetamorfizarme
pero las alas no tiene devolución
y pesan cuando no están en uso

todo lo importante está en las letras pequeñitas
y yo quiero andar con lupa en mano
porque odio decirme te lo dije
y me lo digo tan a menudo

mudo el pelo y soy lampiña
y mi isla no coopera con la causa
y mi casa está regada porque existo
sólo tengo una versión; caótica

me reformo por temporadas
y vuelvo siempre a mi cauce
soy el mismo gusano alado
un poquito más colorido

con esta piel fuera de temporada
soy un coquí con fobia a la humedad
este cuerpo es un buen par de zapatos
con la incomodidad casi implícita

me persiguen las plagas en dosis cotidianas
arañas en el carro
abejas en el hocico
sapos en la pileta
mi perra juega con alacranes
los dueños se parecen a sus animales.






viernes, 20 de junio de 2008

Nostalgia en el Vientre

Por primera vez en la vida recibí mi periodo con nostalgia. Este debe ser mi periodo número cientocuarentaypico y los he recibido con fastidio, con dolor, con alivio, con pereza, con alegría, con resignación, pero nunca hasta ahora con nostalgia. Había adoptado el brindis de una amiga, que le decía infaliblemente a sus amantes predilectos, espero que celebremos muchas menstruaciones juntos. Siempre he tenido la maldición de sentir todos los malestares posibles: dolor de espalda, de cabeza, retortijones, hipersensibilidd en los senos, cambios de humor, antojos, mala circulación, estreñimiento, el cutis declarado zona de desastre, y encima periodos largos, infinitos, frondosos, angustiosos, eternos y hemorrágicos. Cuando estoy en esos días casi no me visto de blanco, ni de crema, ni de ningún color pastel, pero la regla es nunca vestirme de rojo, me parece morboso, cruel, casi casi vulgar. Además un amigo me decía que cuando estoy en menstruación lo único que me falta es ponerme un cartel que lo anuncie. Se me hunden los ojos, me da cansancio o más bien pereza, me peino aún menos y lloro hasta si me miran mucho. Me inflo o al menos así me siento, como si retuviera todas las lágrimas pasadas y todas las que están por venir. En esos días hasta me permito tenerme pena, lo cual es un pecado capital para mí. No sé si es totalmente hormonal, o tiene que ver con el hecho de sentirse húmeda, incómodamente húmeda, y encima andar con una fracción de pañal puesto, y usar ropa interior matapasiones incómoda y fea, que mantenga todo en su lugar. Recuerdo la primera vez que disfruté de esa mezcolanza de dolencias, que de niña una por alguna extraña razón, una quiere tener, es como si fuera vergonzoso que las demás lo tengan y una no. Ser la última en caer es como ser la última en dejar de jugar con sus muñecas. No fui la última en caer, pero fui la última en deshacerse de sus muñecas, recuerdo botarlas todas y luego llorarle a mi madre que me comprara una o dos porque las quería tener de nuevo. Cuando dejé de tenerlas sentí nostalgia.
Nunca he querido ser mamá, al menos llevo tanto tiempo repitiéndolo que a veces no sé si es verdad o es como cuando uno dice que no le gusta cierto alimento, yo no como zetas, yo no como zetas y un día las prueba y sí te gustan pero tal vez a los 10 años no te gustaban y nunca te detuviste a probarlas, dándoles el beneficio de la duda de que quizás probaste unas zetas enlatadas o mejor aún que el paladar se te ha refinado y era un gusto adquirido y de repente sí te gustan. Ser madre nunca ha sido mi sueño, ni mi propósito vital, quizás está en algún lugar de mi lista, al menos no en las primeras cinco páginas. Por mucho tiempo pensé que sencillamente no estaba capacitada. Recuerdo que estaba en una clase de italiano conversacional con una amiga, de la cual no sé hace casi un año y a quien recuerdo con un poco de rabia y muchísima nostalgia, y nos preguntaron cuántos hijos queríamos tener y ella respondió: Nessuno. Un imbécil de la clase empezó a decirle que cuáles eran sus razones, no perder la figura, poder viajar, y otro mar de sandeces y motivos superficiales, y ella le contestó, en español, idioma prohibido en aquel salón de clases: tengo endometriosis desde los once años, desde los quince me dijeron que era muy poco probable que yo pudiera reproducirme, me he hecho a la idea de que no voy a tener hijos, prefiero pensar que no quiero tenerlos a quererlos y no poder tenerlos de todos modos. Desde ese día se me sembró una duda en el vientre. Una duda que ha podido más que mis teorías de que siempre hay que escoger, que aquello de que se puede tener todo en la vida es otra mentira maquiavélica, otro cuento de hadas. Sobre todo para nosotras, todavía, hay que ser amante o madre, profesional o esposa, maternal o sensual, y creo que estoy envejeciendo prematuramente, porque me da nostalgia pensar hasta que creí en todas esas cosas con tanta pasión, más pasión que convicción, característico en mí. Y esa duda de qué tal vez yo tengo un don, que mi amiga daría lo que no tiene por tenerlo: un cuerpo apto. Y a pesar de que me repito mis seudo razones para rechazar la posibilidad de la maternidad: que puede destruir mi matrimonio, que no quiero ser una madre con pelo corto y conjuntos de estampados de flores, que no quiero sacarme un seno en público como si fuese un biberón y olvidar que alguna vez ese seno fue una zona erógena, que me rehúso a que mi único tema de conversación por meses sea la lactancia, o peor aún lactar a un niño hasta que entre a preescolar. Que no quiero conversar exclusivamente sobre tal o cual mueca nueva, que no puedo olvidar como era ser yo antes de ser mamá, que me aterra amar así tan desmedidamente que llegue el momento que me parezca natural lo doloroso que es amar así. Que no quiero que nadie dependa absolutamente de mí, porque apenas me puedo cuidar yo misma. Me aterrorizaba y me aterroriza tomar una decisión de la cual no me puedo zafar nunca, ni con el mejor abogado del mundo. Que soy torpe y despistada, impulsiva y poco tolerante y puedo cometer errores que le traumaticen la vida a alguien. Que renuncio a la responsabilidad de ponerle un nombre a un ser, que tal vez lo deteste la vida entera. Me da terror sentirme amarrada, por eso me casé con el ser más libre del mundo, para que los nudos fueran otros. Busco cualquier excusa, contra ese poder creador que tengo en algún lugar detrás del ombligo; que tengo muchas metas, que quiero viajar a muchos sitios, que este país es un lugar terrible para criar un niño, que no tenemos las condiciones económicas necesarias, que el mundo está sobre poblado, que tantos niños sin hogar, que no quiero que algo me vuelva capaz de soportar cualquier cosa con el pretexto de un hogar estable, que tengo que terminar de estudiar, maestrías, juris doctors, doctorados, lo que aparezca para entonces pensarlo, que mi pareja es mayor que yo, que cuando sea el momento ideal ya no tendremos las energías, o la ingenuidad o el útero en las condiciones adecuados o el conteo de esperma óptimo. Que por qué siempre hay un próximo paso obligatorio, una próxima pregunta, y cuándo te gradúas, y cuándo empiezas a estudiar y cuándo terminas, y cuándo empiezas maestría, y cuándo te comprometes y cuándo te casas y cuando tienen bebés y cuándo van a tener otro y cuándo van a buscar la nena, y cuándo vienen los nietos. Y tal vez es un divague del periodo porque siempre hay una bendita hormona que culpar, pero a veces me derrumbo y odio que la gente me pregunte que quién me va a cuidar cuando sea vieja, porque hay tantos viejos en asilos con docenas de hijos y cientos de nietos y nadie los visita ni les lleva donas, así que no es un incentivo suficiente.
Tengo un niño, que no es mío, que lo amo tanto que se me alfileretea la tráquea, que cuando lo hago llorar quiero matarme, que desearía que la madre se consiguiera un hombre millonario que la hiciera feliz y se la llevara lejos y me dejara al niño a mí, para majarle viandas, para pasarle hilo dental, para cortarle las uñitas, para ponerle crema en su piel que huele a pan sobao, para sobarle la frente hasta que se duerma, aunque nunca me vaya a decir mamá, aunque crezca y se olvide de mí, aunque no me invite a su boda, aunque nunca vaya a tener nietos. Y me aterra pensar, que ese lazo depende de tanta gente menos de nosotros, y que si el papá me deja de querer un día, no voy a poder volverlo a ver. Y su memoria todavía es muy chiquita y su potestad aún menor. Y la gente me dice deja que tengas los tuyos y a mí no me importa, porque ese bebé es mi maestro, y puedo tener mi propia docena de niños, pero a ese niño no lo amo porque lo tenga que amar, no lo amo porque me creció dentro, ni siquiera lo amo por ser una maquetita o una extensión del hombre que amo, lo amo porque no puedo evitarlo, porque él me enseñó la ternura, porque cuando ya no creía en la bondad, la encontré en sus carcajadas, porque cuando me dice bella, yo sé que me ve por todos lados y lo siente así. Ese niño es tan mío, que siento punzadas en el corazón y cuando me despierto está llorando, es tan mío que cuando tiene tos por las noches le pido a Dios que me la dé a mí y se la quite a él, es tan mío que me vuelvo una fiera y no me reconozco cuando alguien lo lastima, aunque sea otro chiquillo de cuatro años. Es tan mío que odio por primera vez, odio a su madre porque es su mamá, y eso nada lo va a cambiar, porque quisiera que lo amara más o que al menos lo amara mejor, pero yo no soy nadie para medirlo, no tengo voz ni voto. Yo no quisiera amar así, muchas veces no quisiera ni tan siquiera amar a su padre como lo amo, porque me parece que va contra mi naturaleza viajera, egoísta y caprichosa, porque detesto perder el control, me aterra depender y me parece como si el amor me hubiese licuado la piel y cualquier cosita me podría llegar a las venas a la menor provocación. Quisiera ser una madrastra cordial, poder tocarle la cabecita, darle una palmadita o decir como dice mi ex sicóloga: repítelo no es tu responsabilidad, no es tuyo. Como si yo no lo supiera, como si no me amarra la lengua a las amígdalas cuando no puedo intervenir en las decisiones que lo envuelven. Me casé con un papá y pensé que eso me salvaba un poco, yo no quería ser mamá, así que no le estaba negando a él la paternidad, y listo: todos contentos.
De repente se me atrasa el periodo un día y ya siento náuseas, y me compro una prueba de embarazo, demasiado prematuramente, y me muero de la vergüenza al pedirla, y me sonrojo al pagarla, y guardo la caja en la cartera y me encuentro petrificada con un plástico meado en una mano y un reloj, a punto de un ataque de pánico, mirando la rayita de prueba y no aparece ninguna otra y siento un alivio inmenso. Y repaso que me faltan tantas cosas: carrera, estabilidad, sueños por cumplir, lugares por visitar, escapes lujuriosos, fotos de desnudos míos cuando todavía mi cuerpo merece ser retratado, todo el alcohol que he bebido en estos días, que no tomo los 450 mg de ácido fólico que debería. Decido celebrar, hacer ejercicios, tatuarme de una buena vez, hacer el amor en más lugares de la casa, usar dinero del préstamo estudiantil para viajar, vivir como recién casada, que la vida ha sido dura y bondadosa conmigo, yo sabía que era negativo, tomo pastillas, si hubiese sido positivo, sería o muy mala suerte o un gran milagro.
Así que la vida continúa, como si ese instante no hubiese ocurrido, simplemente tuve un desvarío, probablemente hormonal. Varios días después se me llena el inodoro de garabatos y espirales escarlatas y siento deseos de llorar. Y me siento más sola que la una. Y mi existencia me parece leve, y me avergüenza decírselo a alguien. Y ese día, yo sintiéndome inexplicablemente miserable, él llega tarde y le confieso que me hice una prueba de embarazo y él pregunta qué tal, con ese temple envidiable y yo le digo que no. Que salió negativo, que gracias a Dios. Se lo digo por herirlo porque cuando estoy adolorida me afeo por dentro. El me abraza por la espalda, y me acerca todo su cuerpo caliente, desde la barbilla en mi hombro hasta el tobillo sobre mi tobillo y me susurra, ¿por qué gracias a Dios? Y me besa la nuca con ternura y yo suspiro y me siento culpable, y me permito una lágrima porque está oscuro, y pienso que hubiese sido lindo y que Iván viene mañana. Y recuerdo que la primera frase que subrayé y anoté al final de un libro fue la nitidez perversa de la nostalgia. Me la memoricé como si fuera un mantra y de vez en cuando me la repito, porque el Gabo no será Dalai Lama, pero tiene su sabiduría.

jueves, 12 de junio de 2008

Sin Fecha de Expiración: dos años después

Llevo esperando este día, bueno, desde que me lo pediste. Porque la realidad es que no soñaba con casarme, aunque desde la primera vez que salí contigo entré a mi casa diciéndome que en caso de que se me ocurriera casarme alguna vez, parecía una idea genial que fuera contigo. Nosotros nos saltamos todos los protocolos menos éste. Fuimos novios desde la primera vez, empezamos a bailar y no hemos dejado de hacerlo hasta ahora. Te me metiste curiosamente por las venas desde la primera instancia en que dijiste tu nombre. Hay que darme el crédito de que tu voz es algo difícil de eludir. Algo me pasaba contigo sin que tú supieras y sin que yo me detuviera a descifrarlo. Y me sigue pasando. Va mucho más allá de mi inteligencia, de mis escritos fallidos, de toda lógica posible y de todo lo que me he podido leer en la vida. Y por eso me casé contigo hombre, para ver si se me cura. Porque yo me sano y me torturo escribiendo y después de aquella fiesta milagrosa donde me encontraste, te he escrito tantas cartas de amor que me he vuelto la escritora más monótona del mundo. ¿Qué les puedo decir? Me fui de tiendas sin pensar comprar nada y encontré el vestido perfecto para mí, no era que lo necesitara para alguna ocasión en particular, era que nunca me había sentido tan cómoda, tan linda y tuve y tengo la certeza de que no hay forma, no existe un vestido que me guste más en ninguna parte del mundo y me iba a arrepentir toda la vida si no lo compraba en ese instante, no importa lo que me costara.

Gracias por esperarme todo este tiempo, por hacerme mis maletas y dejarme comerme el mundo sin ti, por esa distancia que aumentó mi producción literaria tan significativamente, por ser tan honesto, por disfrutarte mis locuras, por sacarme a bailar, por leerme con tanta devoción y por elegirme con tanta convicción.

Joel amarte me hace sublime, me enseña todas las noches, me cuela fe por las mañanas, me alimenta mis sueños, amarte me hace feliz constante y continuamente, por eso no quiero ni puedo dejar de amarte nunca. Gracias por dejarte conquistar, prometo seguir haciéndolo todos los días.

jueves, 5 de junio de 2008

Si FuErA . . .

Si fuera una palabra: sería melancolía, nada más porque suena tan musical, que casi olvido que es una de las palabras más tristes del mundo. Si fuese un número sería el siete, para ver si al menos así me quito esta salazón perpetua por falta de una manita de azabache al nacer. Si fuera una bebida sería un mojito con yerbabuena, de esos que te hacen sentir perpetuamente de vacaciones, no de esos mojitos fusión, sino de los honestos, de esos que los bartenders odian hacer porque dan un trabajo demoníaco. Si fuera un animal sería un felino, porque se respetan tanto a sí mismos y se sienten tan fuertes todo el tiempo. Si fuera un pájaro sería un zumbador, porque tienen toda la coordinación motora que me falta. Si fuera un objeto sería un reloj de arena, por estar fuera de época, porque es poco práctico, frágil como el solo, inexacto y tan, pero que tan poético. Si fuera una zona del cuerpo sería la pelvis, no hace falta explicación. Si fuera una obra de arte, sería el David, porque cuando lo vi me devolvió por bastante tiempo la fe en la humanidad. Porque creo que sufrí el síndrome de Stendhal cuando lo conocí. Si fuera una flor sería algunos días un lirio Casablanca y el resto de ellos hortensias, unas porque son las flores del adiós y las otras porque significan atrévete a quererme, porque se le ha hecho difícil a tanta gente. Si fuera un dibujo animado sería Mafalda, porque tiene tan claro que el mundo es una mierda. Si fuera una película sería Son de Mar, porque me encanta la idea de tener un hombre encerrado en un edificio por venganza y por amor, tenerlo así desnudo y visitarlo sólo para darle comida y hacerle el amor, sería mi triunfo contra la espera. Si fuera un fruta sería una frambuesa, porque aquí no se dan o mejor una grosella de esas que tengo la certeza de que ya no existen. Eran como acerolas verdes y agrias y mi abuela hacía con ellas una compota dulce y caliente para echarle por encima al mantecado. Si fuera un lugar sería un aeropuerto, porque están las mayores bienvenidas y despedidas sin que nazca ni muera nadie, porque he logrado mantener viva la fe de que ahí está mi puerta de salida al mundo. Si fuera un insecto sería un ciempiés, que no puede pensar en cómo lo hace para mover todas sus patitas, porque quedaría paralizado para siempre. Si fuera un color sería el negro, porque adelgaza, porque trasciende casi todo, porque sobran motivos para andar de luto y de gala dependiendo como se mire. Si fuera un sentimiento sería el rencor, porque es el más fuerte de todos o tal vez el miedo, que es lo último que se pierde. Si fuera un sentido sería el gusto, porque fuera de engordar casi no tiene efectos secundarios, porque es mi única fuente placer que no regresa para cobrarme nada. Si fuera un partido político, me suicidaría. Si fuera una fecha sería el 23 de abril de cualquier año. Si fuera un juego infantil sería peregrina, porque los saltos están cuadrículados y el espacio está contenido, porque sólo hace falta tiza y concreto, porque se puede jugar uno solo. Si fuera un planeta sería Júpiter y de vez en cuando me disfrazaría de Venus, no soy planeta y ya lo hago. Si fuera un instrumento musical sería un saxofón, porque produce un sonido casi pornográfico. Si fuera una figura geométrica sería un hexágono, porque de lejos parece tan distinto y de cerca todos sus lados y sus ángulos son la misma cosa. Si fuera un idioma sería el italiano, porque el español duele demasiado y el italiano termina en vocal y parece que todo rima. Si fuera un pecado capital, sería gula, lujuria o pereza, padezco de los excesos. Si fuera un día de la semana sería obviamente un jueves, no es tan “todos tenemos” como el viernes y tiene ese saborcito a foreplay. Si fuera una prenda de vestir sería un pareo, que no es otra cosa que una sábana glorificada. Si fuera una comida sería sushi, pescado crudo y arroz, porque es tan simple y eso lo hace tan complejo, y si tuviera dinero viviría de sushi, pesaría 100 libras y moriría vulgarmente de salmonela. Si fuera un país trataría de evitarlo pero sería este, pequeño y con ínfulas de grandeza, exótico para todo el mundo menos para sí mismo, rodeado de agua y sin saber nadar. Si fuera una frase sería ¿por qué no darse el gusto cuando se le presenta a una el gusto y una es hermosa y joven?, es lamentablemente retórica pero gracias a Almodóvar la voy a repetir hasta que tenga 80 años, si es que llego, que lo dudo. Si fuera un cuento de niños sería La Bella y La Bestia, la imaginación y la experiencia sólo me dan para creerme ese. Si fuera un personaje histórico sería Juana la Loca, porque me encanta el amor enfermo de la Loca por el Hermoso, porque la siento tan real que tiene que ser ficticia, porque el amor, la rabia y la locura están hechos con los mismos ingredientes, porque abrazo mi miedo a reconocer que ya he sido ella tantas veces, porque los celos a diferencia del amor, no se curan.

me encanta la idea de que ella esté confundida...