domingo, 12 de abril de 2009

pérdida

Tengo 24 años y es la primera vez en mi vida que tecleo mi edad llorando.  De vez en cuando me alivia cuando hago algo por primera vez porque para mí uno es joven mientras queden cosas que hacer por primera vez. Hace tres semanas obtuve un resultado positivo de embarazo por primera vez. Y hace tres semanas me hice tres pruebas más para estar segura.  Hace tres semanas lloré por primera vez porque iba a ser mamá y la idea me aterrorizaba.  Hace tres semanas le dije en una tarjeta al hombre que llevo amando por casi cinco años que íbamos a tener algo nuestro, algo no planificado, algo no buscado, pero nuestro y hace tres semanas le vi una felicidad en los ojos que nunca antes le había visto. Desde hace tres semanas mi papá sonríe como hace tiempo no le veía sonreir.  Yo tenía miedo, mucho miedo.  Miedo porque trabajo y estudio. Miedo porque la casa no es suficientemente grande. Miedo porque no sabía si la relación era suficientemente fuerte para aguantar algo así. Miedo porque no tenemos dinero. Miedo porque soy sagitario y el cambio me da mucho miedo. Nacería un 30 de noviembre de 2009, concebido y nacido el mismo año. Sagitario como yo.  Dejé de beber, me chupé una monga a lo macho, sin un sólo medicamento.

No se vió nada en el primer sonograma y me dijeron que podía ser una de tres: o me embaracé tarde y me enteré demasiado temprano (lo cual explicaría que el ritmo fuese totalmente inútil), que fuese ectópico (idea que cancelé desde el principio) o que fuese múltiple, intenté descartarlo pero tengo que confesar que era lo más compatible con mi suerte habitual.

Me sacaron sangre como cinco veces buscando proporciones de hormonas, hasta la vida es así de calculada. Esa hormona hcg, debe duplicarse cada 48 horas. En mi última visita el lunes pasado, me dijeron que había subido como se suponía.  Empecé a buscar nombres, a ver cunitas, a ordenar moviles de mariposas para poner en el techo, tenía sueño todo el tiempo y mi esposo le hablaba a mi ombligo por las noches. Llegaba más temprano y me miraba como si yo tuviese una constelación de estrellas por dentro. Hasta la sicóloga nos dio medio de alta cuando nos vio. Nos dijo que nos veiamos más relajados, más felices. Me dejé de preocupar por los viajes que no iba a dar,  me compré jabones de manteca de cacao, emepecé a tomar más agua y vitaminas, a tomar ácido fólico y a permitirme comer lo que se me viniese en gana. Decidí decírselo a mi jefe, aunque no me diera la permanencia nunca. Le dije a mi esposo que le hiciéramos una cuenta de ahorros tan pronto naciera para que no se le hiciera todo tan difícil como a nosotros. El me dijo que nos fuéramos a un hotel antes de que la barriga estuviese dificil de manejar, que cenáramos rico, que sacáramos tiempo para nosotros.  Que cuando naciera nos iríamos a tatuar, como siempre habíamos dicho. De momento todo tenía sentido, todo parecía congruente, Dios tiene un sentido del humor negro pero no tan cruel como el mío; me dije. Como siempre me pasa cuando le doy el beneficio de la duda a alguien, me equivoqué.

Empezamos a recoger la casa, mi amiga de toda la vida vino a ayudarme a hacer un resaque de clóset. Un jueves santo, día de limpieza en esta casa. Y comencé a sangrar. De poquito en poquito primero, nada muy alarmante. Aún así llamé al médico y me mandó a acostar. Y yo reza que reza, de poquito en poquito, tampoco muy alarmante aparentemente.  Y así estuve más de 38 horas, acostada, metiéndome progesterona cada 12 horas y a veces un poco antes, para ver si paraba de sangrar.  Y me empezó a doler, de montón en montón. El doctor ya me había dicho que el cuadro no pintaba bien, 50/50 de probabilidades.  Por eso no apuesto, si mi probabilidad es 50/50 es una pérdida segura. Y así fue.

Es irónico como al principio no podía pronunciar estoy embarazada y ahora lo otro ni siquiera lo puedo refrasear. El embarazo al menos lo decía de otras formas: vamos a ir 1.15 personas, buena suerte titi, vas a ser abuela, no puedo ir al viaje en diciembre porque voy a estar recién paría, mi cumple #25 estaré a punto de reventar, no puedo beber nada que no tenga 400mg de ácido fólico por volumen,  etc. etc, etc.
Y me da tanta pena, no conmigo que he tendido (perdonen mi lirismo) un año de pinga. Me da pena porque odio que me desilusionen y por encima de eso odio desilusionar. Y la gente que más desilusionada está, no se dan ni la oportunidad de echarse a llorar porque sienten que me tienen que cuidar. 

Los niveles de hcg bajaron. Selección natural dice el médico. Uno de cada cinco embarazos se pierde. Si mis chances son 1 de 5 también pierdo, recién me entero. Él doctor dice que aunque yo llore o pataletee, él celebra porque preño, porque sabemos que me embarazo. Que ahora si voy a seguir buscando . . .  pero es que yo no estaba buscando nada. Es que yo le busqué y le encontré una razón teológica a todo esto para entenderlo, aceptarlo, pero ya había pasado la etapa de aceptación y estaba en la puta etapa feliz que siempre es la más corta. Mi esposo, metió toda su felicidad recién convertida en tristeza y se la tragó, me metió a la ducha, me bañó y me secó el pelo sonriéndome y sin mediar palabra. A mí nunca me consuelan las desgracias ajenas y si lo uso para consolar a alguien es que no encontré otro recurso.

Es domingo de Pascua y no lo voy a decir en español para no ofender a mi abuela, creo que sólo se puede ser hereje en castellano castizo. I’m fucking pissed off at God.
A veces pienso (pero es uno de esos pensamientos que mi formación católica cancela por culposos) que no le puedes demostrar a la vida que te gusta mucho o valoras mucho algo, porque indudablemente te lo va a quitar… es una mala traducción porque realmente las herejías las pienso en inglés, me siento menos culpable en inglés.
“Don’t let life know that you really want something, because she will take it away from you, she’s a woman and a mother after all.” -Yo

Probablemente me está salvando de algo peor, de un niño enfermo, de un embarazo terrible, qué se yo, en el fondo lo sé pero necesito sentir rabia ahora, necesito tener coraje porque soy una inútil cuando estoy triste. Yo soy cruel, siempre lo he sido y la condición empeora mientras tecleo.  El doctor me explicó la selección natural. La selección natural es de mis principios favoritos, después de Murphy claro está. Pasa en las tortugas, en los perros y hasta en los elefantes. Pero yo nunca he escuchado de un elefante que mire cunas en forma de Arca de Noé, no he escuchado de una tortuga que llame a sus amigas a decirle que van a ser titis, no he escuchado que un delfín abrace más y mejor a su pareja porque está encinta y mira que yo leo información absurda.

Tengo una receta de unas pastillas antiprogesterona, para que ayuden al cuerpo a eliminar lo que formó. La cosita humana que empezó a formarse dentro de mí, que termine de diluirse.  Unas pastillas que la gente usa como método abortivo. Prefiero la selección natural y si me raspé una monga, con dolor en el cuerpo y en las coyunturas, sin casi poder respirar y con una tos infernal sin medicamentos para que ese cuasi bebé no le pasara nada. Me voy a chupar este dolor como Dios manda también porque en el fondo es un alivio.  He sentido tanto dolor emocional últimamente y nunca sé bien dónde lo siento. Decimos que nos duele el corazón, porque es lo que bombea sangre, el motor del cuerpo y como nos gusta pensar que el amor es el motor de la vida, ya está, analogía fácil.

A mí me duele el vientre, como si me lo estuviesen acuchillando, así que tal vez mi alma se mudó ahí hace 7 semanas.  Aunque mi bebé no se le llegase a formar el corazón. Tal vez lo tenía en forma de espiral, alejándose cada vez más del punto de partida. O tal vez como los elefantes tienen sus brújulas vitales con la forma del símbolo del infinito, regresan a donde nacen para morir.  Los médicos dicen que antes, las mujeres tenían abortos naturales a cada rato, lo adjudicaban a un atraso prolongado y luego un periodo abundante. Sostengo mi postura sobre la hermosura de la ignorancia.  El alivio que yo sentiría si fuese tan sólo eso, un atraso de más de un mes y un periodo terrible. Pero nunca he tenido la suerte de no saber, siempre sé, sé de qué tamaño era, sé cuándo llegaba, sé cuántas semanas tenía, y hasta sé como mi vida pareció cambiar tan sólo por saber que se formaba en mí. Tal vez mi bebé era del tamaño de un guisante pero tendría corazón de elefante y murió donde mismo se formó.