viernes, 23 de septiembre de 2011

Uno, dos, tres, cinco, seis, siete…




Mis papás tenían un video de mí bailando que se lo ponían a las visitas como un conversation piece. Yo tendría como 3 años y me decían: “baila, baila, baila” y me enseñaban una paleta. El video consistía básicamente en eso, me enseñaban la paleta y yo bailaba, me cansaba y me volvían a enseñar la paleta y yo volvía a bailar hasta que me cansaba, y esto se repetía por un promedio de cuatro minutos y medio. Ajá, maltrato infantil musical. Poco después, me metieron en una escuela laica, bilingüe y laica. Los martes me daban ballet y a los nenes karate. Yo quería coger karate y odiaba con pasión rosada el ballet. Mis padres temían por la vida de mi hermanito si combinaban mi fuerza con técnicas de cómo administrarla contra el pobre. Nunca he tenido coordinación motora y entré a Kinder a mis escasos 4 años y medio, porque lo decidí, ajá, decidí que no quería ir a Pre-Kinder, prefería quedarme con mi abuela. Así que martes tras martes, me enfermaba. Me daba un dolor de barriga terrible, a veces por la mañana, a veces al medio día, a veces justo a la hora de la clase, era una reacción alérgica al tutú. Así que si algo aprendí del ballet, fue a mentir.

Mi próximo intento fue mucho más sensato: belly dancing. Ya a los 12 años se notaba que este cuerpo no estaba hecho para leotardos, pantimedias y falditas con cancán. Me enseñaron a dividir el cuerpo, a que las caderas tenían vida propia, a que el torso y el resto del cuerpo estaban conectados pero de mentirita. Aprendí el concepto de conexiones decididas y circunstanciales. No había razón para moverse de la cintura para arriba como consecuencia de nada, el cuerpo cortado en dos, a propósito y con intención. La seducción era casi un efecto colateral, implícito, pero colateral. Demás está decir que la ropa me fascinaba, (la falta de ropa diría mi papá) y la poca ropa que se usa, toda suena, toda se mueve, toda brilla, un baile lleno de efectos visuales e ilusiones ópticas, perfecto para mi escasa estatura e inexistente coordinación. Entre mi cadera voluntariosa que se sale de sitio cuando quiere sin consultarme y el ambiente de víboras que inevitablemente se cuaja cuando se juntan demasiadas mujeres en un mismo sitio por demasiado tiempo, dejé la danza del vientre, hasta nuevo aviso. Todavía al sol de hoy escuchar unos címbalos cambia mi ritmo cardiaco y altera mis velocidades sanguíneas.

El año pasado, en la fiesta de navidad de mi trabajo me sacaron a bailar salsa como en los tiempos de los disco parties. Siempre me había creído que sabía bailar salsa. Mis papás bailaban salsa todo el rato y hasta recuerdo que nos quedábamos en villas por la isla y de momento mi mamá nos decía: “deshagan las maletas que nos ganamos un par de noches en un concurso de salsa al lado de la piscina”. Otras veces nos quedábamos con mi abuela en lo que mis papás salían a bailar y a veces regresaban con un microondas o una impresora que se habían ganado bailando. Pero esa noche había visto al chico en cuestión bailar salsa y él parecía que lo había aprendido antes de gatear. En realidad, eso no significa gran cosa porque yo caminé sin gatear, (cosa a la que le achaco mi falta de sentido de dirección y ubicación espacia) y me caigo al menos dos veces al mes. Abrí los ojos petrificada ante lo que yo creía que era una oferta o una invitación y capté estando en el medio de la pista que era una declaración y no me estaban pidiendo permiso. Le dije: “Pérate un momento” y recordé como recuerdo cada vez que escucho esta frase, a mi hermanito chiquito cuando le iban a sacar un diente que tenía violeta porque se había caído y se había jodido el nervio y con todo y el nitroso cada vez que la dentista se acercaba le decía: “un momento, un momento”, era cobarde hasta los dientes, literalmente. Bajo los efectos del gas mi hermano piropeaba a la dentista, le decía que era bien bonita, hasta que se le acercaba con la mascarilla y sus instrumentos metálicos y mi hermanito la detenía con el infalible: “un momento, pérate un momento”. Pero mi “pérate un momento” aunque era un acto de cobardía también era un acto de reconocimiento, “yo no sé bailar salsa” y por primera vez en mi vida, sentía que no mentía al decirlo. Él me dijo: “¿y?”. Me agarró delicadamente, ya presto a bailar y le dije “pérate un momento, es en serio, es que tengo un problema con dejarme llevar”. Él se rió y me dijo “vamo’a ver si es verdá”.

Él no sabía (y en el fondo yo tampoco), que ese “tengo un problema con dejarme llevar” era tanto una confesión súper íntima, una revelación vital y no meramente una advertencia musical. Fueron unos minutos largos y borrosos, no porque estuviese alcoholizada (era temprano en la noche) si no porque nunca había bailado salsa así en mi vida, tenía terror a estar haciendo el ridículo y sentía absolutamente todos los ojos del sitio sobre mí (luego entendí que eran sobre él en realidad). Luego de recuperarme de que terminaran la canción lanzándome hacia atrás y sintiendo mi cabeza al ras del suelo, me dijo “nada mal, nada mal, en febrero te voy a trepar en la tarima y todo”. Ajá, estaba bailando con mi hoy maestro de salsa y entendí que su “¿y?” se traducía en: “de eso yo me encargo” y ese “vamo’a ver si es verdá” significaba: “es que no te han sabido llevar”.


Mis amigas me dijeron que estuvo espectacular, que si estaba perdida no se notaba, que me estuve riendo todo el tiempo y que parecía que llevaba bailando toda la vida. Para mí fue como la caída de una montaña rusa, la parte esa rica que uno no tiene muy claro lo que pasa por su mente y después queda sólo el alivio ese de sentirse liviano por un tiempo que no puede medirse en términos habituales. Llevo 7 meses bailando y estoy en pleno enchule. La salsa es mi nuevo jevo no tan nuevo. Es uno de esos romances que uno conoce a alguien y dice, coño es que yo tengo que conocer a esta persona de otra vida. Se siente tan familiar que me da trabajo recordar cómo era mi vida antes de la salsa. Sé que suena sectario y que huele a fanatismo y que encima yo tengo fuertes tendencias a la adicción, pero esto es diferente. No es un taller de rediseño personal, con todo el respeto de mis amigos y conocidos que estas cosas les han cambiado para bien sus existencias, como diría mi mamá literaria sobre los libros de auto ayuda, si te va a ayudar a no pegarte un tiro y más importante aún a no pegarle un tiro a alguien más, bienvenidos sean.

En mi caso tiene que ver con que siento que me revelaron la clave para entender a muchos hombres de mi vida. Mi abuelo en vez de contarme cuentos de niños me cantaba: “Si yo llego a saber que Perico era sordo, yo paro el tren” y “Si yo corriera, estaría en el hipódromo, caballo soy soy” y la más life changing de todas por razones cruelmente obvias: “y saben la respuesta que le dijo el matón, yo lo maté por ser tan bembón, el guardia escondió la bemba y le dijo, eso no es razón”. Papi me cantaba: “Mi chinita linda tiene chiquititos los ojitos”, y el culpable de mi fetiche con los peloteros me cantaba: “Botaron la pelota tu papá y tu mamá, por lo linda que te han hecho para mí”, mis almas gemelas y yo pensamos que “Brujería” es la mejor canción de salsa jamás escrita y bien tocada. Así que nunca lo había pensado antes pero el soundtrack de mi vida podría cómodamente ser un LP de salsa. Esas mismas canciones le canto yo a mi sobrina intercaladas con Duerme Duerme Negrita (y la pobre es más blanca que el blanco mismo), Caravelas y Diablitos de los Fabulosos, Ella Usó mi Cabeza como un Revólver de Cerati, Estrella Fugaz de Estopa, 19 Días y 500 Noches de Sabina entre otras nanas anacrónicas que mi hermano encuentra totalmente inapropiadas para una bebé de 5 meses.

Se me hace difícil identificar cuál ha sido la magia de la salsa. Por un lado Cambio en Clave me ha llenado la vida de gente bonita que me ha llenado la existencia. Tengo gente que me manda mensajes de texto con un calendario de las actividades salseras semana tras semana. Recibo mensajes de texto con avisos de tormenta y huracán y consejos sobre cómo tomar las debidas precauciones. He encontrado refugio post huracán y a falta de energía eléctrica he recibido hospedaje con películas, vino y tostadas francesas incluidas en el paquete. Comparten conmigo una cantidad absurdamente hermosa de canciones y películas. Tengo amigos de diferentes pueblos y de literalmente todas las edades. Mi vida social se ha transformado radicalmente y el 89% de ella consiste en salsa. Cuando me preguntan, ¿qué es de tu vida? Respondo: universidad, trabajo, novela y salsa, salsa, novela, trabajo y universidad.


No tengo pareja hace casi 2 años, hace tiempo no estaba tan pelá, y hace tiempo no estaba tan feliz. Pablo Milanés escribió: “mi soledad se siente acompañada” y yo honestamente (tocando madera, dedos cruzados y velas prendidas) ya nunca me siento sola. Quizás tenga que ver con que nunca me ha gustado lo fácil, soy una tecata de la adrenalina como dice un niño que adoro, y necesito sentir que encuentro mis propias respuestas y por eso no me funcionan los libros de auto ayuda ni los terapistas.

Cada vez que alguien me saca a bailar, tengo un golpe de adrenalina, el cuestionamiento ese de si sabrá bailar o no, si me sabrá llevar, si me virará como una media, si haré el ridículo, si los próximos 4-10 minutos serán alucinantes o pesadillezcos. Y me encanta no saber, los hombres son una caja de chocolates como dice Forrest Gump, en todo (pero ya eso es otra novela). Nunca se sabe, y es hermoso cuando la persona que menos te esperas te sabe llevar. Pone las manos donde van, baila en tiempo, te da una vuelta nueva que no sabías o te lleva magistralmente a dar una vuelta que te encanta y que sabes que te sale a la perfección. La magia que se produce cuando por ese fragmentito de hora, sólo existen dos personas que quizás sólo los une esa canción, esa pasión por la música, esa alegría liberadora de bailar, solamente bailar. Y me han dicho muchas veces diferentes parejos que lo que les gusta de bailar conmigo es que no dejo de sonreír. Y sonrío porque no puedo evitarlo, no es la sonrisa esa de cuando era reina del carnaval que no tenía de otra, como si tuviese vaselina en los dientes como las Misses. Sonrío casi sin darme cuenta, como me pasa en otras ocasiones no muy convenientes pero siempre significa la mismísima cosa: qué bien me la estoy pasando y en ese preciso momento, qué bonita es la vida coño.

Encima hay una dinámica de respeto, zona libre de rapeo mongo, no hay que pasarse la noche poniendo líneas, espantando moscas, defendiéndose y sintiéndose carne de mercado, que para una mujer divorciada eso es literalmente un regalo de los ángeles, arcángeles, de Dios mismo, de los santos y los orishas. A veces pienso que Rafa me arruinó, que antes cuando alguien no sabía bailar yo me empotraba y me llevaba yo misma y en mi mente se salvaba la canción. Ahora estoy disciplinada y me dejo llevar (dentro de mis capacidades dirán algunos de mis amigos salseros), intento seguir al parejo, esperar indicaciones, dejar que el desconocido me guíe, decir “sorry” cuando mi cuerpo da la vuelta para el lado que le da la gana. He aprendido a confiar un poco en el proceso, a disfrutar el paseo sin mirar la meta, a entender que hay hombres que saben dedicarse a que te veas bien, a cuidarte de que no te golpees con tus alrededores mientras giras, hombres que te dejan ser y manifestarte, hombres que te anuncian su próximo paso, que te advierten claramente lo que quieren y en guerra avisada no muere gente, hay algunos otros que no lo saben y no es su culpa, es cuestión de disfrutar esos 4-10 minutos y dejarlos ir. Hay veces que la dinámica es perfecta, casi imposible y uno les pregunta, dónde cogiste clases, ajá, como la gente de los talleres que tienen saludos específicos, a esos parejos ideales uno los busca, intenta bailarlos de nuevo, romper las reglas esas hipócritas y sacarlos uno a bailar, si total voy a dejar que me lleven, son 7 meses, no le pueden pedir peras al olmo, denme una oportunidad.

He logrado traducirme a través de la salsa. Resolverme un poco (nunca del todo porque sino después de qué uno escribe). Pierdo libras sin pisar el gimnasio. Libero energías que a veces por semanas han estado anudándome la columna. Las cosas que me faltan desaparecen entre vuelta y vuelta. Las cosas que me sobran se pisotean en la pista. He aprendido que a veces sencillamente la cosa no fluye, el parejo y uno no se entienden, pareciera que en su mente se escucharan una música diferente a la de uno y tampoco hay que someterse, es cuestión de sonreír, de halarlo un poco hacia uno, romper un chin chin más las reglas, traicionar un poco lo aprendido, traerlo al ritmo y decirle en el oído: uno, coño, uno.

6 comentarios:

Edu dijo...

Edmaris...¡Excelente como siempre! Esta vez súper identificado con lo que escribiste. La razón muy simple, la salsa me permitió conocerte en esa terapia musical que le llaman clases de salsa y afortunadamente me he podido colar en los turnos para salsurriar contigo. Más afortunado aún, he sido sacado a bailar por tí varias veces, la chica de la sonrisa eterna mientras bailas (ya supe las razones). Tu historia con la salsa es la que muchos estamos viviendo. Un nuevo comienzo, un nuevo enfoque de vida social, un compartir con excelentes seres humanos que al primer tún tún nos buscamos para iniciar la rumba. Y sigue contando con los mensajes de texto, salsurrios y climáticos. Y como siempre nos decimos todos..."me envías un mensaje de texto cuando llegues a tu casa." Un abrazo con vuelta, Edu

Ign_c10 dijo...

Primero que nada, muy buen escrito. (Me gusta tú estilo). Segundo me haz llevado a la conclución que mi vida mejorara, cuando me encuentre en una calle de Santurce, alguna mujer que me enseñe a bailar salsa.

Nelson dijo...

Desde el exilio voluntario, desde el camino que te crea la vida y el que tomas decidid@ a cambiarlo o rehacerlo, leo y releo las entrelineas y lo escueto, lo metafórico, lo hipérbolico y la inverosimil prosa que emana de tu ser. Y sonrío con placer, sabiendo que he aqui una persona --familia-- que escribe con pasión a borbotones. Bien lo dijo quien lo dijo, lo que se escribe con pasión se lee con pasión. genial es poco, talento no define, esta y otras psiquis creativas o 'streams of consciousness' se merecen un espacio en el genero literario ensayo-narrativa-biografia. bravo

Nelson dijo...

Desde el exilio voluntario, desde el camino que te crea la vida y el que tomas decidid@ a cambiarlo o rehacerlo, leo y releo entrelineas y lo no-escueto, lo metafórico, lo hipérbolico y la inverosimil prosa que emana de tus dedos sobre el teclado. Y sonrío con placer, sabiendo que he aqui una persona --familia-- que escribe con pasión a borbotones. Bien lo dijo quien lo dijo, lo que se escribe con pasión se lee con pasión. Decir genial es poco, talentosa no define, esta y otras psiquis creativas o 'streams of consciousness' se merecen un espacio en el genero literario: es ensayo-narrativa-biografia. Estilo dinámico, quien dice que PR no cuenta con escritores nuevos?

Anónimo dijo...

Me encanta tu manera de escribir. Has logrado milagros en mi. No me gustaba leer y tan pronto leo tu blog me quedo ansiosa de seguir leyendo.

Leydi dijo...

qué buen blog!! me quedo con la ruta...