Lo primero que me enseñó mi maestra fue que a la gente se le conoce por sus manías. Hasta entonces juraba que con preguntar fecha de nacimiento y calcular el signo zodiacal de la persona ya tenía media tarea hecha. Nosotros nos referimos a manías cuando hablamos de un patrón de comportamiento, pero por lo regular algo que no es lo normal. Sin embargo el diccionario nos lo define inclinándose más a la locura, a los delirios. Casi siempre que se le añade el –manía al final de una palabra es una “inclinación excesiva”, “impulso obsesivo”, “hábito patológico”.
Así empezó nuestro taller de cuentos. Aprendimos que la mejor manera de crear un personaje es a través de sus manías. Las manías de los personajes son las que nos hacen recordarlos. Y así: una mujer que nunca se le oyó cantar, otra que sus carcajadas espantaban a las palomas, un hombre que no pisa las líneas del suelo, otro que recita la Odisea cuando le hace el amor a una mujer, otra que le gustaba acostarse con sus amantes delante de su marido ciego, otra que le agarraba la mano al hijo para salirse con la suya. Manías, hábitos, costumbres, distinciones.
Así nos conocimos: por ahí empezamos a desnudarnos por primera vez. Yo tenía muy pocas manías en ese entonces. No soportaba ver migajas de pan en el recipiente de la mantequilla, recogía las cosas del suelo con los dedos de los pies, y me tocaba todo el cuerpo por las mañanas. Todavía mantengo esas tres y he acumulado muchas más. Recuerdo las más llamativas, una compañera ponía las cosas en orden alfabético cuando se enfadaba, incluso encima del escritorio: bolígrafo, cinta adhesiva, grapadora, lápiz, regla, teléfono, etc. A otra le gustaba caminar en ropa interior por la casa, cuando las cortinas estaban abiertas. Otra se ponía un rollo de papel de inodoro entre las piernas, incluso nos confesó que en ese preciso momento tenía uno mientras nos hablaba. Algunos les gustaba robar en las farmacias, otros en tiendas por departamento, y muchas otras las he olvidado. Quizás porque yo también las tenía y no me parecieron tan raras.
Casi siempre la otra gente, es la que le señala a uno cuán maniático es. No puedo ver un maniquí sin ropa en las tiendas, los visto casi compulsivamente. Cuando veo a la gente caminando y tienen la etiqueta de la ropa por fuera se las quiero arreglar. No hablo de cosas importantes antes de desayunar, no veo noticias antes de dormir. Huelo los platos y los vasos cuando los friego. Sólo bebo cerveza directamente de la botella. Me combino la ropa interior con lo que me pongo encima, rezo una novena al Divino Niño sólo cuando lo amerita la ocasión, como por ejemplo cuando me voy a montar en un avión. Imprimo casi cinco confirmaciones de vuelo cuando voy a viajar. Miro el libro de cocina aunque ya domine lo que voy a hacer. Sólo como palomitas de maíz cuando en el mismo bocado incluyo chocolate. No pido cosas en los restaurantes que yo misma pueda cocinar. Hago todo lo posible por no repetir combinaciones de ropa. No soporto verle un pelo a alguien en la cara o en la ropa. Siempre cocino como si toda las generaciones de los Buendía vinieran a comer a mi casa. Le pongo la alarma al carro al menos tres veces cada vez que me bajo. No uso velvet, no combino el negro con el marrón, no me combino la sombra de los ojos con la ropa, por lo regular evito el charol, con la excepcion de despedida de año no me pinto las uñas ni los labios de rojo y probablemente la gente que me conoce podrá mencionar un centenar más de manías que a mí por ser mías se me escapan.
Tengo una amiga que se va del sitio donde está si alguien estornuda o tose sin taparse la boca. Tengo otra que cuando se lava las manos en un baño público espera a que otra persona abra la puerta para no tener que tocarla. Otra amiga te pregunta si tienes herpes antes de prestarte un lapiz labial. Conozco hombres que siempre se ponen camisillas bajo las camisas. Otros que hacen ruidos extraños cuando comen los alimentos que no requieren ningún tipo de estruendo tales como: gelatina, sopa, huevo, frutas enlatadas. Del hombre al que más manías le conozco no voy a mencionar ninguna, porque vivo con un virgo así que las manías virgonianas me tomarían un blog completo.
Me pregunto qué dicen mis manías de mí. Creo que algunas mienten un poco: por la cuestión de vestir los maniquíes parecería que soy pudorosa o que le tengo aversión a la desnudez (todo lo contrario), mi manía con los pelos y las etiquetas, tal vez diría que soy cuidadosa y pulcra, (tampoco).
Resumo el resto en el orden correspondiente: detesto la putrefacción y no quiero restos de comida en mi comida, soy vaga y poco atlética y por eso recojo todo con mis pies (o tal vez pienso que de algo me tenían que servir unos dedos tan feos), quiero saber por las mañanas que mi cuerpo está completo, hasta que no desayuno no estoy lista para lidiar con nada, no veo noticias porque sueño con lo que me impresiona, soy una terrible ama de casa y dudo hasta de mi capacidad de fregar, estoy orgullosa de la marca de cerveza que bebo, me parece un desperdicio usar un vaso plástico para eso u hacer que alguien friegue un vaso de un líquido que está hermosamente situado en una botella creada para él, soy torpe así que las probabilidades de que muestre mi ropa interior cuando me agacho, me siento, subo escaleras es inmensa, así que me combino y no es tan escandaloso. No rezo suficiente y el Divino Niño me concede las cosas el 99.99% de las ocasiones que recurro a él y no quiero gastar mis chances. Una vez me dejo un avión y estoy traumatizada y me juré que no me volvería a pasar en la vida. Lo del libro de cocina responde a lo mismo: baja autoestima casera. Me encanta tanto el dulce que lo salado sólo me parece que tiene sentido acompañado de lo dulce (por eso como galletas dulces en la playa), no pago por algo que yo puedo hacer y modestia aparte probablemente mejor y luego estoy dispuesta a pagar casi cualquier precio por algo que no tengo la menor idea de cómo se hace. Soy superficial y antes tenía mucha más ropa que ahora y me podía dar el lujo sin esfuerzo de no repetir, dicen que en los pelos están los pensamientos de la gente y no deben andar por ahí sueltos (es un peligro), siempre he tenido el estómago de un camionero de seis pies y trescientas libras, el hambre me pone de mal humor, le temo a la escasez y cocino como si todo el mundo padeciera de los mismo que yo. Es el primer carro que pago, se llama Gabo, es el único que tenemos, vivo en una isla donde la criminalidad cae casi en la categoría de ciencia ficción y soy despistada así que siempre pienso que no he puesto la alarma aún, el velvet se parece demasiado al material con el que forran los ataúdes por dentro, mi mamá siempre me dijo que el marrón y el negro no combinaban y aún no lo he podido superar, no uso sombras del color de la ropa porque sencillamente Stacy and Clinton de What Not to Wear me dijeron que no, lo del rojo y el charol responden a que tengo facciones y volúmenes que tiene la inclinación a rayar en lo vulgar y gracias a todas las “latinas” de Hollywood puedo ser malinterpretada con facilidad (también trato de usar “animal print” en pequeñas cantidades: blusas y zapatos aunque me encantan por la misma razón) y escribo sin puntos ni comas porque pienso demasiado rápido, más rápido que 70 palabras por minuto y si pongo un punto pierdo una idea.
Hola, me llamo:_________________. Soy Sagitario (¿?, no lo recuerdo como tú), vivo en Caguas, a donde todos los caminos conducen, si no estoy fumándome un cigarrillo a las 6:59am en el pasillo no vendré. Los dias que llueve no vengo.
ResponderEliminarUno de los homnbres que más me ha impactado y que ¡también se define por sus manías! Ahí nos vimos por primra vez.
indeed, el negro no combina con el marrón!!! me alegra saber de otra persona que comparta esto. ojo, yo no le llamo manía, le llamo buen gusto.
ResponderEliminar#1 se llamaba Raúl???? estoy segura que era escorpio y cuando le dije que estudiaba literatura, me dijo: Nos vemos en Derecho.(también me dijo que nos veríamos en el infierno porque ninguno iba a llegar al cielo)
ResponderEliminar#2 me duelen los ojos cuando veo el negro y el marrón juntos ;-)
Nena, yo se cómo se llama y apellida... pero no quería que quedara al descubierto. parte del misterio de las manías. Y claro que el marrón jamás combinará con el negro!!!
ResponderEliminarDespués de tomar aire que leerte es quedarse sin respiro me parece que tienes para varios personajes con tus manías pero me temo que el mejor seguirás siendo tú.
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