Amanecí hoy con un llantén que no se me quita. No es una lloriquera mala. Es como si tuviese el pecho tan lleno que se tiene que desbordar por algún lado y la salida más próxima fueron los ojos. Tal vez tenga que ver con que el día está lluvioso y quizás se me pegó de alguien con quien viví alguna vez que el clima le manipulaba el ánimo. La cosa es que tengo los ojos liqueando desde que los abrí, continuaron así mientras paseaba a mis perros, me desvié por completo para comprar café porque casi nadie trabaja hoy e intenté todas las tácticas que me sé de memoria para detener el llanto y nada. Creo que se me rompieron los lagrimales.
Una vez hace algunos años los ojos me lloraron y me lloraron, pero no sentía nada en el pecho. Me mandaron a irme al hospital, pensando que tenía conjuntivitis. Nada que ver, tenía bronquitis combinada como con cuatro cosas más que también terminaban en itis. El doctor me explicó que era inexplicable cómo yo estaba de pie y sin quejarme. Le pregunté qué tenía que ver que tuviese los pulmones a punto de estallar con que mis ojos lloraran. Me dijo que era mi cuerpo avisándome que algo andaba mal. Diciéndome que me detuviera porque no me estaba dando cuenta del dolor que sentía. Me dijo que las mujeres tenemos una tendencia a resistir cantidades absurdas de dolor y por lo regular cuando nos quejamos es porque llevamos tiempo aguantándolo.
Tal vez es mi pecho de nuevo. Pero no el pulmonar, sino el que está debajo de eso. Es que no lo he dejado expresarse. Al pobre le duele, le duele desde enero. Lleva 12 meses aguantando y no sé si el llanto es sencillamente un merecido alivio. Como cuando la gente acaba los maratones y se derrumban cuando pasan la meta. Parece que se me acabó el aliento prematuramente, unas cuantas horas antes de la meta. Y la meta obviamente era sobrevivir este año.
Voy a ser positiva. Bueno, voy a intentarlo por el tiempo que me tome y lo que me dure el aliento para escribir esta entrada. Quiero establecer como preámbulo de conocimiento general que este ha sido el peor año de mi vida. Probablemente eso dije el año pasado (si buscan la entrada de esta misma fecha hace doce meses verán que sí) pero lo del 2009 no tiene nombre. Voy a permitirme una gringada (o dos) y voy a esforzarme por “count my blessings” a ver si eso sienta la pauta para un año espectacular.
En el 2009 aprendí lo que siempre he sabido pero lo entendí a cabalidad. Dicen que el que busca encuentra. Yo siempre digo que sólo se encuentra si lo que uno está buscando existe. Primera premisa de la cual partí. Lo que sí aprendí es que no se debe preguntar lo que no se quiere saber y que no se debe buscar lo que uno no está preparado para encontrar, porque el descubrimiento puede ser fatídico y para mí lo fue. (ya se fue al carajo el positivismo y llevo tan sólo un par de párrafos)
En este año descubrí que no estoy loca. Que lo que me habían diagnosticado (no profesionalmente) eran teorías fundadas. No me hago películas, las intuyo. No atraigo malos augurios, los presiento. Tengo una intuición maleducada, pero la tengo, es cuestión de academizarla. Tengo desde la mañana un sentimiento bonito, lloro pero sonriéndome. Lloro con ganas de llamar a todos los contactos de mi celular y decirles gracias. Lloro con ganas de escribirle un mensaje a cada una de las personas que me han sostenido. Lloro porque inexplicablemente me siento profundamente agradecida de este año pesadillezco.
En este año tuve 9 ó 10 periodos en vez de 12 ó 13 y eso como mujer se agradece. En este año llegaron Milán y Tokio a mi vida, como música de fondo, como compañía, como el movimiento que hace falta en cualquier casa semi vacía. En este año le perdí el miedo a la mayor parte de mis fobias, ¿cómo? Sencillo, me acompañaron en el desayuno, almuerzo y comida y también a mitad de noche, hasta que me acostumbré a su presencia. En este año mis amigas han sido hadas mágicas, de todos los colores, todos los humores, y todas las formas posibles. Me han literalmente cargado.
Este año me regaló un vidente que me vio (valga la redundancia) como si fuese transparente, como si yo pensara en voz alta, como si no hubiesen secretos posibles de esconder. Este año me trajo unos fantasmas viejos, que todavía existen, que me desconocen ya, pero que me hicieron sonreír por el tiempo necesario. Este año me llevó a New York y en dos semanas se me abrieron los ojos, el cerebro y la imaginación.
En este año salvé mi mente. Salvé mi claridad, mi cerebro, mi humor. Salvé una luz que la gente que me quiere ve, dicen que es como si saliera del centro de mi garganta y que últimamente se conformaba con titilar. En este año mi corazón aprendió la taquicardia, las palpitaciones, las punzadas, y siempre agradezco las nuevas sensaciones. Este año aprendí a coserme, a remendarme a punzadas, a usar lo que estuviese a la mano para repararme: imperdibles, agujas, pega de uñas, de pestañas, cinta adhesiva, papel, macilla, lo que fuera. Me lo pasé a tientas tocando los bordes y las paredes y tratando de no romperme las espinillas con las esquinas, algunas de las cuales siempre estuvieron ahí. Tropecé como una ciega, una y otra vez, con todas las luces prendidas y lo peor de todo sin que nadie me moviera las cosas de lugar.
En este año me entendí. Me capté en serio. Y por eso, no tengo resoluciones. No las cumplo. Hago casi todo lo que me pidan, pero me niego a lo que se me impone. Lección número uno. Peso diez libras más y en el fondo ni me preocupa. Se irán cuando sienta que se tienen que ir. Por ahora las acomodo como puedo. En el 2010 seré esto que soy, me explico… Soy sagitario hasta la médula menos en aquello de los deportes y los exteriores. Soy regona, caótica y escandalosa. Mi risa es estruendosa y no la pienso moderar. Ando en tacos o descalza, no se me dan bien los puntos medios. No me gusta la gente neutral, me aburren. Como, bebo y hablo como hombre, aunque tenga una estructura ósea diminuta y dimensiones innegablemente femeninas. Soy honesta sin remedio, no sé mentir, no sé disimular y si no me delata la boca me delatan los ojos. No sé hacer las cosas a medias, no tengo un nivel medio de intensidad. Maquinaria sencilla: potencia máxima o apagada. No puedo planificarme con demasiada anticipación en el fondo porque detesto que me cambien los planes y si algo me hace ilusión y se me cancela lo sufro, así que evito de antemano esa última sensación. Cumplo mis promesas, hasta el borde de mis capacidades. Necesito salir de este país que amo y odio diariamente, al menos dos veces al año por el bien de mi salud mental y de los que me rodean.
Al 2010 le voy a pedir: que me borre por completo el terror que le tengo a que me dejen caer. El miedo que me han dejado a que algo o alguien me produzca cosquillas. Quiero tener el control total de mi peso, no corporal, de Mi Peso. Quiero verdades enteras, detalladas, descriptivas, brillantes, pero verdades nada más. Quiero fiestas y más fiestas. Quiero celebración tras celebración, quiero que no se me olvide el agradecimiento aprendido a batazos. Quiero abrazos, muchos abrazos, besos largos y vulgares, quiero bailar, viajar y reírme hasta que me duela intensamente la clavícula. Mi madre nos decía cuando nos reíamos mucho a mi hermano y a mí, ríanse mucho que después van a llorar. Cuando me siento bien feliz, me da miedo. Quiero estar absurdamente asustada durante los próximos 365 días, quiero no creerme el nivel extático de felicidad en el que vivo. Quiero que me miren como si me saliera luz no de la garganta, sino de todos lados. Quiero que me quieran de todas las formas posibles. Quiero que la gente se sienta suertuda porque soy parte de sus vidas. Quiero que en algún momento alguien me mire por las mañanas y dé las gracias, a aquello en lo que crea, lo que sea.
Quiero no poder ni deletrear la palabra escasez. Quiero ver cosas nuevas, lugares nuevos, y también, por qué no quiero docenas de zapatos nuevos. Quiero salud. Soy oficialmente una adulta porque pido salud, para mí, los míos y los tuyos. Quiero poder devolverle a mis amig@s al menos una porción de lo que me han dado. Quiero comidas sabrosas, borracheras de las lindas, escritos cursis, libros que me vuelen la cabeza, películas que me vea obligada a comprar para ver de nuevo una escena memorable, quiero buenas notas, profesores que me inspiren, dinero inesperado, polvos mágicos, clausuras necesarias. Quiero doce periodos completos. Quiero relevo de deudas. Quiero regalos. Quiero que mi familia tenga paz, de la real, de la profunda, de la que te hace dormir casi diez horas y cantar en la ducha. Quiero tener miles de motivos para dar gracias, quiero tener suficiente para repartir sin que me falte. Quiero cantar todas las mañanas y todas las noches. Quiero querer mirarme en los espejos. Quiero enamorarme de mí. Quiero comprar pasajes y regalármelos porque me los merezco. Quiero que un día como hoy, de aquí a un año se me desborden los ojos porque no puedo creer que se acabe, porque tenga la sensación de que el año fue insuperable. Que tenga que arrodillarme a las doce a decir gracias.
No quiero ver el vaso ni medio vacío ni medio lleno, lo quiero como mis ojos llevan las últimas cinco horas, lo quiero desbordado.
Una vez hace algunos años los ojos me lloraron y me lloraron, pero no sentía nada en el pecho. Me mandaron a irme al hospital, pensando que tenía conjuntivitis. Nada que ver, tenía bronquitis combinada como con cuatro cosas más que también terminaban en itis. El doctor me explicó que era inexplicable cómo yo estaba de pie y sin quejarme. Le pregunté qué tenía que ver que tuviese los pulmones a punto de estallar con que mis ojos lloraran. Me dijo que era mi cuerpo avisándome que algo andaba mal. Diciéndome que me detuviera porque no me estaba dando cuenta del dolor que sentía. Me dijo que las mujeres tenemos una tendencia a resistir cantidades absurdas de dolor y por lo regular cuando nos quejamos es porque llevamos tiempo aguantándolo.
Tal vez es mi pecho de nuevo. Pero no el pulmonar, sino el que está debajo de eso. Es que no lo he dejado expresarse. Al pobre le duele, le duele desde enero. Lleva 12 meses aguantando y no sé si el llanto es sencillamente un merecido alivio. Como cuando la gente acaba los maratones y se derrumban cuando pasan la meta. Parece que se me acabó el aliento prematuramente, unas cuantas horas antes de la meta. Y la meta obviamente era sobrevivir este año.
Voy a ser positiva. Bueno, voy a intentarlo por el tiempo que me tome y lo que me dure el aliento para escribir esta entrada. Quiero establecer como preámbulo de conocimiento general que este ha sido el peor año de mi vida. Probablemente eso dije el año pasado (si buscan la entrada de esta misma fecha hace doce meses verán que sí) pero lo del 2009 no tiene nombre. Voy a permitirme una gringada (o dos) y voy a esforzarme por “count my blessings” a ver si eso sienta la pauta para un año espectacular.
En el 2009 aprendí lo que siempre he sabido pero lo entendí a cabalidad. Dicen que el que busca encuentra. Yo siempre digo que sólo se encuentra si lo que uno está buscando existe. Primera premisa de la cual partí. Lo que sí aprendí es que no se debe preguntar lo que no se quiere saber y que no se debe buscar lo que uno no está preparado para encontrar, porque el descubrimiento puede ser fatídico y para mí lo fue. (ya se fue al carajo el positivismo y llevo tan sólo un par de párrafos)
En este año descubrí que no estoy loca. Que lo que me habían diagnosticado (no profesionalmente) eran teorías fundadas. No me hago películas, las intuyo. No atraigo malos augurios, los presiento. Tengo una intuición maleducada, pero la tengo, es cuestión de academizarla. Tengo desde la mañana un sentimiento bonito, lloro pero sonriéndome. Lloro con ganas de llamar a todos los contactos de mi celular y decirles gracias. Lloro con ganas de escribirle un mensaje a cada una de las personas que me han sostenido. Lloro porque inexplicablemente me siento profundamente agradecida de este año pesadillezco.
En este año tuve 9 ó 10 periodos en vez de 12 ó 13 y eso como mujer se agradece. En este año llegaron Milán y Tokio a mi vida, como música de fondo, como compañía, como el movimiento que hace falta en cualquier casa semi vacía. En este año le perdí el miedo a la mayor parte de mis fobias, ¿cómo? Sencillo, me acompañaron en el desayuno, almuerzo y comida y también a mitad de noche, hasta que me acostumbré a su presencia. En este año mis amigas han sido hadas mágicas, de todos los colores, todos los humores, y todas las formas posibles. Me han literalmente cargado.
Este año me regaló un vidente que me vio (valga la redundancia) como si fuese transparente, como si yo pensara en voz alta, como si no hubiesen secretos posibles de esconder. Este año me trajo unos fantasmas viejos, que todavía existen, que me desconocen ya, pero que me hicieron sonreír por el tiempo necesario. Este año me llevó a New York y en dos semanas se me abrieron los ojos, el cerebro y la imaginación.
En este año salvé mi mente. Salvé mi claridad, mi cerebro, mi humor. Salvé una luz que la gente que me quiere ve, dicen que es como si saliera del centro de mi garganta y que últimamente se conformaba con titilar. En este año mi corazón aprendió la taquicardia, las palpitaciones, las punzadas, y siempre agradezco las nuevas sensaciones. Este año aprendí a coserme, a remendarme a punzadas, a usar lo que estuviese a la mano para repararme: imperdibles, agujas, pega de uñas, de pestañas, cinta adhesiva, papel, macilla, lo que fuera. Me lo pasé a tientas tocando los bordes y las paredes y tratando de no romperme las espinillas con las esquinas, algunas de las cuales siempre estuvieron ahí. Tropecé como una ciega, una y otra vez, con todas las luces prendidas y lo peor de todo sin que nadie me moviera las cosas de lugar.
En este año me entendí. Me capté en serio. Y por eso, no tengo resoluciones. No las cumplo. Hago casi todo lo que me pidan, pero me niego a lo que se me impone. Lección número uno. Peso diez libras más y en el fondo ni me preocupa. Se irán cuando sienta que se tienen que ir. Por ahora las acomodo como puedo. En el 2010 seré esto que soy, me explico… Soy sagitario hasta la médula menos en aquello de los deportes y los exteriores. Soy regona, caótica y escandalosa. Mi risa es estruendosa y no la pienso moderar. Ando en tacos o descalza, no se me dan bien los puntos medios. No me gusta la gente neutral, me aburren. Como, bebo y hablo como hombre, aunque tenga una estructura ósea diminuta y dimensiones innegablemente femeninas. Soy honesta sin remedio, no sé mentir, no sé disimular y si no me delata la boca me delatan los ojos. No sé hacer las cosas a medias, no tengo un nivel medio de intensidad. Maquinaria sencilla: potencia máxima o apagada. No puedo planificarme con demasiada anticipación en el fondo porque detesto que me cambien los planes y si algo me hace ilusión y se me cancela lo sufro, así que evito de antemano esa última sensación. Cumplo mis promesas, hasta el borde de mis capacidades. Necesito salir de este país que amo y odio diariamente, al menos dos veces al año por el bien de mi salud mental y de los que me rodean.
Al 2010 le voy a pedir: que me borre por completo el terror que le tengo a que me dejen caer. El miedo que me han dejado a que algo o alguien me produzca cosquillas. Quiero tener el control total de mi peso, no corporal, de Mi Peso. Quiero verdades enteras, detalladas, descriptivas, brillantes, pero verdades nada más. Quiero fiestas y más fiestas. Quiero celebración tras celebración, quiero que no se me olvide el agradecimiento aprendido a batazos. Quiero abrazos, muchos abrazos, besos largos y vulgares, quiero bailar, viajar y reírme hasta que me duela intensamente la clavícula. Mi madre nos decía cuando nos reíamos mucho a mi hermano y a mí, ríanse mucho que después van a llorar. Cuando me siento bien feliz, me da miedo. Quiero estar absurdamente asustada durante los próximos 365 días, quiero no creerme el nivel extático de felicidad en el que vivo. Quiero que me miren como si me saliera luz no de la garganta, sino de todos lados. Quiero que me quieran de todas las formas posibles. Quiero que la gente se sienta suertuda porque soy parte de sus vidas. Quiero que en algún momento alguien me mire por las mañanas y dé las gracias, a aquello en lo que crea, lo que sea.
Quiero no poder ni deletrear la palabra escasez. Quiero ver cosas nuevas, lugares nuevos, y también, por qué no quiero docenas de zapatos nuevos. Quiero salud. Soy oficialmente una adulta porque pido salud, para mí, los míos y los tuyos. Quiero poder devolverle a mis amig@s al menos una porción de lo que me han dado. Quiero comidas sabrosas, borracheras de las lindas, escritos cursis, libros que me vuelen la cabeza, películas que me vea obligada a comprar para ver de nuevo una escena memorable, quiero buenas notas, profesores que me inspiren, dinero inesperado, polvos mágicos, clausuras necesarias. Quiero doce periodos completos. Quiero relevo de deudas. Quiero regalos. Quiero que mi familia tenga paz, de la real, de la profunda, de la que te hace dormir casi diez horas y cantar en la ducha. Quiero tener miles de motivos para dar gracias, quiero tener suficiente para repartir sin que me falte. Quiero cantar todas las mañanas y todas las noches. Quiero querer mirarme en los espejos. Quiero enamorarme de mí. Quiero comprar pasajes y regalármelos porque me los merezco. Quiero que un día como hoy, de aquí a un año se me desborden los ojos porque no puedo creer que se acabe, porque tenga la sensación de que el año fue insuperable. Que tenga que arrodillarme a las doce a decir gracias.
No quiero ver el vaso ni medio vacío ni medio lleno, lo quiero como mis ojos llevan las últimas cinco horas, lo quiero desbordado.
Estupénda forma de cerrar el año!! me gustó mucho ;)
ResponderEliminarAmiga... Canvas en blanco, para escribir la historia de nuestro 2010. Te adoro.
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