viernes, 16 de agosto de 2013

Izquierdosa



Mi primer amor era el hijo de un amiga de mami, grande, fuerte, tosco. El nene me zarandeaba cada vez que me veía y a mí, a mí, pues, me encantaba. Luego en Kinder me enamoré de uno con novia, una novia colorá con pelo riso y ojos verdes que me hizo preguntarle a mi madre si la gente con ojos claros veía de otro color. Mami con mucha lógica y muy poca dulzura me contestó preguntándome: ¿tú ves marrón? Desde entonces siempre he desconfiado un poco de la gente cuyos ojos no sean lo suficientemente oscuros. Mi tercer amor fue un nene flaco, alto, ojeroso, con pestañas larguísimas, los ojos perpetuamente aguaos, boquetitos en los cachetes, asmático y zurdo. Dicen que a la tercera va la vencida.

El nene llegaba tarde todos los días y faltaba mucho. La maestra lo llevaba al palo porque todos sus trabajos estaban sucios. Un día me puse a mirarle la libreta de caligrafía y era cierto, las páginas tenían borrones, un mar de carbón por encima de los trazos. Yo terminaba las cosas a las millas, y me ponía a mirarlo. Me eslembaba viendo cómo el pobre se contorneaba en el pupitre para poder escribir. Volvía su torso un espiral, su cuerpo sencillamente no conseguía acomodo. Escribir para él era toda una proeza. En esas contemplaciones estaba cuando la maestra le pegó un grito, “mira la libreta, está asquerosa chico” y yo alcé la mano, “permiso misi, lo que pasa es que él escribe con la mano que no es y por eso le pasa la mano por encima a lo que acaba de escribir y se le ensucia todo, yo vi las páginas y estaban limpias”. La maestra me miró mal, me dijo que no me metiera en lo que no me importaba y así lo conquisté.

A veces lo cuento como mi primer amor, porque fue mi primera postal de San Valentín. Era una tarjetita de Tazmania y decía en su letra: “me gustas más que la lucha libre”. Más de una veintena de años después creo que ha sido una de las declaraciones de amor más honestas que he tenido el privilegio de recibir. Ese año mis papás separaron Felicilandia entero para celebrar mi cumpleaños. El día antes, la mamá del nene llamó a la mía y le dijo que no iba a poder ir porque estaba en el hospital con asma. Yo le dije a mis papás que cancelaran el cumpleaños, la fiestecita cuasi fiesta patronal no tenía sentido si él no iba. La yo de segundo grado era casi tan voluntariosa y dramática como la actual.
Desde ahí desarrollé un fetiche con los zurdos. Cuando alguien me dice que es zurdo, automáticamente sube en mi escala de estima a modo de express pass. A alguna gente le pasa con ciertos signos zodiacales, a otros cuando toman los mismos talleres de rediseño personal y otros tantos por ser de un partido o fanáticos de algún equipo de algún deporte en particular, pero a mí me pasa con los zurdos. Me enternece cómo se mueven, me embelesan sus manierismos, me fascina la forma en que interactúan con un mundo hecho por y para diestros.

Apenas un 13% de la población es zurda, lo que les da este aura de modelos limitados estilo boutique. Tengo un amigo doctor que me garantiza que los zurdos están mal cableados y que él, en lo personal, no sale con zurdas. También me hizo la salvedad de que en mi caso muy particular esta configuración errónea podría funcionarme, dadas mis circunstancias (queriendo decir que tengo un corto circuito por default). Esta gente no es que azarosamente usen una mano en vez de la otra, hay estudios que dicen que oyen mejor con el oído izquierdo, ven mejor con el ojo izquierdo y su visión espacial completa se dirige por la izquierda. Los zurdos, los pilotos, las azafatas y los fumadores (otra debilidad personal en rehabilitación) tienen una expectativa de vida 9 años menor que el resto de los mortales.

Una vez llamé a una persona con la que vivía y le pregunté, ¿para qué lado es que tú pones los ganchos de ropa? Me contestó preguntándome: ¿me estás preguntando que para qué lado es que van los ganchos? Le dije que no, que no había una forma correcta, que le estaba preguntando cuál era la suya y él me aseguró que él estaba correcto, el gancho va hacia la izquierda cuando la pieza de ropa está frente a ti, que si tenía dudas fuera a las tiendas y lo comprobara. Comprobé que él era derecho, por dentro y por fuera y que vivía en un mundo hecho a su favor.


Siempre he tenido, tuve y tengo la corazonada de que los zurdos tienen el corazón más grande que los derechos. Aunque mi sentido de ubicación espacial es paupérrimo, según lo que he leído, el corazón está situado en alguna región del tórax, entre los pulmones, encima del diafragma, separado de las vértebras, por delante del esófago y detrás del esternón. Básicamente es imposible de localizar para nosotros los no cirujanos cardiovasculares. Pero nos enseñan que está en el lado izquierdo o al menos ahí nos ponemos la mano derecha* para jurar. Quizás mi amor por los zurdos viene de una ecuación bien directa y clichosa de que usan más el lado del cuerpo donde se ubica el corazón. Tal vez es porque presiento que tienen una noción más amplia de sus alrededores. Presumo que como la necesidad es la madre de la invención, no han tenido más remedio que familiarizarse con formas y maneras distintas a las propias. Me parece que tienen una dosis más alta de empatía, una capacidad más profunda de solidaridad. 

 

La yo de ahora ama a un hombre más grande que ella. El presente me da trabajo pero vamos, amo a un hombre más grande que yo. Anatómicamente hablando, tiene que tener el corazón más grande que el mío. El tamaño promedio de un corazón dicen que es el del puño cerrado. Si él mide trece pulgadas y media más que yo, matemáticamente hablando mi hipótesis es requete probable. Médicamente hablando que un corazón se engrandezca es un peligro para la salud. Un corazón agrandado se puede deber a exceso de ejercicio y al tener que aclimatarse a las condiciones del organismo, como músculo solidario que es. El corazón es el dirigente del tráfico, por algo tendremos a un zurdo encaminando la vida por las venas.


Me he enamorado de un zurdo, reincidente al fin. He cedido el lado izquierdo de la cama y ahora mi cepillo de diente está siempre en el lado derecho del espejo. No importa la forma en la que cuelgue la ropa limpia, porque en un hogar ambidiestro, ninguna forma es la correcta. Pero por las mañanas ya tengo la greca lista y puesta en la hornilla, con el mango a la izquierda, por supuesto. Como como zurda, por lo que nuestros codos no chocan nunca. Atléticamente hablando los zurdos son considerados aventajados. Quizás tiene que ver con el factor sorpresa, con la falta de previsibilidad, con un sistema de moción totalmente distinto. Tal vez en el fondo es una cuestión evolutiva y en el futuro naceremos zurdos, sin apéndice, sin cordales y con menos dedos en los pies. A lo mejor estoy viciada pero siento la certeza de que los zurdos tocan distinto a la mayor parte de la humanidad. Quizá toda mi teoría es una simple excusa para justificar que amo a un corazón más diestro en amar que el de esta derecha perennemente izquierdosa.  

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