jueves, 11 de septiembre de 2008

V I R G O


No tenía virgos en mi vida, al menos la vida misma no me había asignado ninguno como parte de mi familia y entre mis interesantísimas decisiones previas tampoco.  Así que como suelo hacer me lancé sin ninguna experiencia previa, sin referencias personales, sin manual de instrucciones, sin paracaídas, y de voluntaria por tiempo indefinido. Como varias de mis vértebras parecen estar unidas por metales, y mi pelvis está forradita de imanes,  alguna fuerza exacta o puramente magnética me arremetió directamente contra un hombre con acero en la sangre. Me encontré con una figura con postura de torero, que nunca vi perder la compostura, que tenía voz de trueno y que su nariz era una flecha que le apuntaba hacia la boca. Cuando se reía temblaban todas las mesas al mismo ritmo que mis rodillas. Me miraba poco, muy poco para mi gusto. No hubo forma de desterrarle lo impropio que estaba tan segura que tendría por algún lado, cualquier cosa tan cuadriculada tiene que estar escondiendo algo. Tiene la barbilla con la proporción exacta para producirme morbo y otras cosas que descubriría después y uno que otro lunar situado estratégicamente en la cara que me pronosticaba mapas lunares extendiéndose por rincones irreverentes. Su hogar era un museo, sospechosamente organizado y mientras yo iba dejando rastros por casi todas las locetas de la casa, él me seguía las huellas y lo situaba todo en torrecitas, siempre en el mismo lugar. Como el magnetismo suele nublar las facultades cerebrales, no sentí miedo, es más, me pareció fascinante. Y allí estaba yo, despeinada, estrujada, trepando los pies en muebles de colores tenues, poniendo vasos fríos directamente sobre las mesas, escurriéndome sin secarme sobre las alfombras. Yo sagitariana hasta la médula que convivo feliz con el caos, porque el caos vive dentro de mí,  yo que saltaba desde el marco de la puerta para poder llegar hasta la cama, yo que dormía en una esquinita de ella porque el resto era territorio ocupado. Yo quise meterme allí, porque no tengo nociones dimensionales y nunca estoy segura si las cosas caben o no. Y con ese virgo cohabito y  me habita, por lo que vive dentro y con el caos, y no tengo margen de comparación sólo sé que con ese me basta y me sobra. Ese virgo que guardaba la tostadora y la cafetera dentro de las cajas cada vez que se usaban. Ese virgo cuyo armario se divide por colores, estampados y estilos de camisas. Ese virgo que nunca echa en la canasta de la ropa sucia, la ropa deportiva sin antes dejarla secar. Ese virgo que pone todos los ganchos hacia la izquierda con la ropa mirando hacia al frente. Ese virgo que no puede concebir mi torpeza corporal y vive recogiendo mis destrozos. Ese virgo que inhala profundamente cuando ve las condiciones del interior de mi carro. Ese virgo que tan pronto llega a la casa endereza las sillas y guarda los platos limpios. Ese virgo que se lava la boca en las mañanas antes de besarme, el mismo virgo que me da masajes en los pies y luego me los envuelve con toallas tibias. Es virgo llega con bolsas de ropa que yo no me he probado y que siempre me sirven a la perfección. Ese virgo que se empeña en adornarme con prendas costosas, aunque sabe que mi pasión son las plumas y los viajes. Ese virgo me deja leerle cada barbaridad que escribo y me dice infaliblemente que está buenísimo. Ese virgo me atiende cuando hago mis disertaciones sobre la guerra, mis monólogos sobre novelas que nunca ha leído. Ese virgo me mira con ternura cuando me ahogo en llanto porque la perra se lastimó una cadera.  Ese virgo recoge los animalitos muertos de la carretera o del balcón para que yo no los vea.  Ese virgo me deja morderlo aunque no entiende por qué mis expresiones de afecto son siempre tan toscas. Ese virgo me plancha la ropa en las mañanas cuando tengo una entrevista y se ríe cuando digo que se me había olvidado que ese atuendo lo había mandado a la tintorería. Ese virgo que me trae la toalla cuando me baño y se me olvida.  Ese virgo que tiene más amigos que los días que tiene el año y se llena la boca diciendo que es selectivo. Ese virgo me ha dado clases de amistad 101. Ese virgo que se siente responsable de su familia y también de la mía. Ese virgo que no duerme, que no conoce el placer de no hacer nada. Ese virgo que toma jugo de sábila en las noches y mejunje de algas en las mañanas. Ese virgo que tomaba pastillas para limpiarse el hígado y los riñones, pero bebía y fumaba hasta el amanecer. Ese virgo que todavía se sorprende de la cantidad de comida que cabe en este cuerpo de sesenta pulgadas. Ese virgo que un día dejó de fumar y no ha vuelto a tocar un cigarrillo más nunca. Ese virgo que maniobra con los problemas gigantescos como si nada y que se le destruyen los nervios cuando rompo una taza. Ese virgo que se escandaliza con mi amplio vocabulario soez. Ese virgo que me dice que no le molestan mis minifaldas, pero sí mi forma terrible de sentarme. Ese virgo que me dijo un día que me fuera a España, que él me iba a esperar, ese mismo virgo me ayudó a empacar. Ese virgo me dijo un día que no tenía más nada que buscar y yo le creí. Y ese mismo virgo modificado, contaminado, neutralizado; me dice que estoy loca y me abraza cuando las hormonas me secuestran la razón. A ese virgo que yo le digo que estoy enamorada de su lindura y él me dice que de mi mente. Ese virgo que tiene una treintena de años en memorias acumuladas que no me incluyen. Ese virgo complicado, territorial, materialista, obsesivo compulsivo con la organización, ese virgo ordenado y responsable, ama a esta sagitariana caótica, egoísta, caprichosa, terca, apasionada y cruel. Y celebro que nos amemos con baños, armarios y cuentas separadas. Y lo celebro funcional y hermoso, como sé que él  celebra mi humor negro y mis locuras, y en mi cuerpo sigue habiendo fiesta cada vez que lo veo, feliz cumpleaños virgo mío!