Me recuesto en el sofá, el momento que llevo esperando desde que salí por la puerta. Amélie se me sienta en el pecho y me estiro para llevar mi cabeza al descansa brazo. Justo cuando intento alzar mi torso apoyándome en mis codos, siento una punzada desde la izquierda de mi pezón izquierdo atravesándome diagonalmente las costillas y llegando hasta la espalda. En el mismo medio del dolor más agudo que he sentido, recuerdo que por ahí, muy cerca, está mi corazón. No podía respirar y sentí pánico. No vi imágenes de mi vida, ni pensé en nadie, pensé en mí, egoístamente en mí. Tal vez tiene que ver con que no soy madre, de seguro las madres piensan en sus hijos cuando creen que se van a morir, o al menos eso dicen. Empecé a decirme tranquilízate, tranquilízate, que tal vez el infarto te lo estás terminando de provocar tú misma, respira…Pensé, que me iba a morir sola, y que me iban a encontrar muerta con la perra lamiéndome las orejas. Comprobé mi teoría de que lo último que se pierde no es la esperanza, es el miedo.
Agarré mi celular y marqué el número de consultas telefónicas de mi plan médico, una grabación decía que si esto era una emergencia, que colgara inmediatamente y llamara al 911. Pensé que si hubiera sabido que era una emergencia eso haría y por eso los llamaba a ellos para que me dijeran si era o no una emergencia. Imagínate que llegue una ambulancia porque yo tengo dizque un infarto, y sea un gas, habrá cosa más humillante que esa. Prefería a Amélie mordiéndome los lóbulos fríos.
La enfermera clínica me pregunta si padezco de la presión, diabetes, si soy paciente cardiaca, si tengo un soplo en el corazón, si tengo el colesterol alto, contesto no, no, no que yo sepa, no hasta ahora, no gracias a Dios. El miedo me ha vuelto más católica. Me pide el número de teléfono para poder llamarme si se corta la llamada. Que le describa el dolor, que si hice alguna fuerza, que si pasé un mal rato. Dolor agudo en el pecho, como una puñalada, no puedo respirar bien, solamente mapié, malos ratos todo el día, pero ninguno desde que llegué. Me dice que hay que abrirme un record. Me desespero y le pregunto, dígame si así se siente un infarto, como lo que yo estoy sintiendo, ¿esto puede ser un infarto? (para de una vez colgar y llamar al 911, bien mandada yo). Me dice que se siente así mismo pero que si fuera un infarto no podría hablarle como lo estoy haciendo, que el teléfono tiene un mecanismo especial que ella puede escuchar mis palpitaciones mientras le hablo, yo no le creo. Me dice que puede ser muscular o tal vez gases. Segunda teoría comprobada, me libré del ridículo. Me pide el número de contrato de mi plan, de momento recuerdo que esto es un servicio que aparentemente alguien paga. En lo que busco la tarjeta me pide nombre, fecha de nacimiento, seguro social, dirección, le dicto los trece números que aparecen en la tarjeta y me dice que hay algo mal. Los números, se los repito, hay algo mal. Parece ser que mi tarjeta está vencida, le explico que trabajo para el plan que probablemente la nueva está en el carro, me dice que busque la tarjeta y cuando encuentre la vigente la llame inmediatamente, cuelga. Me empiezo a reír y el dolor se intensifica, pero no voy a buscar nada, (me digo) no debe ser nada de preocuparse si la señora me colgó por un problemita con los dígitos, ¿y si llama ella a la ambulancia? No, ella tiene mi número, busco la tarjeta por si las moscas, no vaya a ser que mande a la ambulancia y sí sea un infarto y no me ayuden por el mismo dichoso numerito que falta o que sobra.
Pasaron más de 24 horas y nunca me llamó. Hoy fui a una doctora, pero me atendió una enfermera, por un momento pensé que podía ser la misma de ayer, que tiene un part-time y que tal vez me regañaba. Me tanteó los senos, me preguntó si estaba ovulando, menstruación, me señaló un tejido inflamado, me toqué yo misma, es una costilla, la corregí, ella se rió de mi, costilla ni costilla, es un tejido mamario inflamado. Creo que reconozco mis costillas. No se lo dije. Me dio un crash course de cómo hacerme un auto examen del seno. Me dijo que yo era muy joven, pero que no estaba de más. Me preguntó si había historial de cáncer de mama en mi familia, le dije sí mi tía. a los 32. yo tengo 23. me tomó la presión y el pulso. Me acostó en la camilla esa forrada de papel, me puso unos chuponcitos regados por el cuerpo, un electrocardiograma, pensé en el Niágara en Bicicleta de Juan Luis Guerra. No era necesario estaba segura insistió. Me dolió mucho acostarme, el dolor más fuerte que ayer. Me mandó a quitarme la camisa porque tenía un broche de metal, también las sortijas y la cadena. Me dijo que no me iba a doler nada y que las cosas de metal interferían con el examen. Seguía teniendo interferencia, mi brassier tiene varillas, omití información. Por alguna extraña razón pude confesarle que mis panties tenían rhinestone. Ella se rió otra vez, esta enfermera era más feliz que la de anoche o soy mucho más graciosa de lo que creo. Estás muy ansiosa, tienes que respirar suavecito. Todavía demasiado fuerte, niña qué ansiedad. Tienes que estarte quieta y respirar lo más despacio que puedas. Mira, tu respiración está tan acelerada que dañaste el electrocardiograma. Eso no me ayuda a relajarme. Me empieza a hablar de una playa, de las olas, de la brisa, yo pienso en mi perra y la cara de susto que tenía anoche. Estás respirando un poco más suave, todavía no tanto como quisiera pero ni modo. Me dijo que viviera un día a la vez, que Dios lo tenía todo bajo control. Me dio agua de azahar. Le pregunté qué tenía, me dijo que salió todo bien, que tenía osteocondritis. Sonaba peor que un infarto. Tengo los cartílagos que unen las costillas con el esternón inflamados. Ella me lo explicó mejor, usó las baby back ribs que nos comemos y las partes duritas difíciles de morder. Me pasa a menudo, creo que tengo cara de idiota. La explicación científica la saqué de Wikipedia. Incluso decía que el que padece de esto suele entrar en pánico porque sus síntomas son sumamente parecidos a un infarto. La doctora me recetó un antiinflamatorio y un relajante muscular para dormir. Me recomendó comprar té de camomila, pero que si mis niveles de ansiedad siguen fuera de control; debo regresar para que me receten algo para eso. La enfermera me dio el teléfono de una masajista, le pregunté si eso ayudaba para la ostecon... Me dijo que no, que para la osteocondritis me puedo aplicar frío y calor, descansar, evitar cargar cosas pesadas y movimientos bruscos. La masajista era para la ansiedad, que le pida a mi marido que me la pague y que me deje vivir en paz. Yo le dije que mi esposo me había dicho que eso tenía que ser tensión. La enfermera dedujo que él era el causante. Antes de irme me dijo que el dolor que yo tenía, un hombre no lo aguantaba. Nosotras estamos diseñadas para poder soportar más dolor. Nuestros cambios hormonales nos producen ansiedad, pero también hacen que vivamos más que ellos, por eso les dan más infartos. No tengo las estadísticas para comprobarlo. Me insistió en el autoexamen de los senos, que me pase dos deditos unidos alrededor del pezón, buscando, buscando como un relojito, hasta llegar a las axilas, que use aceitito o lo haga mientras me baño. Siempre creí que eso una lo hacía estando acostada. Me puso dos parchos de Ben-Gay que se asoman por el borde de mi camisa, tengo que responderle a la gente cada vez que se fijan. Ya sé lo que se siente un infarto, y cómo hacerme un auto examen, nunca más podré comer costillas, me he memorizado el número de mi tarjeta de plan médico, (es más importante que mi licencia y mi seguro social) aprendí que pensar en mi perra con cara de susto me relaja, que hay enfermeras burocráticas y otras terapéuticas y que hay cosas que no tienen sentido y que por absurdas, son tan bonitas.
Agarré mi celular y marqué el número de consultas telefónicas de mi plan médico, una grabación decía que si esto era una emergencia, que colgara inmediatamente y llamara al 911. Pensé que si hubiera sabido que era una emergencia eso haría y por eso los llamaba a ellos para que me dijeran si era o no una emergencia. Imagínate que llegue una ambulancia porque yo tengo dizque un infarto, y sea un gas, habrá cosa más humillante que esa. Prefería a Amélie mordiéndome los lóbulos fríos.
La enfermera clínica me pregunta si padezco de la presión, diabetes, si soy paciente cardiaca, si tengo un soplo en el corazón, si tengo el colesterol alto, contesto no, no, no que yo sepa, no hasta ahora, no gracias a Dios. El miedo me ha vuelto más católica. Me pide el número de teléfono para poder llamarme si se corta la llamada. Que le describa el dolor, que si hice alguna fuerza, que si pasé un mal rato. Dolor agudo en el pecho, como una puñalada, no puedo respirar bien, solamente mapié, malos ratos todo el día, pero ninguno desde que llegué. Me dice que hay que abrirme un record. Me desespero y le pregunto, dígame si así se siente un infarto, como lo que yo estoy sintiendo, ¿esto puede ser un infarto? (para de una vez colgar y llamar al 911, bien mandada yo). Me dice que se siente así mismo pero que si fuera un infarto no podría hablarle como lo estoy haciendo, que el teléfono tiene un mecanismo especial que ella puede escuchar mis palpitaciones mientras le hablo, yo no le creo. Me dice que puede ser muscular o tal vez gases. Segunda teoría comprobada, me libré del ridículo. Me pide el número de contrato de mi plan, de momento recuerdo que esto es un servicio que aparentemente alguien paga. En lo que busco la tarjeta me pide nombre, fecha de nacimiento, seguro social, dirección, le dicto los trece números que aparecen en la tarjeta y me dice que hay algo mal. Los números, se los repito, hay algo mal. Parece ser que mi tarjeta está vencida, le explico que trabajo para el plan que probablemente la nueva está en el carro, me dice que busque la tarjeta y cuando encuentre la vigente la llame inmediatamente, cuelga. Me empiezo a reír y el dolor se intensifica, pero no voy a buscar nada, (me digo) no debe ser nada de preocuparse si la señora me colgó por un problemita con los dígitos, ¿y si llama ella a la ambulancia? No, ella tiene mi número, busco la tarjeta por si las moscas, no vaya a ser que mande a la ambulancia y sí sea un infarto y no me ayuden por el mismo dichoso numerito que falta o que sobra.
Pasaron más de 24 horas y nunca me llamó. Hoy fui a una doctora, pero me atendió una enfermera, por un momento pensé que podía ser la misma de ayer, que tiene un part-time y que tal vez me regañaba. Me tanteó los senos, me preguntó si estaba ovulando, menstruación, me señaló un tejido inflamado, me toqué yo misma, es una costilla, la corregí, ella se rió de mi, costilla ni costilla, es un tejido mamario inflamado. Creo que reconozco mis costillas. No se lo dije. Me dio un crash course de cómo hacerme un auto examen del seno. Me dijo que yo era muy joven, pero que no estaba de más. Me preguntó si había historial de cáncer de mama en mi familia, le dije sí mi tía. a los 32. yo tengo 23. me tomó la presión y el pulso. Me acostó en la camilla esa forrada de papel, me puso unos chuponcitos regados por el cuerpo, un electrocardiograma, pensé en el Niágara en Bicicleta de Juan Luis Guerra. No era necesario estaba segura insistió. Me dolió mucho acostarme, el dolor más fuerte que ayer. Me mandó a quitarme la camisa porque tenía un broche de metal, también las sortijas y la cadena. Me dijo que no me iba a doler nada y que las cosas de metal interferían con el examen. Seguía teniendo interferencia, mi brassier tiene varillas, omití información. Por alguna extraña razón pude confesarle que mis panties tenían rhinestone. Ella se rió otra vez, esta enfermera era más feliz que la de anoche o soy mucho más graciosa de lo que creo. Estás muy ansiosa, tienes que respirar suavecito. Todavía demasiado fuerte, niña qué ansiedad. Tienes que estarte quieta y respirar lo más despacio que puedas. Mira, tu respiración está tan acelerada que dañaste el electrocardiograma. Eso no me ayuda a relajarme. Me empieza a hablar de una playa, de las olas, de la brisa, yo pienso en mi perra y la cara de susto que tenía anoche. Estás respirando un poco más suave, todavía no tanto como quisiera pero ni modo. Me dijo que viviera un día a la vez, que Dios lo tenía todo bajo control. Me dio agua de azahar. Le pregunté qué tenía, me dijo que salió todo bien, que tenía osteocondritis. Sonaba peor que un infarto. Tengo los cartílagos que unen las costillas con el esternón inflamados. Ella me lo explicó mejor, usó las baby back ribs que nos comemos y las partes duritas difíciles de morder. Me pasa a menudo, creo que tengo cara de idiota. La explicación científica la saqué de Wikipedia. Incluso decía que el que padece de esto suele entrar en pánico porque sus síntomas son sumamente parecidos a un infarto. La doctora me recetó un antiinflamatorio y un relajante muscular para dormir. Me recomendó comprar té de camomila, pero que si mis niveles de ansiedad siguen fuera de control; debo regresar para que me receten algo para eso. La enfermera me dio el teléfono de una masajista, le pregunté si eso ayudaba para la ostecon... Me dijo que no, que para la osteocondritis me puedo aplicar frío y calor, descansar, evitar cargar cosas pesadas y movimientos bruscos. La masajista era para la ansiedad, que le pida a mi marido que me la pague y que me deje vivir en paz. Yo le dije que mi esposo me había dicho que eso tenía que ser tensión. La enfermera dedujo que él era el causante. Antes de irme me dijo que el dolor que yo tenía, un hombre no lo aguantaba. Nosotras estamos diseñadas para poder soportar más dolor. Nuestros cambios hormonales nos producen ansiedad, pero también hacen que vivamos más que ellos, por eso les dan más infartos. No tengo las estadísticas para comprobarlo. Me insistió en el autoexamen de los senos, que me pase dos deditos unidos alrededor del pezón, buscando, buscando como un relojito, hasta llegar a las axilas, que use aceitito o lo haga mientras me baño. Siempre creí que eso una lo hacía estando acostada. Me puso dos parchos de Ben-Gay que se asoman por el borde de mi camisa, tengo que responderle a la gente cada vez que se fijan. Ya sé lo que se siente un infarto, y cómo hacerme un auto examen, nunca más podré comer costillas, me he memorizado el número de mi tarjeta de plan médico, (es más importante que mi licencia y mi seguro social) aprendí que pensar en mi perra con cara de susto me relaja, que hay enfermeras burocráticas y otras terapéuticas y que hay cosas que no tienen sentido y que por absurdas, son tan bonitas.
He leído los poemas de tú página y me han parecido sublimes, no recuerdo como he llegado hasta aquí supongo que ha sido por casualidad. Bueno saludos y sigue así que me encantará leerte cada jueves
ResponderEliminarMe asusto mucho cuando me dan esos dolores de pecho, rápido pienso q me puede estar dando un infarto, que voy a morir joven todo por culpa da las benditas cuentas q hay q pagar cada mes, que si no da el dinero, q la casa se esta cayendo en canto y hay q arreglarla y unas cuantas cositas mas. Se como te tuviste q haber sentido, por q yo pienso con quien quedaran mis hijos.
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