miércoles, 31 de diciembre de 2008

OCHO NEGRO

Sí, me lo voy a permitir y voy a escribir de lo inevitable. Del año. De este año que ha sido un mal amante. O tal vez como dice mi astróloga en mi mente nadie ama como amo yo y lo más triste de todo es que no sé amar. No me lo inventé, así se posicionaron los astros para verme nacer, 10 días más tarde de lo supuesto. Hace exactamente un año atrás suspiraba aliviada de que el 2007 finalmente había terminado. Sí, tengo un patrón de conducta, como toda mujer maltratada, no es mala suerte, es mal gusto. Cáncer en el gusto, me parece que genético-hereditario/conducta aprendida; como todo.
En el 2003 había alcanzado mi mayoría de edad parcial. Estaba estudiando una carrera hermosa que me llenaba de felicidad cada mañana. No tenía grandes aspiraciones monetarias y tenía el gran sueño de irme a España el próximo año. No tenía ahorros ni grandes ni pequeños (eso aún no ha cambiado, ajá, patrones de conducta) pero algo me llamaba del otro lado del océano, o tal vez demasiadas cosas me empujaban a huir de aquí. Luego aprendí que a lo que uno le huye de las ciudades, se va con uno. No permanece en la ciudad, país, pueblo o continente anterior, te persigue, porque la mayoría de las veces ya lo tienes dentro. Esa noche, el 31 de diciembre de 2003 iba a trabajar en un hotel, mi tía me compró un jabón de ruda, para restregarme fuertemente todo lo malo (que ahora que lo pienso no habían tantas cosas malas después de todo), agua de rosas para bañarme y atraer todo lo bueno, un cubo dentro de la ducha para recoger toda el agua que caía y volvérmela a tirar por encima. Recuerdo lo que quería que llegara, dinero para el viaje, poderme ir al viaje y alguien que me amara mucho. Tenía en ese momento alguien que me amaba mucho, (también he aprendido que el mucho se mide de acuerdo a las capacidades del que ama, no a las necesidades del amado) en el fondo quería que esa persona me amara más, entiéndase: mejor. Esa noche trabajé en un hotel, me llamaron para esa noche en particular, necesitamos a alguien mayor de 18 años que sea bilingüe y que pueda trabajar hoy… silencio en la línea. Y yo pasando lista, edad, ajá, idioma, ajá, hoy, ajá. YO! Cuento largo corto porque tengo 5 años que cubrir. Trabajé en ese hotel por más de tres años, con ese dinero fui a España y conocí a quien hoy día es mi esposo. Mi recomendación es que sean exageradamente específicos en lo que pidan, escuchen mi consejo y no tienten la creatividad y sentido del humor de Dios.
Creo que la despedida del 2005 fue la última vez que le dije adiós a un año con nostalgia y emoción a la vez. Acababa de regresar de España, era una persona nueva (que al sol de hoy todavía estoy intentando conocer y atemperar con mi yo vieja) y me graduaba y casaba el año entrante. De ahí en adelante los años han sido complicados, complejos. Aunque casi siempre termino reconciliándome a finales de año conmigo, con el resto de la gente tengo la debilidad de reconciliarme casi instantáneamente. Al final del año intento buscar razones para dar gracias y hacer mi lista de peticiones específicas, después de cierto año siempre lloro a las 12, tengo problemas con las despedidas y las pérdidas. Soy un caso perfecto para una tesis sicológica.
Una de mis abuelas, la testigo de Jehová me decía cuando estaba triste que hiciera una lista de las cosas que Jehová me había dado y las que no me había dado y me iba a dar cuenta obligatoriamente de lo afortunada que soy. Recuerdo las listas kilométricas de bendiciones y mis esfuerzos sobrehumanos a mi corta edad para reclamarle a Dios las carencias. Escribía cosas como que no me había dado una hermana, que realmente nunca quise tener, pero la premisa era las cosas que no me había dado. Todavía lo hago.
Pasando lista: este novio mío, el 2008 me regaló una aceptación a estudios postgraduados, un curso de tarot, una posible nueva carrera, una costeocondritis, las dos semanas más dolorosas y aterradoras de mi vida (que me hicieron darme cuenta de que tengo más y mejores amigas de lo que pensé y de lo que merezco), dos o tres funerales, un taller maravilloso de creación de novelas, varios ataques de pánico, tres meses de desempleo, un resultado sospechoso en un PAP (que vino acompañado de 15 días esperando el anuncio de un cáncer), un resultado negativo, demasiadas mongas para poder contar, Amelie (mi perrita que amo de un modo para nada saludable), Siemprejueves (mi blog, al que tengo abandonado y que de las pocas resoluciones que tengo es amarlo mejor), una salida larga del país, una amiga nueva y maravillosa que se parece tanto a mí que obviamente me asusta, una cafetera espectacular, una perforación en la nariz que me duró menos que algunos de mis amores más cortos (y que me tiene sin poder donar sangre hasta junio del año que viene), un trabajo nuevo, compañeras de trabajo que enriquecen mi rutina, un jefe nuevo (Cáncer: con el mismo cumpleaños que uno de mis amantes más dolorosos) a quien admiro y envidio porque parece ser uno de los seres más libres que he conocido, la inauguración de una nueva relación con mi primo que hasta hace poco casi ni conocía, la reaparición de mi fantasma más terco que hizo entrada en mi vida para decirme cibernéticamente perdón y gracias y con esa gracia que le caracteriza me cerró un punto abierto en el universo y en el corazón.
El 2008 me regaló demasiadas lecturas de casos y tribunales, muy poca literatura, muy poco cine, poca playa, un concierto de Juan Luis Guerra, otro de Black Guayaba y otro de Luis Miguel, prácticamente todos regalados, dos spas, una hipnosis regresiva (en la que aprendí que le temo a que nadie nunca me sepa cuidar), una sicóloga medio loca (me consta que es redundante) que me dijo que vivía con Sleeping with the Enemy, mucho alcohol, mucho menos humo y nicotina, maratones de estudio (totalmente nuevos para mí), una parálisis en el lado derecho del cuerpo, una visita al fisiatra, otras a la neuróloga, laboratorios de sangre, un CT Scan, el descubrimiento de unos puntos de origen desconocido en mi cerebro, una preocupación nueva de un posible padecimiento vascular/cardiaco, la prohibición de mis pastillas anticonceptivas, una naturópata en San Lorenzo que se llama Ruvva y que mirándome la iris del ojo me desnudó la salud. Esto vino acompañado de una fuerte recomendación de evitar carnes rojas, harinas blancas, y refrescos y siete pastillas naturales diarias.
El 2008 fue tan amable de traerme sube y bajas de peso, unas nuevas, prematuras e imprudentes líneas de expresión a los lados de la boca (ni que me hubiese reído tanto en el año), paños en los brazos, la revelación de la isla Caja de Muertos, algunos viajes por la isla, unas pocas visitas a moteles, un colapso de mi sistema nervioso, un nuevo pavor a abrir el buzón y encontrar deudas facturadas, un préstamo estudiantil el cual planifico utilizar de las formas más placenteras posibles, nuevos pagos y mensualidades, más altas tasas de interés, más altos balances adeudados, un odio profundo por mi banco, muchas ralladuras en el carro, un abrazo a mi mejor amigo directamente de Jalisco, y desde Sevilla: más visitas de las esperadas de mi ________(estoy buscando inventarme una nueva palabra, porque ya ni amiga ni hermana me bastan), muchas más felicitaciones de cumpleaños de las que coseché, buenísimas cenas, mejores vinos, el estado comatoso de Ananda (mi computadora), una sobrina (probablemente Valentina) en camino, ni una boda, ni un bautizo, ni bailes de graduación.
Mi año oscuro se llevó a Frida (mi gata hermosamente gorda), me la intercambió por muchas canciones nuevas que amo, Elsa & Fred, dos boletos gratis para viajar intercontinentalmente, seminarios mágicos de escritores latinoamericanos que Mayra tuvo la bondad de invitarme, la despedida de compañeros de trabajo que me hicieron mejor ser humano y una profunda preocupación por la salud de mi papá. El 2008 se llevó aquellos vestigios de memoria que hacían que mi abuela en ocasiones me reconociera, y no logró recuperar mi fe como esperaba. Me obsequió además una familia política que no había adoptado como tal.
El 2008 me hizo esperar, esperar, esperar y esperar. Lo que resistes, persiste. Se me repitieron todas las pesadillas que más detesto, la de la playa esa que nunca he visto que se recoge completa y yo le grito a la gente que corra y nadie me hace caso y el mar arropa todo y se lo lleva, también la de que me persiguen y estoy tratando de entrar a casa de mis padres y el portón no abre, la de la chorrera que es como un túnel y cuando llego a la mitad está llena de agua, y por último la de que tengo un letargo tan grande que no puedo casi abrir lo ojos, ni moverme, ni hablar ni reaccionar. No puedo contar las veces que las soñé. A veces soñaba una y me despertaba y me lavaba la cara y cuando me volvía a acostar o se repetía o empezaba a soñar otra diferente, pero de las mismas cuatro. La mayor parte del tiempo en el 2008 estando despierta, me sentí en una continua persecución, como que ninguna puerta se me abría, como que me estaba ahogando, como que me lo quitaban todo y como que no podía reaccionar, por más que quisiera. Anoche no soñé, porque no dormí. Ahí lo tienen: un festín de psicoanálisis.
Quiero abandonar este año, no quiero reconciliarme con él ni agradecerle lo aprendido, quiero que nos dejemos inmaduramente, rabiosamente, y que jamás nuestros caminos se vuelvan a cruzar, así de radical. De la forma en que es imposible hacerlo en esta isla. Lo siento no sé ser amiga de mis pasados amantes. No me sale, me parece contranatural, confuso, como si el tiempo se doblara y el pasado y el presente se tocaran. Lo dejo por la verdadera razón por la cual uno debe romper con la gente: porque ha logrado que yo no me guste. Voy a sonreír a las 12, tal vez hasta me ría, porque ha sido cruel no sólo conmigo sino con mucha gente y aunque me pasó la manita regalándome ciertas cositas, la mayoría de ellas me las sudé y las demás me las cobró con creces. Agarró mis mayores miedos y me los paseó constante y continuamente por la piel, lo cambio pelo a pelo por el 2009 y me abrazo a él con mínimas expectativas. Lo recibo con nimias resoluciones: escribir más, preocuparme menos, no sentirme culpable y proteger mi mente con uñas y dientes, hasta de mí misma si es necesario. Prometo escribir las cosas buenas que me traiga para regalarles algo más optimista el año que viene para estas mismas fechas. Le pido que me ame más y mejor, salud, viajes, fortaleza, fe, fortuna. Y ahora voy a pedir específicamente: que me borre los puntos del cerebro, y que cuando los borre se me olvide por qué estoy tan resentida, que no se me adormezca más ninguna parte del cuerpo (ni del espíritu), que me ayude a ser mejor Edmaris, mejor estudiante, mejor amiga, hermana, hija, sobrina, nieta, prima, esposa, madrastra, ama, paralegal, escritora. Que me recuerde cómo se perdona, que me ayude a tener una mejor relación con Dios (que no tenga que ver con culpa, quebrantos de salud, necesidad o miedo), que me lleve (por lo menos) a Alaska, New York y Argentina, que se lleve los problemas económicos que me rodean a mí y a la gente que amo, que no me haga esperar o que me deje de doler tanto la espera, que me regale tolerancia (no poniéndola a prueba una y otra vez), que me amen con pasión y compasión, que me quite el terror que me da cuando me siento soberanamente feliz.
Me caso hoy con el 2009, como buena estudiante de Derecho con capitulaciones, de 365 páginas y 8,760 cláusulas. Entro desilusionada, por lo que no me llevaré grandes chascos.
Todo lo mío es mío y lo de él también (incluyendo frutos y rentas, inflaciones y aumentos, por el pasar del tiempo o esfuerzo de cualquiera). Él se queda con todas mis deudas y las suyas. El contrato expira en el 2010 y lo cambio única y exclusivamente con la garantía de uno mejor. Quiero despedir el 2009 llorando, rogándole que no se me vaya.

1 comentario:

Diana Margarita dijo...

exhaustingly beautiful... just like 2008.

yours... nameless...

__________?