viernes, 11 de julio de 2008

Lecciones

Me enseñaste que lo que crees que te gusta no siempre es lo que quieres, que odio las corridas de toro, pero me encantan las posturas de los toreros, con la misma naturalidad con la que no entiendo un juego de pelota pero deliro por los uniformes de peloteros. Me enseñaste que no siempre hay una forma correcta pero siempre hay una más funcional, que los ganchos de ropa van hacia la izquierda con la ropa mirando hacia el frente no porque te lo inventaste, sino porque por algo está así en las tiendas. Me enseñaste a comprar en rebajas, me enseñaste que diez años no son nada a menos que se midan en anuncios publicitarios y canciones. Me enseñaste que soy una amiga mediocre y me diagnosticaste un desorden no de personalidad pero si de estructura con un síndrome obsesivo compulsivo de celos. Me enseñaste a dejar el celular prendido porque no toda la gente que amas vive contigo. Me enseñaste que soy más masculina que tú, que tengo manías aunque no las veo. Que huelo los platos cuando los friego, que me da asco sacar el tapón del fregadero, que detesto los pelos en las escobas y que me molestan los sonidos consecutivos. Me enseñaste que soy peligrosa cuando no he comido y que puedo aguarme los ojos para conseguir lo que quiero. Me enseñaste que el catarro se combate con vodka y jugo de china, vodka contra las bacterias, jugo de china por la vitamina C y que todo es cuestión de ignorar los síntomas. Me enseñaste que tienes más fuerza de voluntad que yo y que mis vicios nunca son dependencias de sustancias. Me enseñaste que la arrogancia la mayor parte del tiempo es una virtud convincente. Intentaste enseñarme que la gente merece una segunda oportunidad, cosa que me niego a aprender. Intentaste enseñarme que la gente es buena en esencia cosa que la vida te obligará a desaprender. Me enseñaste que nunca me llevarás la contraria pero siempre harás lo que te parezca, que tendrás la cortesía de pedirme opinión como ejercicio burocrático y simbólico, pero que siempre tendré la razón al final y que el señalártelo, me anularía el mérito. Me enseñaste que las prendas son inversiones, que no hay que tener dinero, hay que tener buen crédito. Me enseñaste que a veces la verdad puede ser tan destructiva como las mentiras. Me enseñaste que tengo más personalidad de perro, aunque me gusten más los gatos. Me enseñaste que persigo a la gente para terminar de contar mis historias, que me siento desnuda cuando leen algo mío frente a mí. Me enseñaste que soy incapaz de expresarme con claridad si no es por escrito y que lo escrito no siempre es suficiente para el resto del mundo. Me enseñaste que me da trabajo decirle a la gente cuánto los quiero y que piropeo para compensar. Me enseñaste que sólo acaricio bruscamente y que no puedo controlar mi fuerza. Me enseñaste que para mí sólo hay dos tipos de persona: los que me encantan y los que detesto, porque los que me dan igual, termino detestándolos. Igualmente aprendí que no le doy igual a nadie o me adoran o no me soportan. Me enseñaste que no tengo filtro y que mi mente va tan rápido que muchas veces le gana a todo lo demás. Me enseñaste que mi humor es más negro que negro y que puedo producir herejías como si fuese un reflejo corporal. Me enseñaste que mi lengua es un arma peligrosa y que mi superpoder es destruir cuando estoy rabiosa. Me enseñaste que nunca digo lo que no siento pero a veces digo lo que no quisiera decir, que no miento ni borracha pero exagero de forma magistral. Me enseñaste que mi memoria es una maldición y que el alcohol me violenta hacia donde no es. Me enseñaste que insultar es un arte y que no hay humillación mejor esculpida que aquella que se dice sin subir la voz y sin una sola palabra soez. Me enseñaste que mi desorganización te asfixia y me lo dificulta todo a mí. Me enseñaste que mi inteligencia no es congruente con mi inseguridad y que mi odio intermitente al país es una riña casi familiar. Me enseñaste que no sé sentarme, que no puedo ir al baño sin cerrar la puerta y que le tengo fobia a lo escatológico. Me enseñaste que el jugo de sábila lo arregla todo. Me enseñaste que la pornografía también puede ser educativa y que mi literatura también puede ser pornográfica. Me enseñaste a ver en los ojos de la gente cómo me ven. Me enseñaste que mi hermano puede hacer de mí lo que le plazca. Me enseñaste que uno puede amar tanto un aspecto de un ser humano, que puede pasar por alto todo lo demás. Me enseñaste que hay que guardar las cajas para que sea más fácil mudarnos. Me enseñaste que los armarios deben estar clasificados: camisillas, camisetas, sudaderas, abrigos, polos, camisas de mangas cortas, camisas de mangas largas, trajes. Que cada subdivisión a su vez debe dividirse en blanco, crema, gris, azul, negro, etc., estampados o sólidos. Me enseñaste que los mosquitos sólo me pican a mí. Me enseñaste que me pongo histérica cuando me voy de viaje, hasta que pongo las nalgas en el avión. Me enseñaste a que si no salgo una vez al año de la isla, la neurosis se apodera de mí. Intentaste enseñarme a no echarle tanto jabón al agua para mapear y a escurrir el mapo con las manos. Me enseñaste que a veces soy incapaz de conmoverme por un ser humano y que le tengo una compasión inexplicable a los animales. Me enseñaste que me gusta más el dinero de lo que me permito reconocer. Me enseñaste que soy más física de lo que creo, menos romántica de lo que creía y más honesta que lo deseable. Me enseñaste que soy capaz de meter mis pies en la arena de esta isla y sentirme feliz si te tengo cerca del resto de mi cuerpo. Me enseñaste que soy incapaz de escribirme una vida en otro código postal si tengo que dejar ese pedacito de ti viviendo sin ti. Me enseñaste que el amor no es como la marea, porque no depende de la luna. Me enseñaste que el amor está hecho de gente y se parece a la gente que lo padece. Me enseñaste que el amor no se combate con jugo de china y vodka, pero ayuda sentir que si se ignoran los síntomas lo suficiente, se puede vivir con él. Que cuando uno se enamora no entiende nada y se supone que sea así. Me enseñaste que eres capaz de sacar animalitos muertos del camino para que yo no los sufra al pasar. Me enseñaste que el amor hace que uno no se parezca a uno mismo y la mayoría de las veces esa es la parte mágica del asunto.

1 comentario:

Diana Margarita dijo...

A ver... canción del día:

empieza por... "Me enseñaste a no fumar sin desayuno, me enseñaste a dividir, que la suma de uno y uno siempre es uno si se aprende a compartir..." Y lo más importante; "que los celos son traviesos, que es mitad falta de sesos y mitad inseguridad"

No pude evitar pensar en Arjona, porque me encanta pensar que un día me tocará a mí dejarme enseñar. Al menos eso espero.

D