jueves, 31 de diciembre de 2009

2010

Amanecí hoy con un llantén que no se me quita. No es una lloriquera mala. Es como si tuviese el pecho tan lleno que se tiene que desbordar por algún lado y la salida más próxima fueron los ojos. Tal vez tenga que ver con que el día está lluvioso y quizás se me pegó de alguien con quien viví alguna vez que el clima le manipulaba el ánimo. La cosa es que tengo los ojos liqueando desde que los abrí, continuaron así mientras paseaba a mis perros, me desvié por completo para comprar café porque casi nadie trabaja hoy e intenté todas las tácticas que me sé de memoria para detener el llanto y nada. Creo que se me rompieron los lagrimales.

Una vez hace algunos años los ojos me lloraron y me lloraron, pero no sentía nada en el pecho. Me mandaron a irme al hospital, pensando que tenía conjuntivitis. Nada que ver, tenía bronquitis combinada como con cuatro cosas más que también terminaban en itis. El doctor me explicó que era inexplicable cómo yo estaba de pie y sin quejarme. Le pregunté qué tenía que ver que tuviese los pulmones a punto de estallar con que mis ojos lloraran. Me dijo que era mi cuerpo avisándome que algo andaba mal. Diciéndome que me detuviera porque no me estaba dando cuenta del dolor que sentía. Me dijo que las mujeres tenemos una tendencia a resistir cantidades absurdas de dolor y por lo regular cuando nos quejamos es porque llevamos tiempo aguantándolo.
Tal vez es mi pecho de nuevo. Pero no el pulmonar, sino el que está debajo de eso. Es que no lo he dejado expresarse. Al pobre le duele, le duele desde enero. Lleva 12 meses aguantando y no sé si el llanto es sencillamente un merecido alivio. Como cuando la gente acaba los maratones y se derrumban cuando pasan la meta. Parece que se me acabó el aliento prematuramente, unas cuantas horas antes de la meta. Y la meta obviamente era sobrevivir este año.

Voy a ser positiva. Bueno, voy a intentarlo por el tiempo que me tome y lo que me dure el aliento para escribir esta entrada. Quiero establecer como preámbulo de conocimiento general que este ha sido el peor año de mi vida. Probablemente eso dije el año pasado (si buscan la entrada de esta misma fecha hace doce meses verán que sí) pero lo del 2009 no tiene nombre. Voy a permitirme una gringada (o dos) y voy a esforzarme por “count my blessings” a ver si eso sienta la pauta para un año espectacular.

En el 2009 aprendí lo que siempre he sabido pero lo entendí a cabalidad. Dicen que el que busca encuentra. Yo siempre digo que sólo se encuentra si lo que uno está buscando existe. Primera premisa de la cual partí. Lo que sí aprendí es que no se debe preguntar lo que no se quiere saber y que no se debe buscar lo que uno no está preparado para encontrar, porque el descubrimiento puede ser fatídico y para mí lo fue. (ya se fue al carajo el positivismo y llevo tan sólo un par de párrafos)

En este año descubrí que no estoy loca. Que lo que me habían diagnosticado (no profesionalmente) eran teorías fundadas. No me hago películas, las intuyo. No atraigo malos augurios, los presiento. Tengo una intuición maleducada, pero la tengo, es cuestión de academizarla. Tengo desde la mañana un sentimiento bonito, lloro pero sonriéndome. Lloro con ganas de llamar a todos los contactos de mi celular y decirles gracias. Lloro con ganas de escribirle un mensaje a cada una de las personas que me han sostenido. Lloro porque inexplicablemente me siento profundamente agradecida de este año pesadillezco.

En este año tuve 9 ó 10 periodos en vez de 12 ó 13 y eso como mujer se agradece. En este año llegaron Milán y Tokio a mi vida, como música de fondo, como compañía, como el movimiento que hace falta en cualquier casa semi vacía. En este año le perdí el miedo a la mayor parte de mis fobias, ¿cómo? Sencillo, me acompañaron en el desayuno, almuerzo y comida y también a mitad de noche, hasta que me acostumbré a su presencia. En este año mis amigas han sido hadas mágicas, de todos los colores, todos los humores, y todas las formas posibles. Me han literalmente cargado.

Este año me regaló un vidente que me vio (valga la redundancia) como si fuese transparente, como si yo pensara en voz alta, como si no hubiesen secretos posibles de esconder. Este año me trajo unos fantasmas viejos, que todavía existen, que me desconocen ya, pero que me hicieron sonreír por el tiempo necesario. Este año me llevó a New York y en dos semanas se me abrieron los ojos, el cerebro y la imaginación.

En este año salvé mi mente. Salvé mi claridad, mi cerebro, mi humor. Salvé una luz que la gente que me quiere ve, dicen que es como si saliera del centro de mi garganta y que últimamente se conformaba con titilar. En este año mi corazón aprendió la taquicardia, las palpitaciones, las punzadas, y siempre agradezco las nuevas sensaciones. Este año aprendí a coserme, a remendarme a punzadas, a usar lo que estuviese a la mano para repararme: imperdibles, agujas, pega de uñas, de pestañas, cinta adhesiva, papel, macilla, lo que fuera. Me lo pasé a tientas tocando los bordes y las paredes y tratando de no romperme las espinillas con las esquinas, algunas de las cuales siempre estuvieron ahí. Tropecé como una ciega, una y otra vez, con todas las luces prendidas y lo peor de todo sin que nadie me moviera las cosas de lugar.

En este año me entendí. Me capté en serio. Y por eso, no tengo resoluciones. No las cumplo. Hago casi todo lo que me pidan, pero me niego a lo que se me impone. Lección número uno. Peso diez libras más y en el fondo ni me preocupa. Se irán cuando sienta que se tienen que ir. Por ahora las acomodo como puedo. En el 2010 seré esto que soy, me explico… Soy sagitario hasta la médula menos en aquello de los deportes y los exteriores. Soy regona, caótica y escandalosa. Mi risa es estruendosa y no la pienso moderar. Ando en tacos o descalza, no se me dan bien los puntos medios. No me gusta la gente neutral, me aburren. Como, bebo y hablo como hombre, aunque tenga una estructura ósea diminuta y dimensiones innegablemente femeninas. Soy honesta sin remedio, no sé mentir, no sé disimular y si no me delata la boca me delatan los ojos. No sé hacer las cosas a medias, no tengo un nivel medio de intensidad. Maquinaria sencilla: potencia máxima o apagada. No puedo planificarme con demasiada anticipación en el fondo porque detesto que me cambien los planes y si algo me hace ilusión y se me cancela lo sufro, así que evito de antemano esa última sensación. Cumplo mis promesas, hasta el borde de mis capacidades. Necesito salir de este país que amo y odio diariamente, al menos dos veces al año por el bien de mi salud mental y de los que me rodean.

Al 2010 le voy a pedir: que me borre por completo el terror que le tengo a que me dejen caer. El miedo que me han dejado a que algo o alguien me produzca cosquillas. Quiero tener el control total de mi peso, no corporal, de Mi Peso. Quiero verdades enteras, detalladas, descriptivas, brillantes, pero verdades nada más. Quiero fiestas y más fiestas. Quiero celebración tras celebración, quiero que no se me olvide el agradecimiento aprendido a batazos. Quiero abrazos, muchos abrazos, besos largos y vulgares, quiero bailar, viajar y reírme hasta que me duela intensamente la clavícula. Mi madre nos decía cuando nos reíamos mucho a mi hermano y a mí, ríanse mucho que después van a llorar. Cuando me siento bien feliz, me da miedo. Quiero estar absurdamente asustada durante los próximos 365 días, quiero no creerme el nivel extático de felicidad en el que vivo. Quiero que me miren como si me saliera luz no de la garganta, sino de todos lados. Quiero que me quieran de todas las formas posibles. Quiero que la gente se sienta suertuda porque soy parte de sus vidas. Quiero que en algún momento alguien me mire por las mañanas y dé las gracias, a aquello en lo que crea, lo que sea.

Quiero no poder ni deletrear la palabra escasez. Quiero ver cosas nuevas, lugares nuevos, y también, por qué no quiero docenas de zapatos nuevos. Quiero salud. Soy oficialmente una adulta porque pido salud, para mí, los míos y los tuyos. Quiero poder devolverle a mis amig@s al menos una porción de lo que me han dado. Quiero comidas sabrosas, borracheras de las lindas, escritos cursis, libros que me vuelen la cabeza, películas que me vea obligada a comprar para ver de nuevo una escena memorable, quiero buenas notas, profesores que me inspiren, dinero inesperado, polvos mágicos, clausuras necesarias. Quiero doce periodos completos. Quiero relevo de deudas. Quiero regalos. Quiero que mi familia tenga paz, de la real, de la profunda, de la que te hace dormir casi diez horas y cantar en la ducha. Quiero tener miles de motivos para dar gracias, quiero tener suficiente para repartir sin que me falte. Quiero cantar todas las mañanas y todas las noches. Quiero querer mirarme en los espejos. Quiero enamorarme de mí. Quiero comprar pasajes y regalármelos porque me los merezco. Quiero que un día como hoy, de aquí a un año se me desborden los ojos porque no puedo creer que se acabe, porque tenga la sensación de que el año fue insuperable. Que tenga que arrodillarme a las doce a decir gracias.
No quiero ver el vaso ni medio vacío ni medio lleno, lo quiero como mis ojos llevan las últimas cinco horas, lo quiero desbordado.

jueves, 17 de diciembre de 2009

H.O.M.B.R.E.S.



Hay hombres que te dicen que tus pies son tan feos que son bonitos. Hombres que te dejan pan sobao’ y el periódico los domingos en el balcón porque saben que es el único día que te gusta tener el periódico físicamente en las manos. Hay hombres que calientan las sábanas en la secadora solamente porque a ti te parece una de las mejores sensaciones gratis en el universo. Hay hombres que le quitan la regadera a la ducha por el mero hecho de que te encanta que el chorro de agua salga a sus anchas doliéndote un poco mientras te bañas. Hay hombres que te preguntan si tienes compra en la nevera. Hombres que te dicen que si les gustabas con quince libras menos, imagínate ahora que tienes más de todo. Hay hombres que te hacen un mapa de las avenidas principales en una servilleta para que no te pierdas en el área metro donde naciste y has guiado desde los 16. Hay hombres que cuando despiertas te están mirando dormir. Hay hombres que se quedan despiertos en la cama sin moverse porque saben que te despiertas a la menor provocación. Hay hombres que te ayudan a pasear a tus perros, hombres que te enjabonan la espalda, hombres que le ponen pasta a tu cepillo de dientes. Hay hombres que entran a tu blog religiosamente, semanalmente con la esperanza de que haya algo que aún no hayan leído. Hay hombres que te llevan a comer mantecado cuando otro hombre te ha hecho sentir que lo único que vale la pena en el mundo es comerse algo que te haga olvidar por un par de minutos que el dolor existe. Hay hombres que a la media noche salen a combatir los grillos que hacen escándalo frente a tu ventana. Hay hombres que te compran blackouts que cuestan seis dólares cuando te sientes derrotada porque algún día te escucharon decir que el blackout sabía a triunfo. Hay hombres que se roban las mejores copas de donde trabajan porque detestas el sabor del vino en un vaso plástico. Hay hombres que te llenan de música. Hay hombres que te dicen que tus senos son perfectos porque le caben en su boca. Hay hombres que logran convencerte que no hay mejor desnudo que cierto ángulo de tu vientre. Hay hombres que te transcriben la canción “mi mujer” porque es donde único soportas esas dos palabras juntas. Hay hombres que hacen una fila contigo por más de cuatro horas hasta debajo de la lluvia, con sombrilla y silla de playa, para comprar taquillas a un concierto que ni les interesa. Hay hombres que te juran por la madre que los parió que te ves mil veces mejor que Eva Longoria. Hay hombres que te dicen que vas a ser buena mamá porque siempre tienes la falda caliente. Hay hombres que te dicen que no hay forma de prestarte atención mientras hablas porque tu boca está pidiendo siempre que la besen. Hay hombres que te dicen que tú los pervertiste. Hay hombres que te piden que los perviertas. Hay hombres que te dicen que no te imaginas las veces que se tocaron pensando en ti diciendo su nombre. Hay hombres que le hacen corazones y mariposas a la espuma de tu café. Hay hombres que saben que pides los capuchinos dobles, con leche dos porciento, un sobre de azúcar morena, crema batida y canela. Hay hombres que todos los días te esperan en un café. Hay hombres que se dejan arañar, morder y hasta despeinar… sí, los hay. Hay hombres que te sacan a bailar aunque no sepan bailar y otros que te sacan a bailar aunque les caiga Troya después. Hay hombres que regatean en los mercadillos para conseguirte unas pantallas de turquesa y aguamarina de las que te enamoraste. Hay hombres que usan el segundo nombre que tú les pusiste para regañarlos. Hay hombres que te dicen que qué pena que seas su hermana porque pareces artista de cine. Hay hombres que te regalan cuanta cosa digas que te gusta aunque estén en su casa y no les pertenezcan. Hombres que pelan las almendras con un martillo para que te las comas frescas. Hay hombres que beben vodka cuando están contigo porque detestas el sabor a whiskey en la boca. Hay hombres que te dicen mi santa, flaca, princesa, chiquilla, chula, belleza tropical, edamame, revoluidi, boronía, caviar del cairo, bombón de mantequilla y entienden perfectamente que odies que te digan muñeca por alguna razón que ni te explicas. Hay hombres que te prestan mil quinientos dólares para la opción de una casa. Hay hombres que te regalan la colección de discos de Sinatra. Hay hombres que cada vez que te ven te cantan “La Bikina”. Hay hombres que te dicen que te ves bonita así, pero te ves mejor desnuda y sin maquillaje. Hay hombres que te piden que te les trepes encima, aunque no les hagas nada. Hay hombres que te masajean el cuerpo entero durante 85 minutos. Hay hombres que te llevan hasta Mayagüez para cumplirte un capricho. Hombres que ven obras de teatro insufribles sólo por acompañarte. Hay hombres que te dicen que tu brillantez es musical. Hay hombres que te acompañan a las citas médicas. Hay hombres que te quitan la ropa empezando por los zapatos y terminando por las pantallas. Hay hombres que te citan oraciones enteras que tú escribiste. Hay hombres que te dejan encerrarte en su oficina a estudiar. Hay hombres que te pagan talleres de cine. Hay hombres que se sientan con la boca abierta a verte bailar. Hay hombres que te hacen reír hasta que te duela la clavícula. Hay hombres que te dicen que cuando sientan miedo de caerse se agarrarán de tu clavícula que es perfecta para eso entre otras cosas. Hay hombres que te hacen ver colores y escuchar melodías cuando terminas.
Hay hombres así, no son leyendas urbanas, ni fábulas de niños, ni teorías de humor-tivación. Suelen estar en diferentes cuerpos, en diferentes épocas. Los he tenido de padres, de ex novios, de abuelos, de amantes, de hermanos, de esposos, de masajistas, de cyber jevos, de baristas, de jefes, de compañeros de trabajo, de primos, de lectores.
Un jueves como hoy, necesitaba recordarme que hay hombres así.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

margen de error*

todo se reduce a números.
todo se reduce a divisiones.
todo se convierte en un cálculo monetario.
todo definido en un error matemático.
un error de esos
donde los dígitos no caben en la pantalla.
un error de esos químicos,
parecidos a los desajustes hormonales.
todo cabe en oraciones cortas.
nada necesita mayúsculas.
nada necesita signos de exclamación.
todo envuelto en puntos suspensivos...
todo agarrado de un signo de pregunta.
un signo gigante e infinito.
un signo de donde cuelga
el amor que te tengo.
un signo como un garfio
atravesándome el ombligo.
un signo como un anzuelo
entremedio de mis costillas.
vivo en un paréntesis,
donde me encerraste hace unos cuantos meses
quizás hace unos cuantos años
es que en los paréntesis no hay medidores de tiempo
no hay relojes de arena
de esos que me colgabas en el cuello
cuando prometías esperarme
cuando me creía que tu espera sería gratuita
vivo en un paréntesis,
en una profunda coma,
de esas que tanto detesto,
porque no tengo pausas en la mente
no tengo pausas en el vértice,
vivo en un paréntesis
que no tiene nada de explicativo
hoy escuché tu voz
y esta vez no tenía eco
esta vez no retumbaba
tenía un tono de olvido
tenía un dejo de engaño
de engañarnos, de mentirnos
de hacernos los que no sabemos
los que no se acuerdan
que una vez las voces llenaban el espacio
atravesaban el mundo
cada uno en un océano distinto
y era suficiente
hoy hablamos de cuentas y de muebles
hoy hablamos de divorcio y de sartenes
hoy hablamos de los perros y el cable
hoy hablamos de gastos y tragedias
hoy hablamos de vajillas e hipotecas
hoy lloré y me dio vergüenza
de esas de encuentros extraños
de esas de amantes con una equis al frente
hoy lloré y me dio tristeza
porque me he gastado en ti la memoria
todo un inventario de tus lunares
siempre es feo llorar frente a alguien
que se conoce tu cuerpo desnudo
siempre es feo llorar lejos de alguien
que te autografió las entrañas
y te sacó del mundo.
hoy entré a aquella casa
esa casa perfectamente limpia
entré y te dejé un cheque
miré la casa vacía,
miserablemente reluciente
con una nota flaca
que decía se te extraña
y yo sintiéndome extraña
en este cuerpo desconocido
esta extraña sedienta
esta extraña con frío
esta extraña sin agenda
esta extraña caótica
esta extraña con un hambre masculina
esta extraña que amaste un día
esta extraña que miró la casa
cuarenta y siete veces
antes de dejarla de nuevo vacía
el mismo número de días
que lleva este cuerpo cerrado
con corriente en las perillas
soy buena con los números
aunque los detesto
y uso calculadoras solares
porque sospecho del resto
no quiero escucharte distante
no quiero leerte extrañarme
no soy capaz de dividir
la casa limpia entre tantos
tengo un dolor multiplicante
un vacío recalcitrante
detesto tener que medirte
no existen teoremas equivalentes
no hay espacios equidistantes
no hay opciones congruentes
necesito con urgencia restarte
tienes que dejar de exponenciarte

viernes, 27 de noviembre de 2009

Gracias Tardías

Me negaba rotundamente a escribir una oración clichosa de acción de gracias. Pero mi familia poco a poco se ha ido achicando contrario a años anteriores y soy la oradora designada por “default”. Además ayer fue mi cumpleaños y hoy amanecí hormonal, así que aquí va.

Doy gracias ante todo porque de alguna milagrosa manera he logrado levantarme todas las mañanas de este año. He logrado encontrar una razón o muchas razones en distintas ocasiones para coger este cuerpecito mío y levantarlo, (debo confesar que algunos días logré arrastrarlo) salir de la cama e intentar sobrevivir un día más.

Doy gracias porque soy mucho más fuerte de lo que jamás creí ser y que se joda voy a ser un poco arrogante y me voy a alabar un poco porque me lo merezco.
Me han tirado con todo, y estoy viva. Respiro, me levanto, me maquillo, canto mientras me baño, sonrío todos los días, abrazo, escribo, trabajo, estudio, duermo y respiro otra vez. Creo en la gente y sí, creo en el amor, y doy gracias por todas las personas nuevas que han llegado a mi vida, doy gracias por las personas viejas que nunca se han ido muy lejos, doy gracias por las personas no tan nuevas que se pasean de vez en cuando por aquí y doy gracias también por los que ya no están conmigo. Doy gracias por los seres que me amaron y aquellos que dejaron de amarme. Por aquellos que me han hecho reír a carcajadas y aquellos que me han hecho llorar hasta el ahogo (que muchas veces han sido los mismos). Doy gracias por todo lo que me han enseñado de la vida y de mí misma. Doy gracias porque rocé el milagro de ser mamá y me cambió la vida para siempre. Doy gracias por Amelie, porque la amé y la amo y la mento a cada rato, porque la extraño y eso me enseña que soy capaz de amar de maneras nobles, de maneras largas, de maneras dolorosas, pero de maneras grandes. Doy gracias por el dolor que siento algunas noches, porque me daba mucho miedo perder la capacidad de dolerme y todavía la tengo. Doy gracias por las corrientes me que recorren el cuerpo, porque todavía soy quien era y sigo siendo un signo de fuego. Doy gracias por el niño de mi vida que ha sido y es mi mayor maestro, porque creo que nadie nunca me ha amado de una forma tan honesta como esa. Doy gracias por mi familia, por mis padres que engavetan sus problemas para cargar con los míos, por añorarme, consentirme, llorar conmigo, reír conmigo, por llamarme todos los días, por soportar mis cambios radicales de humor, mis perretas, mis llantenes, mis locuras, mis buenas y malas decisiones. Doy gracias por mis amigas, por su diversidad, porque algunas me hornean bizcochos, otras me hacen arreglos de flores, otras me escriben entradas de blog, otras me envían repasos de derecho, otras me defienden a capa y espada, otras me hacen reír, otras me llevan a bailar, otras me alimentan, otras me llevan a la playa y otras se comunican conmigo desde el otro lado de los océanos, doy gracias porque están ahí y han estado para mí mucho más d e lo que yo he estado para ellas. Porque han sabido decir la palabra correcta o el abrazo necesario o la mala palabra urgente o sencillamente me han tocado el pelo mientras lloro o han prestado la oreja sin censurar mis herejías. Doy gracias por mi hermano porque es un hombre hermoso en toda la extensión de la palabra. Doy gracias por mi trabajo por todo lo que he aprendido, porque tengo gente que me enseña, doy gracias por mi jefe porque aunque a veces no la comparta no deja de sorprenderme su visión del mundo.
Agradezco esta nueva oportunidad que la vida le ha dado a mi familia aunque haya venido disfrazada de tragedia, como dice una canción de Bebe “pero mi casa se vuelve a construir aunque los tornados la destrocen”. Doy gracias por la música que llena mi casa. Por la paz que me habita. Por todos los placeres que he tenido la dicha de experimentar. Por la buena comida, los buenos vinos, las buenas letras. Porque he llegado al segundo año de derecho Dios sabrá cómo.
Doy profundas gracias por Milán y Tokio mis alegrías cotidianas, mis enojos intermitentes, mi cardiovascular dos veces al día, los ojos que se alegran de verme, los ojos que se entristecen cuando lloro, que se confunden cuando bailo. Los cuatro ojos que me saludan cada mañana.

Agradezco mi salud, mi corazón que de vez en cuando se acelera demás y de vez en cuando me acuchilla, mi cerebro que funciona, que es elástico y abierto, por mis ojos miopes que graban caras y ayudan a mi cerebro gimnasta a crear historias, por estas manos que saben acariciar según dicen, por este ombligo que me centra y me empuja hacia delante, por mi boca grande que logra cosas, y mis brazos fuertes que abrazan sin piedad.

Doy gracias por lo que soy, por lo que fui y por lo que seré. Porque existo. Por este cuarto de siglo. Por las oportunidades, por los triunfos y las pérdidas. Doy gracias a Dios porque existe y porque de alguna misteriosa manera sigo creyendo en muchas cosas, cosas grandes cosas pequeñas cosas ciertas y otras dudosas.
Gracias.



martes, 24 de noviembre de 2009

Conspiración del Gabo

Hoy el Gabo siguó el camino hacia tu casa, parece que mi carro es tan voluntarioso como la dueña y decidió hacerse el que no sabe que esa casa ya no es mía. Quizás ya viene siendo tiempo de cambiar de carro, llevamos más tiempo de la cuenta juntos. Puede ser que el Gabo (y en parte es mi culpa por ponerle un nombre tan carismático), tiene personalidad propia y lo cierto es que recibía mejor trato de tu parte. Hoy se enojó conmigo el carro y se cerró prendido, con las llaves dentro y los limpia parabrisas encendidos. Quizás los carros, como los perros tienen edad humana multiplicada por siete y si es así el Gabo está acercándose a los 17, y es una edad difícil.

La cuestión es que el Gabo se confabuló con mis hormonas, con mi cumpleaños que se acerca, con la mierda de día que he tenido, con mi camisa nueva de paquete que ensucié con el blanqueador que usé para limpiar el inodoro, con el agua que no tengo porque mi casera olvidó pagar la fianza, con el Internet que decidió dejar de funcionar, con el módem que sencillamente se desprogramó porque aparentemente no le gusta el mes de noviembre, con el jamón de mi nevera que decidió dañarse cuando no tiene ni una puta semana de comprado, con mis amigos que se van de viaje, con mis amigas que están tan enamoradas que me dan ganas de vomitar, con un taller de cine exquisito que me tiene la sensibilidad de punta y a punto de estallar, con Bebe y Estopa que son los sustitutos de mi loquera que por lo que veo ahora también es sólo tuya, con mis perros que antes eran nuestros y que se han empeñado en comerse una pared por ninguna razón aparente. El Gabo se ha vuelto poderoso, y se pasa sacando recibos tuyos y cartas tuyas de debajo de las alfombras, el baúl las produce cual máquina de hacer dinero, estoy convencida de que el Gabo se ha confabulado con Dalí también, sí el carro de mi familia que al principio estaba destinado a ser mío y que a mí nada más se me ocurre nominar las cosas con semejantes nombres, Dios proteja de mí misma los hijos que algún día puede que tenga si no tienen un padre con suficiente carácter como para imponérseme. La cosa es que sospecho una conspiración donde se unen el banco, el mismo que se queda con la casa donde crecí, se une con mi jefe que no tiene la menor idea trágica, se une con mis pretendientes platónicos que en el fondo viven aterrados de mí y no los culpo, se unen a mi terrible forma de conducir, a mi desorganización, a mi bendita mala suerte y un día como hoy se puso de acuerdo el Gabo con las cuatro cervezas que me tomé, con mi terrible alimentación, con esta dichosa monga que jura que a va a vencerme a menos de una semana de mis 25 y por unos 123 segundos me dio nostalgia y permití que mi carro rebasara un semáforo más de la cuenta. Concentrándose mi cuerpo tan sólo en el no querer dormir sola este viernes. En mi cuerpo felino deseando ser tocado como necesidad cuasi biológica, en lo seguro que se sentía tu cuerpo, en lo feliz que me hacía ese torso caliente contra mi espalda, estuvieses sobrio o ebrio, fuesen la una o las cuatro de la madrugada, me hubiese acostado sonriendo o mordiendo la almohada de rabia, hacia ti, contra ti, a pesar de ti, por encima de ti, por ti…

Y me imaginé llegando a esa casa, de donde aún tengo una llave, entrando por la puerta sufriendo taquicardia, atravesando la sala casi jadeando, caminando ese pasillo cortito vacío que se me haría eterno y encontrando esa cama vacía, como casi siempre; vacía.

Y él me devolvió a mi casa derrotado, es que él sólo recuerda nuestra casa por fuera como tanta otra gente sólo por fuera, pero después de todo él se hizo gente cuando llegó a mis manos, es un acuariano total, terco pero llevadero, ya se irá haciendo a la idea, están yendo a terapia de grupo, a veces él con mis hormonas, a veces él con mi torso friolento, a veces él con mi vértice, a veces él solo. No se puede quejar vive más caótico pero más posible, más regado pero más querido, tiene un techo y tiene paz, ¿qué más puede pedir? El Gabo original escribió “la nitidez perversa de la nostalgia” mi carro es todo un Buendía. Igualito que José Arcadio que estuvo amarrado a un árbol tanto tiempo, que cuando lo soltaron se quedó a sus pies. Mi pobre Gabo se confundió por dos minutos, es que hace tiempo que mis perímetros no rozaban tus circunferencias, es que tuvo un día de pinga el pobre.



viernes, 13 de noviembre de 2009

Bipolar




Me ha tocado vivir siempre en los dos lados,
casi siempre del lado que menos me convence,
que menos me apela, que menos me conmueve.

Y digo me ha tocado como cosa estratégica
para no asumirme vendida
para no entenderme cedida
para no aceptar que me he ido laxando
y que extraño mi rigidez.

Aquella rigidez con fundamentos
bordada de teorías.
Aquella rigidez apasionada
como todo lo violento
Aquella rigidez violenta
como todo lo apasionado

Y hoy lleno mi laxitud de argumentos
que se escriben con “e” de excusas
y me falta convencimiento
pa’ decir que me lo creo

Que me he mudado bastante a la derecha
por razones hipotecarias
por préstamos académicos
por responsabilidades contractuales
por obtener un grado en derecho

Que ya me he acostumbrado
a que mis tacos no resuenen
por estar trabajando en alfombras.
Y mi alma gitana se pasea en chaqueta
incómoda pero intacta
despeinada pero exacta.

Y mis revoluciones se reducen a palabras
es lo que hago con todo
con todo lo que amo
y con todo lo que me duele.
Lo pillo en un poema.
Lo congelo en una página.

Lo aprendí de un doctor,
el mismo que me declaró llena,
el mismo que me anunció vacía,
el mismo que me congeló las entrañas.
Me parece que todavía
algunas partes de mi cuerpo
lagrimean en cubos de hielo

Es parte de estar en este polo
que cuando hablo parezco parte
que cuando callo creo sospechas
que por mi ropa me declaran miembro
por como como, se nota que conspiro.

Intento no reírme
porque sólo sé hacerlo a carcajadas
sonoras, gritadas, vulgares,
no se puede ser soez y patriota
(aparentemente)
Nunca ha sido mi culpa
tengo la boca demasiado grande
el hambre demasiado corriente
las ganas casi casi “arrabaleras”
la sangre exagerada-mente incorrecta.

Y protesto quedándome sentada
cuando el gobernador entra por la puerta
y diciendo “la libertad” en vez de “del mar y el sol”
cuando una mezzo soprano canta el himno
y con un poco de disimulo
me saco la mano del pecho
en la segunda intervención.

Sintiéndome culpable porque soy católica
como versión oficial
que casi nunca se parece a la verdadera

Y en el fondo me gusta más
lo que dice el pastor que lo que dice el cura
y en el fondo me conmueve más
el himno en inglés que el turístico en español.

Y me aterra pensar salir en el periódico
vestida así en este lado del bando
con un reloj de diamantes en la mano izquierda
y una sortija artesanal en la derecha.

Tal vez me he convertido
en una hipócrita orgánica
en una bipolar medicada
en una farsa justificada.

Tal vez me creo guerrillera con manicura
es que es tan fácil confundir
la claridad con la locura.

Quisiera hacer algo grande
pero trabajo como una burra
y completo con fondos federales
lleno de “peros” mis paros
y lo que está hecho de incongruencias
lo reconcilio con falsas alianzas.


El ‘ay bendito’ me da trabajo
pero me da pena el país
que en boca del líder
la palabra patria se vuelve agua
y en boca mía es un mero susurro
en vez de “del mar y el sol”
“la libertad, la libertad”
Un trasgresión cortita sin efectos
y cruzo los dedos mientras transgredo
doblando con la boca:
"... ansionsa la libertad"

-Fingers crossed just in case.-

domingo, 1 de noviembre de 2009

nana de niños genio


Hoy voy a ver a mi niño y tengo el corazón contento
Y uso la palabra corazón con el permiso de mis maestros
Porque ese niño me vuelve cursi
Me pone idiota
me vuelve madre.
Convierte mis rabietas en canciones
Mis perretas las vuelve nanas.

Hoy voy a ver a mi niño y tengo miedo
Miedo de que en tres meses ya tenga nuevos lunares
Miedo a que no le brillen los ojos como antes
Ese niño tiene memoria mágica
Lo sé porque yo también la tengo
y él es mi compinche sagitariano

y cuando tenga veinticinco
tendrá la bendición maldita
de recordar lo que le pasó a los cinco
y cuando mucho antes de sus veinticinco
ame con tanta fuerza que le duelan hasta las uñas
podrá cerrar su amor como se cierran los ojos
porque yo también podía y puedo hacerlo.

Tengo miedo a que me pregunte
Cosas que no sé contestarle
Y no hay nada más probable
Tal vez me pregunte por qué papá ya no me habita
O quizás él me explique
Los niños genios son formidables

Voy a mantener su amor
Con las estrategias más baratas
Llevarlo al cine, comprarle juguetes
Dejarlo que se llene la cara de mantecado
Y si nada de eso funciona
Trataré de decirle sin llorar
Lo mucho que lo amo
Lo mucho que extraño esa risa en las mañanas
Esas carcajadas sanadoras
Esos abrazos como los míos
Tan llenos de amor,
tan fuertes y dolorosos.



viernes, 30 de octubre de 2009

De-espacios y vacíos...


Tal vez la vida es esto. Emocionarse por llenar una nevera de cosas que a uno le gusta. Tal vez la plenitud está en estirar el cuerpo completo en la amplitud de una cama vacía. Y aprender técnicas de nivelación como dormir cada noche en un lado diferente por aquello de un día no entrar y ver la cama completamente ladeada hacia la izquierda.
Tal vez voy aprendiendo a desarrollar sistemas nuevos de supervivencia, de engaño, de soluciones temporales cruzando los dedos por que lo sean.
Tal vez los ojos se llenan de ver hombres hermosos con barrigas perfectas y nombres impronunciables en la pantalla de un cine o un televisor. Quizás todo funciona con mayor agilidad cuando las distracciones de uno son un caso petrolero que no apela a la más ínfima fibra de sensibilidad humana. Quizás para que el verbo de conmoverme se logre únicamente con un testigo maltratado por una jueza neurótica y las apariciones en nuestra oficina de un abogado hermosamente negro que tiene la delicadeza de comprar botellas de agua después del almuerzo. Tal vez necesitaba una buena excusa para volver a salir en noches de semana como si los años no hubiesen pasado. Como si yo creyera en las mismas cosas. Como si no necesitara cuatro veces el alcohol que necesitaba antes para cometer una estupidez. Como si no sintiera el maltrato en el cuerpo cuando intento pensar en las mañanas frente a un ordenador.
Tal vez me venía tocando ya. Tal vez venía siendo hora de hermanarme con las mujeres de mi vida de nuevo. De abrazar a mis mujeres nuevas que me van simplificando la existencia de maneras insospechadas. De vivir a través de esas emociones que ya no me salen tan espontáneamente. Quizás me toca dirigirles sus malas decisiones y saboreármelas como si fueran mías. Tal vez me toca divertirme dirigiendo sus juegos de palabras y seducciones, de bodas y mudanzas, de rupturas y despedidas de solteras. Tal vez me he vuelto una Pilar Ternera a quien le hace feliz saber que otros son felices y retozan en sus hamacas.
Tal vez me llegó el tiempo cerca de mi cuarto de siglo de dormir donde dormí de niña por suficientes semanas como para recordar que alguna vez lo fui y que aunque la pobre está apaleada y aterrada, sigue estando allí.
Tal vez es tiempo de enseñarle a mi cuerpo a pasar hambre. A educar a mis apetitos de una buena vez. A satisfacerme con insinuaciones, con invitaciones holográmicas, con provocaciones que en el fondo no tienen la menor intención de realmente ser. De jugar a escribir palabras en el móvil y mantener a mis fantasmas a la distancia de un teclado.
Tal vez es tiempo de recordarle a mi vientre que bailaba antes y después de estar vacío. De peinarme uno que otro viernes y al menos 21 días al mes usar ropa interior como si alguien la fuese a ver.
Tal vez es la época de sacrificar el dinero del cable y pagarme un masaje o dos al mes. Sigo siendo felina después y sobretodo antes de todo.

Quizá por ahora la estrategia de pensar en divisiones hipotecarias y la pérdida de un plan médico es la más adulta que se me ha ocurrido. Quizás ignorar las ansias de llorar con la misma maestría que ignoro el hambre tanto antes de acostarme, como en el mismo medio de la noche. Quizás es lo saludable y lo correcto. Tratar a mis perros como si fuesen humanos porque después de todo son mi comuna y la ficción jurídica de que técnicamente alguien me espera.
Tal vez es hora de hacer las paces con el silencio, con el mío que es muy distinto a aquél. El mío que está más lleno de voces que una casa con una docena de infantes.
Quizás la felicidad se reduce para gente como yo a no secarse cuando uno sale del baño y que nadie te hinche las pelotas por los rastros de agua limpia que te siguen por la casa. Quizás sí necesito tantas tantas cosas, que por mi característica testarudez lo quiero todo o nada. Y ganó esta última.
Quizás se me hace más fácil sonreír en un apartamento lleno de cuadros en las paredes aunque no tenga una silla y una mesa dónde comer. Cuadros o de mujeres desnudas o de tacones, porque quizás es mi forma de marcar territorio… un espacio lleno de palabras (escritas porque estoy sola), lleno de amor (perruno porque estoy sola), lleno de mí (porque estoy sola) y la palabra sola me dan ganas de llorar porque me parece hermosa. La práctica hace la perfección después de todo, inclusive en esto.
No me enrabio cuando algo se rompe, no me irrito cuando algo se mancha, me río cuando algo se pierde, suspiro cuando algo no prende, no lloro cuando nadie llega, porque llego yo y la casa parece completa.
En menos de un mes cumplo años y me da tristeza que no voy a recibir flores, acto seguido recuerdo que hace años que no las recibo y decido hacer algo grande, quizás celebrarme dependiendo como amanezca. Probablemente como siempre desayunando chocolate y quizás tirarme de un avión con paracaídas como regalo a mi cuerpo, un recordatorio contundente de que aún vibra. Quizás algo más profundo como marcarme, tatuarme para dolerme y recordarme que hay dolores más agudos, más físicos, más científicamente explicables y que tienen un principio y un final específico. Y mirarme en el espejo y ver una marca hermosa, sublimemente superficial, verme adornada y adolorida y tener la certeza que en mi próximo cumpleaños ya no parecerá ni siquiera una herida.

viernes, 3 de julio de 2009

Diluida

Ella no se cortaba las puntas del pelo. Nunca se tragó la idea esa extraña de que cortando las puntas se estimulaban las raíces, no cedía ni ante evidencia científica de que las plantas y los árboles actuaban así. No usaba marrón, ni estampados con estrellas, ni charol, ni combinaba más de tres colores, ni usaba dorado, ni curduroy, ni velvet. Todo por principio. Estaba llena de principios, de certezas, de teorías con o sin fundamentos. Creía en tantas cosas, en la astrología, en las almas gemelas, en la literatura, en la patria, en la independencia, en la belleza de lo sencillo, en la poca importancia del dinero, en la carencia absoluta del temor de hacer el ridículo. Medía cinco pies durante el día, semi descalza y de noche medía cinco o seis pulgadas más. No salía sin delineador, es más no despertaba al lado de nadie sin tener el lápiz debajo de la almohada. Se bañaba con agua fría, más bien helada. Comía de todo, sin importarle absolutamente nada, bebía de todo, con una particular tendencia a los licores masculinos. Era elástica y parecía incapaz de sentarse como una damita. Era brillante, o al menos eso se creía, eso decían. Era una comediante innata, podía hacer reír a casi cualquier ser humano, y lo mejor de todo era que lo lograba casi sin proponérselo. Coqueteaba casi por reflejo. Le dolían: el hambre del mundo, el racismo, el prejuicio, la homofobia, la falta de acceso a la educación, la desmoralización de su isla, la mentira, la injusticia, las enfermedades, le dolían, por más lejanas que le fuesen todas. Amaba su país, como uno ama a su primer amor, sin ningún límite porque no se conoce otra forma de hacerlo. No se peinaba y se asoleaba con refrescos de soda, siempre quedando color caramelo. Nunca se había pintado el pelo, no creía en las uñas postizas y le aterraba cualquier profesión que requiriera una chaqueta.
Quería viajar, conocer el mundo, costásele lo que le costase, aprender idiomas como sólo se aprenden honesta y permanentemente; por necesidad.
Era apasionada, tan apasionada, que parecía que se tragaba a sus parejas, los absorbía y poco a poco dentro de ella le parecía que desaparecían. Como se beben las copas, como se acaban los libros, como se acaban las canciones.
Ella no quería que la amasen muchísimo, quería amar muchísimo y sentirse adorada, que no es lo mismo. No le interesaban los trucos detrás de la magia. Le gustaba el espectáculo, la expectativa, la tensión, los subibajas emocionales, los escalofríos. No le interesaban los juegos de las manos del mago, ni los trucos de iluminaciones, ni las cajas con puertas secretas. Quería magia, durara lo que durara, estuviese hecha de lo que estuviese hecha.
Amaba los libros, no el objeto, si no la puerta que se abría en las novelas, esa vida de otros que se volvía propia, por algunos días, por lo que durara el viaje, ya fuesen 100 o 550 páginas. Cuando le gustaba una frase, rompía la página, no había forma que se perdiera la marca. No importaba que fuese una edición de colección. Escribía poesía, más que cualquier otra cosa, le salía natural. Jamás mecanografiaba poesía, eso era asesinarla desde el principio, la poesía estaba hecha a lápiz y papel.
Ella se pasaba cantando, delante de cualquiera, se sabía la letra de más canciones que probablemente cualquier otra persona que le duplicara la edad, otro de sus dones inútiles decía ella. No cocinaba, ni limpiaba, ella estaba hecha para mayores cosas.
No se peinaba, ni hacía ejercicios y una vez un amante le dijo que si se ejercitara, hubiese tenido el cuerpo perfecto. Y ella le dijo que hasta ahora no había tenido quejas de aquella versión imperfecta. Y así desechaba cuanta crítica recibiese, porque se sentía grandiosa y no había nadie que mereciese cambiar esa percepción, absolutamente nadie. Estaba llena de teorías.
Creía en Dios, más de lo que se permitía confesar, rezaba a diario, un par de veces, a su forma, por supuesto. Estaba orgullosa de su voluptuosidad, de la inmensidad de su boca, de la escasez de su pecho, de la longitud de su cuello, y hasta de la fealdad de sus pies.
Estaba orgullosa de su cabeza, de su cabeza dura, centrada, cerrada en ocasiones pero amplísima en tantas otras. Era difícil de escandalizar. Se le hacía demasiado fácil perdonar. Pero tenía totalmente delimitado todo aquello imperdonable. Tenía una mala suerte relativa. Todo le daba más trabajo de lo usual, pero al final los resultados solían ser mejores de lo habitual.
No quería casarse, no quería tener hijos, no quería tener dinero, quería un doctorado. No para poner una “d”, una “r” y una “a” delante de su nombre. Sino por el placer que se imaginaba que sería dedicar casi una decena de años a leer, leer literatura!
Quería ser una peliona toda la vida, discutir temas políticos en las bohemias, cantar hasta cuando desconocidos la oyesen, vivir sin peinarse, sin planchar la ropa, con pocos lujos y muchos placeres, con pocas pertenencias y centenares de viajes. Ella no quería ser madre, no quería ser esposa, ni siquiera le interesaba tanto ser amiga, ella quería ser amante y no en la acepción de adulterio más bien en el marco de amar como si fuese algo a lo que uno se dedica y recibir lo mismo como compensación. Porque ella sentía que lo hacía bien, la entretenía, la mantenía ocupada, la enfocaba, la obligaba a quedarse en un lugar, a establecer una ruta. Cuando no tenía pareja se desbocaba, no podía parar de hacer cosas, de buscar pasatiempos, de aprender lenguajes, leer libros, ver películas, ir a lugares, comprar pasajes, ir a fiestas, beberse todo lo que su torrente sanguíneo le permitía. No era que se sintiese sola, era que su intensidad se desparramaba, que su cerebro tenía demasiado tiempo para crecer. Cuando andaba sola, las camisas eran más cortas, las pantallas más largas, las salidas más continuas, las carcajadas eran más sonoras y sus discusiones con el mundo también. Ella estaba llena de teorías. Ella confiaba en sus habilidades amatorias, en su capacidad de cambiar a la gente, de afectar su medio ambiente, de encontrar poesía hasta en las calamidades y cuando algo muy feo le pasaba, escribía algo tan hermoso, que parecía haber valido la pena.
Era lo único que le tentaba de la maternidad, poder escribir sobre eso. Lo mismo con los tatuajes y la tentación de lanzarse al vacío, porque tenía muy pocos miedos y eso es siempre muy peligroso. No tenía muchos amigos, eso pensaba, pero conocía mucha gente. Tenía muy pocas lealtades y por lo mismo muchas menos preocupaciones. No tenía tacto ni filtro y era capaz de decir lo que fuese a quien fuera. Andaba con una navaja en la lengua, siempre tenía la contestación a medio salir. Tenía un apetito voraz, en todos los sentidos posibles, nada parecía llenarla, y por más que leyera, por más que comiera, por más que cantara, por más bocas que espulgara, siempre estaba insatisfecha. Por lo mismo, se levantaba todas las mañanas con una emoción grandísima de que tal vez ese preciso día podía encontrar aquello que pudiese darle sentido a todo y por lo mismo todas las noches se acostaba un poquito derrotada. Todas las mañanas se tocaba el cuerpo completo y se daba cuenta de nuevo de que estaba completa, que lo tenía todo y aún así no era suficiente. Y esa sensación de seguir necesitando, la volvía a levantar, la ponía a cantar, a leer el doble, a debatir con gente inteligente para salvar el mundo, a comerse la boca de alguien porque por algún sitio se tenía que llenar.

Algunas mañanas me pregunto, qué habrá sido de ella, si estará presa debajo de una chaqueta, diluida entre mi columna, con muchas menos certezas y el doble de las teorías. Me pregunto si mi comediante es ahora un mimo triste que intenta gritarme sin voz.

domingo, 31 de mayo de 2009

duelo

Ya puedo pronunciar tu nombre,

no porque duela menos,

sino porque alivia un poco.

 

Hace cuatro semanas y un día

que ya no estás.

Y todavía te hablo como si estuvieras.

Todavía abro la puerta esperando verte,

todavía me imagino tu silueta en el pasillo.

Y tengo la impresión de que ese pasillo crece,

porque todos los días lo veo más infinito.

 

Todavía se siente un vacío,

una ausencia terrible.

Y sentirme triste

porque no te tengo,

me hace estar menos sola.

 

Y ese espacio tuyo ahora está lleno de dos presencias

y ni siquiera multiplicando los seres,

ni siquiera con el doble del ruido,

Con el doble del trabajo, con el doble de los tropiezos

se reduce ni un porciento la certeza de que no estás.

No estás detrás de mis talones,

no estás frente a mi puerta .

Y quisiera creerme eso que siempre digo:

que el amor es como la energía,

que no se pierde ni se destruye;

se transforma

 

Se que estás transformada,

indudablemente en algun lugar lo estás.

Soy yo la perdida,

la destruída,

soy yo porque no soy ni amor ni energía.

 

Te veo mirándome desde la puerta,

como si hubieses sabido,

como si tus presentimientos fueran más sabios que los míos.

Y recuerdo verte feliz, más feliz que nunca,

más rápido que nunca,

casi casi volando,

casi casi bailando en círculos alrededor de nosotros.

Casi casi como un conjuro,

como un ejercicio mágico

como si te llevaras todo,

como si fueras capaz de absorber:

las maldiciones, los daños, las mentiras, los rencores.

Como si te lo llevaras todo,

como si pudieses salvarme,

como si fueses mi amuleto de la suerte,

un cuarzo de todos los colores.

 

Prefiero creerme que tenías una misión suicida

de esas llenas de honores y salvaciones

y no que un descuido,

una prisa asesina,

una desidia vecina,

te arrancó sin propósito.

Justo frente a mis ojos,

un primer sábado de mayo,

sin lluvias purificadoras,

 con un maldito sol de aliado,

con un grito amado que decía: Dios Mío

casi herético para algunos

porque los dolores debieran ser todos humanos

cuando no lo son no tienen mérito.

 

Y entendí la locura,

entendí las pasiones suicidas

y entendí lo gritos funerarios

y entendí la sombra de la muerte

enredada en la garganta.

Y peleé con Dios de nuevo,

que está harto de mis rabietas.

Y no supimos llorar juntos,

porque hay dolores que no pueden combinarse.

Y quería tirarme al agua,

quería comerme la tierra,

quería arrancarme el pelo.

 

Y todavía, amo mucho menos mi casa,

cierro un poco los ojos cada vez que la bordeo

y sé que algo debo de estar pagando

mi culpa católica es indomable

y mi tristeza inefable

una tristeza larga,

de esas que se muerden la cola

y me arrepiento de tantas cosas;

de minutos que llegué muy tarde

de precauciones que no se tomaron

de caminatas demasiado cortas

de regaños demasiado gritados

y ahora no me importan las sandalias rotas

ni los cables destrozados

ni los cientos de dólares invertidos

porque daría cualquier cosa por ver esos ojos de nuevo

por olerte otra vez la boca,

por cantarte nanas, por inventarte más versos,

no de estos versos horribles,

los poetas odiamos las elegías propias.

 

Porque llorar ya no es lo mismo,

cuando tú no bebes mi tristeza.

Y sí, me he vuelto cursi

y sí, canto mucho menos.

Y no, no quiero amar igual de fuerte,

no creo que pueda de todas formas,

no creo que deba, por órdenes médicas.

No hay pastillas felices, ni aspirinas,

ni placeres extáticos, ni melatonina,

que diluyan naturalmente la pena.

 

Me niego a soluciones químicas,

que me alivien el dolor,

me pregunto dónde se guarda el dolor

cuando se cubre de antidepresivos

dónde lo esconden y por cuánto tiempo

y qué pasa cuándo regresa

¿no será el dolor como los ríos?

que siempre vuelven a su cauce

y cuando menos uno lo espera

se rompe la represa

con toda la intensidad

que se ha ido acumulando.

 

Son 29 días, y he llorado 24.

Mi edad se multiplica,

se nota alrededor de mis ojos.

Le he perdido el miedo a tantas cosas.

Benedetti decía gracias a Dios que tengo la poesía,

me imagino que se refería

a que evita un poco la violencia,

la distrae, la disimula.

Yo he ido aprendiendo a distribuir mi rabia.

Intento usarla con sabiduría.

Estoy esperando a terminar mi cuota.

Es un conteo regresivo, como todo.

 

Seis meses de duelo dice mi loquera.

Algunos piensan que es sólo una acumulación de pruebas.

La gota que colmó la copa, que pudo haber sido cualquiera.

Pero no lo fue.

Es una tragedia.

Solita, independiente, poderosa.

Destructora, despiadada, agonizante.

Una tragedia de un sábado cualquiera.

Otra derrota para una temporada desastrosa.

Una tristeza que no quiero combatir.

Combatirla sería olvidarte.

Y olvidarte sería terminar de perderte.

 

 

 

domingo, 12 de abril de 2009

pérdida

Tengo 24 años y es la primera vez en mi vida que tecleo mi edad llorando.  De vez en cuando me alivia cuando hago algo por primera vez porque para mí uno es joven mientras queden cosas que hacer por primera vez. Hace tres semanas obtuve un resultado positivo de embarazo por primera vez. Y hace tres semanas me hice tres pruebas más para estar segura.  Hace tres semanas lloré por primera vez porque iba a ser mamá y la idea me aterrorizaba.  Hace tres semanas le dije en una tarjeta al hombre que llevo amando por casi cinco años que íbamos a tener algo nuestro, algo no planificado, algo no buscado, pero nuestro y hace tres semanas le vi una felicidad en los ojos que nunca antes le había visto. Desde hace tres semanas mi papá sonríe como hace tiempo no le veía sonreir.  Yo tenía miedo, mucho miedo.  Miedo porque trabajo y estudio. Miedo porque la casa no es suficientemente grande. Miedo porque no sabía si la relación era suficientemente fuerte para aguantar algo así. Miedo porque no tenemos dinero. Miedo porque soy sagitario y el cambio me da mucho miedo. Nacería un 30 de noviembre de 2009, concebido y nacido el mismo año. Sagitario como yo.  Dejé de beber, me chupé una monga a lo macho, sin un sólo medicamento.

No se vió nada en el primer sonograma y me dijeron que podía ser una de tres: o me embaracé tarde y me enteré demasiado temprano (lo cual explicaría que el ritmo fuese totalmente inútil), que fuese ectópico (idea que cancelé desde el principio) o que fuese múltiple, intenté descartarlo pero tengo que confesar que era lo más compatible con mi suerte habitual.

Me sacaron sangre como cinco veces buscando proporciones de hormonas, hasta la vida es así de calculada. Esa hormona hcg, debe duplicarse cada 48 horas. En mi última visita el lunes pasado, me dijeron que había subido como se suponía.  Empecé a buscar nombres, a ver cunitas, a ordenar moviles de mariposas para poner en el techo, tenía sueño todo el tiempo y mi esposo le hablaba a mi ombligo por las noches. Llegaba más temprano y me miraba como si yo tuviese una constelación de estrellas por dentro. Hasta la sicóloga nos dio medio de alta cuando nos vio. Nos dijo que nos veiamos más relajados, más felices. Me dejé de preocupar por los viajes que no iba a dar,  me compré jabones de manteca de cacao, emepecé a tomar más agua y vitaminas, a tomar ácido fólico y a permitirme comer lo que se me viniese en gana. Decidí decírselo a mi jefe, aunque no me diera la permanencia nunca. Le dije a mi esposo que le hiciéramos una cuenta de ahorros tan pronto naciera para que no se le hiciera todo tan difícil como a nosotros. El me dijo que nos fuéramos a un hotel antes de que la barriga estuviese dificil de manejar, que cenáramos rico, que sacáramos tiempo para nosotros.  Que cuando naciera nos iríamos a tatuar, como siempre habíamos dicho. De momento todo tenía sentido, todo parecía congruente, Dios tiene un sentido del humor negro pero no tan cruel como el mío; me dije. Como siempre me pasa cuando le doy el beneficio de la duda a alguien, me equivoqué.

Empezamos a recoger la casa, mi amiga de toda la vida vino a ayudarme a hacer un resaque de clóset. Un jueves santo, día de limpieza en esta casa. Y comencé a sangrar. De poquito en poquito primero, nada muy alarmante. Aún así llamé al médico y me mandó a acostar. Y yo reza que reza, de poquito en poquito, tampoco muy alarmante aparentemente.  Y así estuve más de 38 horas, acostada, metiéndome progesterona cada 12 horas y a veces un poco antes, para ver si paraba de sangrar.  Y me empezó a doler, de montón en montón. El doctor ya me había dicho que el cuadro no pintaba bien, 50/50 de probabilidades.  Por eso no apuesto, si mi probabilidad es 50/50 es una pérdida segura. Y así fue.

Es irónico como al principio no podía pronunciar estoy embarazada y ahora lo otro ni siquiera lo puedo refrasear. El embarazo al menos lo decía de otras formas: vamos a ir 1.15 personas, buena suerte titi, vas a ser abuela, no puedo ir al viaje en diciembre porque voy a estar recién paría, mi cumple #25 estaré a punto de reventar, no puedo beber nada que no tenga 400mg de ácido fólico por volumen,  etc. etc, etc.
Y me da tanta pena, no conmigo que he tendido (perdonen mi lirismo) un año de pinga. Me da pena porque odio que me desilusionen y por encima de eso odio desilusionar. Y la gente que más desilusionada está, no se dan ni la oportunidad de echarse a llorar porque sienten que me tienen que cuidar. 

Los niveles de hcg bajaron. Selección natural dice el médico. Uno de cada cinco embarazos se pierde. Si mis chances son 1 de 5 también pierdo, recién me entero. Él doctor dice que aunque yo llore o pataletee, él celebra porque preño, porque sabemos que me embarazo. Que ahora si voy a seguir buscando . . .  pero es que yo no estaba buscando nada. Es que yo le busqué y le encontré una razón teológica a todo esto para entenderlo, aceptarlo, pero ya había pasado la etapa de aceptación y estaba en la puta etapa feliz que siempre es la más corta. Mi esposo, metió toda su felicidad recién convertida en tristeza y se la tragó, me metió a la ducha, me bañó y me secó el pelo sonriéndome y sin mediar palabra. A mí nunca me consuelan las desgracias ajenas y si lo uso para consolar a alguien es que no encontré otro recurso.

Es domingo de Pascua y no lo voy a decir en español para no ofender a mi abuela, creo que sólo se puede ser hereje en castellano castizo. I’m fucking pissed off at God.
A veces pienso (pero es uno de esos pensamientos que mi formación católica cancela por culposos) que no le puedes demostrar a la vida que te gusta mucho o valoras mucho algo, porque indudablemente te lo va a quitar… es una mala traducción porque realmente las herejías las pienso en inglés, me siento menos culpable en inglés.
“Don’t let life know that you really want something, because she will take it away from you, she’s a woman and a mother after all.” -Yo

Probablemente me está salvando de algo peor, de un niño enfermo, de un embarazo terrible, qué se yo, en el fondo lo sé pero necesito sentir rabia ahora, necesito tener coraje porque soy una inútil cuando estoy triste. Yo soy cruel, siempre lo he sido y la condición empeora mientras tecleo.  El doctor me explicó la selección natural. La selección natural es de mis principios favoritos, después de Murphy claro está. Pasa en las tortugas, en los perros y hasta en los elefantes. Pero yo nunca he escuchado de un elefante que mire cunas en forma de Arca de Noé, no he escuchado de una tortuga que llame a sus amigas a decirle que van a ser titis, no he escuchado que un delfín abrace más y mejor a su pareja porque está encinta y mira que yo leo información absurda.

Tengo una receta de unas pastillas antiprogesterona, para que ayuden al cuerpo a eliminar lo que formó. La cosita humana que empezó a formarse dentro de mí, que termine de diluirse.  Unas pastillas que la gente usa como método abortivo. Prefiero la selección natural y si me raspé una monga, con dolor en el cuerpo y en las coyunturas, sin casi poder respirar y con una tos infernal sin medicamentos para que ese cuasi bebé no le pasara nada. Me voy a chupar este dolor como Dios manda también porque en el fondo es un alivio.  He sentido tanto dolor emocional últimamente y nunca sé bien dónde lo siento. Decimos que nos duele el corazón, porque es lo que bombea sangre, el motor del cuerpo y como nos gusta pensar que el amor es el motor de la vida, ya está, analogía fácil.

A mí me duele el vientre, como si me lo estuviesen acuchillando, así que tal vez mi alma se mudó ahí hace 7 semanas.  Aunque mi bebé no se le llegase a formar el corazón. Tal vez lo tenía en forma de espiral, alejándose cada vez más del punto de partida. O tal vez como los elefantes tienen sus brújulas vitales con la forma del símbolo del infinito, regresan a donde nacen para morir.  Los médicos dicen que antes, las mujeres tenían abortos naturales a cada rato, lo adjudicaban a un atraso prolongado y luego un periodo abundante. Sostengo mi postura sobre la hermosura de la ignorancia.  El alivio que yo sentiría si fuese tan sólo eso, un atraso de más de un mes y un periodo terrible. Pero nunca he tenido la suerte de no saber, siempre sé, sé de qué tamaño era, sé cuándo llegaba, sé cuántas semanas tenía, y hasta sé como mi vida pareció cambiar tan sólo por saber que se formaba en mí. Tal vez mi bebé era del tamaño de un guisante pero tendría corazón de elefante y murió donde mismo se formó.