jueves, 31 de diciembre de 2009

2010

Amanecí hoy con un llantén que no se me quita. No es una lloriquera mala. Es como si tuviese el pecho tan lleno que se tiene que desbordar por algún lado y la salida más próxima fueron los ojos. Tal vez tenga que ver con que el día está lluvioso y quizás se me pegó de alguien con quien viví alguna vez que el clima le manipulaba el ánimo. La cosa es que tengo los ojos liqueando desde que los abrí, continuaron así mientras paseaba a mis perros, me desvié por completo para comprar café porque casi nadie trabaja hoy e intenté todas las tácticas que me sé de memoria para detener el llanto y nada. Creo que se me rompieron los lagrimales.

Una vez hace algunos años los ojos me lloraron y me lloraron, pero no sentía nada en el pecho. Me mandaron a irme al hospital, pensando que tenía conjuntivitis. Nada que ver, tenía bronquitis combinada como con cuatro cosas más que también terminaban en itis. El doctor me explicó que era inexplicable cómo yo estaba de pie y sin quejarme. Le pregunté qué tenía que ver que tuviese los pulmones a punto de estallar con que mis ojos lloraran. Me dijo que era mi cuerpo avisándome que algo andaba mal. Diciéndome que me detuviera porque no me estaba dando cuenta del dolor que sentía. Me dijo que las mujeres tenemos una tendencia a resistir cantidades absurdas de dolor y por lo regular cuando nos quejamos es porque llevamos tiempo aguantándolo.
Tal vez es mi pecho de nuevo. Pero no el pulmonar, sino el que está debajo de eso. Es que no lo he dejado expresarse. Al pobre le duele, le duele desde enero. Lleva 12 meses aguantando y no sé si el llanto es sencillamente un merecido alivio. Como cuando la gente acaba los maratones y se derrumban cuando pasan la meta. Parece que se me acabó el aliento prematuramente, unas cuantas horas antes de la meta. Y la meta obviamente era sobrevivir este año.

Voy a ser positiva. Bueno, voy a intentarlo por el tiempo que me tome y lo que me dure el aliento para escribir esta entrada. Quiero establecer como preámbulo de conocimiento general que este ha sido el peor año de mi vida. Probablemente eso dije el año pasado (si buscan la entrada de esta misma fecha hace doce meses verán que sí) pero lo del 2009 no tiene nombre. Voy a permitirme una gringada (o dos) y voy a esforzarme por “count my blessings” a ver si eso sienta la pauta para un año espectacular.

En el 2009 aprendí lo que siempre he sabido pero lo entendí a cabalidad. Dicen que el que busca encuentra. Yo siempre digo que sólo se encuentra si lo que uno está buscando existe. Primera premisa de la cual partí. Lo que sí aprendí es que no se debe preguntar lo que no se quiere saber y que no se debe buscar lo que uno no está preparado para encontrar, porque el descubrimiento puede ser fatídico y para mí lo fue. (ya se fue al carajo el positivismo y llevo tan sólo un par de párrafos)

En este año descubrí que no estoy loca. Que lo que me habían diagnosticado (no profesionalmente) eran teorías fundadas. No me hago películas, las intuyo. No atraigo malos augurios, los presiento. Tengo una intuición maleducada, pero la tengo, es cuestión de academizarla. Tengo desde la mañana un sentimiento bonito, lloro pero sonriéndome. Lloro con ganas de llamar a todos los contactos de mi celular y decirles gracias. Lloro con ganas de escribirle un mensaje a cada una de las personas que me han sostenido. Lloro porque inexplicablemente me siento profundamente agradecida de este año pesadillezco.

En este año tuve 9 ó 10 periodos en vez de 12 ó 13 y eso como mujer se agradece. En este año llegaron Milán y Tokio a mi vida, como música de fondo, como compañía, como el movimiento que hace falta en cualquier casa semi vacía. En este año le perdí el miedo a la mayor parte de mis fobias, ¿cómo? Sencillo, me acompañaron en el desayuno, almuerzo y comida y también a mitad de noche, hasta que me acostumbré a su presencia. En este año mis amigas han sido hadas mágicas, de todos los colores, todos los humores, y todas las formas posibles. Me han literalmente cargado.

Este año me regaló un vidente que me vio (valga la redundancia) como si fuese transparente, como si yo pensara en voz alta, como si no hubiesen secretos posibles de esconder. Este año me trajo unos fantasmas viejos, que todavía existen, que me desconocen ya, pero que me hicieron sonreír por el tiempo necesario. Este año me llevó a New York y en dos semanas se me abrieron los ojos, el cerebro y la imaginación.

En este año salvé mi mente. Salvé mi claridad, mi cerebro, mi humor. Salvé una luz que la gente que me quiere ve, dicen que es como si saliera del centro de mi garganta y que últimamente se conformaba con titilar. En este año mi corazón aprendió la taquicardia, las palpitaciones, las punzadas, y siempre agradezco las nuevas sensaciones. Este año aprendí a coserme, a remendarme a punzadas, a usar lo que estuviese a la mano para repararme: imperdibles, agujas, pega de uñas, de pestañas, cinta adhesiva, papel, macilla, lo que fuera. Me lo pasé a tientas tocando los bordes y las paredes y tratando de no romperme las espinillas con las esquinas, algunas de las cuales siempre estuvieron ahí. Tropecé como una ciega, una y otra vez, con todas las luces prendidas y lo peor de todo sin que nadie me moviera las cosas de lugar.

En este año me entendí. Me capté en serio. Y por eso, no tengo resoluciones. No las cumplo. Hago casi todo lo que me pidan, pero me niego a lo que se me impone. Lección número uno. Peso diez libras más y en el fondo ni me preocupa. Se irán cuando sienta que se tienen que ir. Por ahora las acomodo como puedo. En el 2010 seré esto que soy, me explico… Soy sagitario hasta la médula menos en aquello de los deportes y los exteriores. Soy regona, caótica y escandalosa. Mi risa es estruendosa y no la pienso moderar. Ando en tacos o descalza, no se me dan bien los puntos medios. No me gusta la gente neutral, me aburren. Como, bebo y hablo como hombre, aunque tenga una estructura ósea diminuta y dimensiones innegablemente femeninas. Soy honesta sin remedio, no sé mentir, no sé disimular y si no me delata la boca me delatan los ojos. No sé hacer las cosas a medias, no tengo un nivel medio de intensidad. Maquinaria sencilla: potencia máxima o apagada. No puedo planificarme con demasiada anticipación en el fondo porque detesto que me cambien los planes y si algo me hace ilusión y se me cancela lo sufro, así que evito de antemano esa última sensación. Cumplo mis promesas, hasta el borde de mis capacidades. Necesito salir de este país que amo y odio diariamente, al menos dos veces al año por el bien de mi salud mental y de los que me rodean.

Al 2010 le voy a pedir: que me borre por completo el terror que le tengo a que me dejen caer. El miedo que me han dejado a que algo o alguien me produzca cosquillas. Quiero tener el control total de mi peso, no corporal, de Mi Peso. Quiero verdades enteras, detalladas, descriptivas, brillantes, pero verdades nada más. Quiero fiestas y más fiestas. Quiero celebración tras celebración, quiero que no se me olvide el agradecimiento aprendido a batazos. Quiero abrazos, muchos abrazos, besos largos y vulgares, quiero bailar, viajar y reírme hasta que me duela intensamente la clavícula. Mi madre nos decía cuando nos reíamos mucho a mi hermano y a mí, ríanse mucho que después van a llorar. Cuando me siento bien feliz, me da miedo. Quiero estar absurdamente asustada durante los próximos 365 días, quiero no creerme el nivel extático de felicidad en el que vivo. Quiero que me miren como si me saliera luz no de la garganta, sino de todos lados. Quiero que me quieran de todas las formas posibles. Quiero que la gente se sienta suertuda porque soy parte de sus vidas. Quiero que en algún momento alguien me mire por las mañanas y dé las gracias, a aquello en lo que crea, lo que sea.

Quiero no poder ni deletrear la palabra escasez. Quiero ver cosas nuevas, lugares nuevos, y también, por qué no quiero docenas de zapatos nuevos. Quiero salud. Soy oficialmente una adulta porque pido salud, para mí, los míos y los tuyos. Quiero poder devolverle a mis amig@s al menos una porción de lo que me han dado. Quiero comidas sabrosas, borracheras de las lindas, escritos cursis, libros que me vuelen la cabeza, películas que me vea obligada a comprar para ver de nuevo una escena memorable, quiero buenas notas, profesores que me inspiren, dinero inesperado, polvos mágicos, clausuras necesarias. Quiero doce periodos completos. Quiero relevo de deudas. Quiero regalos. Quiero que mi familia tenga paz, de la real, de la profunda, de la que te hace dormir casi diez horas y cantar en la ducha. Quiero tener miles de motivos para dar gracias, quiero tener suficiente para repartir sin que me falte. Quiero cantar todas las mañanas y todas las noches. Quiero querer mirarme en los espejos. Quiero enamorarme de mí. Quiero comprar pasajes y regalármelos porque me los merezco. Quiero que un día como hoy, de aquí a un año se me desborden los ojos porque no puedo creer que se acabe, porque tenga la sensación de que el año fue insuperable. Que tenga que arrodillarme a las doce a decir gracias.
No quiero ver el vaso ni medio vacío ni medio lleno, lo quiero como mis ojos llevan las últimas cinco horas, lo quiero desbordado.

jueves, 17 de diciembre de 2009

H.O.M.B.R.E.S.



Hay hombres que te dicen que tus pies son tan feos que son bonitos. Hombres que te dejan pan sobao’ y el periódico los domingos en el balcón porque saben que es el único día que te gusta tener el periódico físicamente en las manos. Hay hombres que calientan las sábanas en la secadora solamente porque a ti te parece una de las mejores sensaciones gratis en el universo. Hay hombres que le quitan la regadera a la ducha por el mero hecho de que te encanta que el chorro de agua salga a sus anchas doliéndote un poco mientras te bañas. Hay hombres que te preguntan si tienes compra en la nevera. Hombres que te dicen que si les gustabas con quince libras menos, imagínate ahora que tienes más de todo. Hay hombres que te hacen un mapa de las avenidas principales en una servilleta para que no te pierdas en el área metro donde naciste y has guiado desde los 16. Hay hombres que cuando despiertas te están mirando dormir. Hay hombres que se quedan despiertos en la cama sin moverse porque saben que te despiertas a la menor provocación. Hay hombres que te ayudan a pasear a tus perros, hombres que te enjabonan la espalda, hombres que le ponen pasta a tu cepillo de dientes. Hay hombres que entran a tu blog religiosamente, semanalmente con la esperanza de que haya algo que aún no hayan leído. Hay hombres que te llevan a comer mantecado cuando otro hombre te ha hecho sentir que lo único que vale la pena en el mundo es comerse algo que te haga olvidar por un par de minutos que el dolor existe. Hay hombres que a la media noche salen a combatir los grillos que hacen escándalo frente a tu ventana. Hay hombres que te compran blackouts que cuestan seis dólares cuando te sientes derrotada porque algún día te escucharon decir que el blackout sabía a triunfo. Hay hombres que se roban las mejores copas de donde trabajan porque detestas el sabor del vino en un vaso plástico. Hay hombres que te llenan de música. Hay hombres que te dicen que tus senos son perfectos porque le caben en su boca. Hay hombres que logran convencerte que no hay mejor desnudo que cierto ángulo de tu vientre. Hay hombres que te transcriben la canción “mi mujer” porque es donde único soportas esas dos palabras juntas. Hay hombres que hacen una fila contigo por más de cuatro horas hasta debajo de la lluvia, con sombrilla y silla de playa, para comprar taquillas a un concierto que ni les interesa. Hay hombres que te juran por la madre que los parió que te ves mil veces mejor que Eva Longoria. Hay hombres que te dicen que vas a ser buena mamá porque siempre tienes la falda caliente. Hay hombres que te dicen que no hay forma de prestarte atención mientras hablas porque tu boca está pidiendo siempre que la besen. Hay hombres que te dicen que tú los pervertiste. Hay hombres que te piden que los perviertas. Hay hombres que te dicen que no te imaginas las veces que se tocaron pensando en ti diciendo su nombre. Hay hombres que le hacen corazones y mariposas a la espuma de tu café. Hay hombres que saben que pides los capuchinos dobles, con leche dos porciento, un sobre de azúcar morena, crema batida y canela. Hay hombres que todos los días te esperan en un café. Hay hombres que se dejan arañar, morder y hasta despeinar… sí, los hay. Hay hombres que te sacan a bailar aunque no sepan bailar y otros que te sacan a bailar aunque les caiga Troya después. Hay hombres que regatean en los mercadillos para conseguirte unas pantallas de turquesa y aguamarina de las que te enamoraste. Hay hombres que usan el segundo nombre que tú les pusiste para regañarlos. Hay hombres que te dicen que qué pena que seas su hermana porque pareces artista de cine. Hay hombres que te regalan cuanta cosa digas que te gusta aunque estén en su casa y no les pertenezcan. Hombres que pelan las almendras con un martillo para que te las comas frescas. Hay hombres que beben vodka cuando están contigo porque detestas el sabor a whiskey en la boca. Hay hombres que te dicen mi santa, flaca, princesa, chiquilla, chula, belleza tropical, edamame, revoluidi, boronía, caviar del cairo, bombón de mantequilla y entienden perfectamente que odies que te digan muñeca por alguna razón que ni te explicas. Hay hombres que te prestan mil quinientos dólares para la opción de una casa. Hay hombres que te regalan la colección de discos de Sinatra. Hay hombres que cada vez que te ven te cantan “La Bikina”. Hay hombres que te dicen que te ves bonita así, pero te ves mejor desnuda y sin maquillaje. Hay hombres que te piden que te les trepes encima, aunque no les hagas nada. Hay hombres que te masajean el cuerpo entero durante 85 minutos. Hay hombres que te llevan hasta Mayagüez para cumplirte un capricho. Hombres que ven obras de teatro insufribles sólo por acompañarte. Hay hombres que te dicen que tu brillantez es musical. Hay hombres que te acompañan a las citas médicas. Hay hombres que te quitan la ropa empezando por los zapatos y terminando por las pantallas. Hay hombres que te citan oraciones enteras que tú escribiste. Hay hombres que te dejan encerrarte en su oficina a estudiar. Hay hombres que te pagan talleres de cine. Hay hombres que se sientan con la boca abierta a verte bailar. Hay hombres que te hacen reír hasta que te duela la clavícula. Hay hombres que te dicen que cuando sientan miedo de caerse se agarrarán de tu clavícula que es perfecta para eso entre otras cosas. Hay hombres que te hacen ver colores y escuchar melodías cuando terminas.
Hay hombres así, no son leyendas urbanas, ni fábulas de niños, ni teorías de humor-tivación. Suelen estar en diferentes cuerpos, en diferentes épocas. Los he tenido de padres, de ex novios, de abuelos, de amantes, de hermanos, de esposos, de masajistas, de cyber jevos, de baristas, de jefes, de compañeros de trabajo, de primos, de lectores.
Un jueves como hoy, necesitaba recordarme que hay hombres así.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

margen de error*

todo se reduce a números.
todo se reduce a divisiones.
todo se convierte en un cálculo monetario.
todo definido en un error matemático.
un error de esos
donde los dígitos no caben en la pantalla.
un error de esos químicos,
parecidos a los desajustes hormonales.
todo cabe en oraciones cortas.
nada necesita mayúsculas.
nada necesita signos de exclamación.
todo envuelto en puntos suspensivos...
todo agarrado de un signo de pregunta.
un signo gigante e infinito.
un signo de donde cuelga
el amor que te tengo.
un signo como un garfio
atravesándome el ombligo.
un signo como un anzuelo
entremedio de mis costillas.
vivo en un paréntesis,
donde me encerraste hace unos cuantos meses
quizás hace unos cuantos años
es que en los paréntesis no hay medidores de tiempo
no hay relojes de arena
de esos que me colgabas en el cuello
cuando prometías esperarme
cuando me creía que tu espera sería gratuita
vivo en un paréntesis,
en una profunda coma,
de esas que tanto detesto,
porque no tengo pausas en la mente
no tengo pausas en el vértice,
vivo en un paréntesis
que no tiene nada de explicativo
hoy escuché tu voz
y esta vez no tenía eco
esta vez no retumbaba
tenía un tono de olvido
tenía un dejo de engaño
de engañarnos, de mentirnos
de hacernos los que no sabemos
los que no se acuerdan
que una vez las voces llenaban el espacio
atravesaban el mundo
cada uno en un océano distinto
y era suficiente
hoy hablamos de cuentas y de muebles
hoy hablamos de divorcio y de sartenes
hoy hablamos de los perros y el cable
hoy hablamos de gastos y tragedias
hoy hablamos de vajillas e hipotecas
hoy lloré y me dio vergüenza
de esas de encuentros extraños
de esas de amantes con una equis al frente
hoy lloré y me dio tristeza
porque me he gastado en ti la memoria
todo un inventario de tus lunares
siempre es feo llorar frente a alguien
que se conoce tu cuerpo desnudo
siempre es feo llorar lejos de alguien
que te autografió las entrañas
y te sacó del mundo.
hoy entré a aquella casa
esa casa perfectamente limpia
entré y te dejé un cheque
miré la casa vacía,
miserablemente reluciente
con una nota flaca
que decía se te extraña
y yo sintiéndome extraña
en este cuerpo desconocido
esta extraña sedienta
esta extraña con frío
esta extraña sin agenda
esta extraña caótica
esta extraña con un hambre masculina
esta extraña que amaste un día
esta extraña que miró la casa
cuarenta y siete veces
antes de dejarla de nuevo vacía
el mismo número de días
que lleva este cuerpo cerrado
con corriente en las perillas
soy buena con los números
aunque los detesto
y uso calculadoras solares
porque sospecho del resto
no quiero escucharte distante
no quiero leerte extrañarme
no soy capaz de dividir
la casa limpia entre tantos
tengo un dolor multiplicante
un vacío recalcitrante
detesto tener que medirte
no existen teoremas equivalentes
no hay espacios equidistantes
no hay opciones congruentes
necesito con urgencia restarte
tienes que dejar de exponenciarte