jueves, 7 de agosto de 2008

MACACOA



Hay gente que le llama una mala racha. Otros dicen que es la caída de la macacoa. He escuchado que son vacas flacas, que son siete y después se supone que vengan las gordas. Mi abuela decía que Dios prueba a sus favoritos. Mi astróloga dice que es un tránsito en Plutón. Ziggy dice que hay 6.684 billones de personas en el mundo y ¿todavía esperas que este sea tu día? Mi tía siempre me ha dicho que seis meses antes de tu cumpleaños todo te sale mal. Llevo una semana, un mes, un año, un par de años con el presentimiento de que en algún lugar alguien tiene una muñequita vudú con los labios bien grandes y el cuerpecito alfilereteado. Ayer me diagnosticaron foliculitis granulosa, nada que logré perforarme la nariz casi una década después de quererlo hacer y mi piel decidió que va a expulsar ese cuerpo extraño encapsulándolo, para luego eliminarlo. Como haría cualquier sagitariano que se respete así mismo, le dije a mi nueva dermatóloga que no me la voy a quitar, que la pantalla se queda, y que mi piel se vaya haciendo a la idea porque aquí mando yo, aunque ella sea el órgano más grande de mi cuerpo. Le enseñé las manchas blancas de mis brazos, ella dice que es una alergia, otros dicen paño, otros hongo, una dermatóloga me dijo que andara las 24 horas del día con bloqueador puesto en todas las áreas expuestas, otros deficiencia de pigmento, mi pediatra decía que era que mi fábrica de hombrecitos que producen el color de la piel, tiene escasez de empleados y cuando tomo sol, como les falta personal no les da tiempo de darle al cuerpo entero la sustancia que necesita para broncearse y como todo buen médico me recomendó asolearme con Coca Cola, que en algún momento mi cuerpo solito lo solucionaría. Así que en ese entonces me trepaba al techo, en bikini, encaramándome por las paredes de la marquesina y asoleándome con un padrino colorao’ y de fondo el sonido de bocinazos de la avenida. Años más tarde mi oftalmólogo me dijo que tenía principios de cataratas, que no podía tomar Sol, nunca más y que debía andar con gafas hasta que no viera con ellas puestas. Como odiaba las gafas dije que no me pondría ninguna, y mi padre al rescate (como siempre) me dijo que escogiera las que quisiera y yo quinceañera maquiavélica escogí unas de seiscientos dólares que me constaba mi papá no podía pagar. Mi papá las compró, me duraron menos de un mes, se “perdieron” en un salón de belleza, donde a los varios meses se llevaron a una empleada arrestada porque le robaba a la dueña. Se me olvidó mencionar el ínfimo detalle de que soy alérgica al bloqueador solar, un día cualquiera me puse bloqueador y cuando pasó un tiempito, niña al fin corriendo alrededor de la piscina, sudando en bañador, me empezó a arder la cara, un ardor que me quemaba como si me estuviesen friendo el rostro. Al sol de hoy, valga la redundancia, no puedo ponerle bloqueador a nadie, no puedo tocar a nadie que lo tenga puesto, no puedo tener esos arrebatos lujuriosos que la gente disfruta tanto en las playas a menos que mi pareja no tenga problemas con agarrar una insolación. Una vez en una tienda por departamentos una dependienta insistió en ponerme un humectante fabuloso porque tengo el cutis seco, al contacto instantáneamente empezó el ardor, le pregunté si tenía bloqueador el humectante y ella se llenó la boca de orgullo y me soltó un SPF 50! Magistral, soy alérgica le digo y ella me dice imposible, yo le dije que estábamos de acuerdo en eso. Y seguí mis compras con la dermis a fuego vivo. Soy una persona completamente saludable salvo esas pequeñas deficiencias/disfunciones corporales y mi carencia absoluta de sentido de dirección, tengo un cuadro médico lo que se dice envidiable. Sólo soy alérgica al bloqueador solar y a las hormigas, es cierto que por cada ser humano hay un millón de hormigas, pero no es nada tan terrible como una alergia al consumo de algo. Nunca me había puesto a pensar que la gente alérgica a la comida no puede besar a sus amantes cuando el otro se ha metido a la boca el objeto de su aversión.
Así que con eso en mente y pensando en mi tía que sus huesos no aguantan el frío y su piel no aguanta el calor, no estoy tan mal.
Una vez tuve un día terrible, lo que se dice terrible cuando uno es adolescente, una prueba sorpresa, un examen dificilísimo, pelearse con una amiga, caerse en el comedor escolar con la bandeja llena, entonces a la hora de salida me senté encima de un conglomerado de hormigas, demás está decir que se me pusieron las piernas como jamones y me reí, porque sentí el alivio de que nada podía salir peor. Miré al cielo y dije: ¿qué más? y llovió, cayó un aguacero monumental. Desde entonces siempre le digo a la gente, No Lo Retes!, no cuestiones la creatividad de Dios, porque créeme que siempre se puede poner peor.
Una vez tuve un amigo bastante suicida que se pasaba diciendo que nosotros éramos el entretenimiento de Dios, que cuando se aburría movía las piecesitas a ver qué pasaba. Que sólo un ser bastante perverso podía hacer que dos objetos tan disímiles como lo son el hombre y la mujer estuvieran destinados a vivir juntos y hacer que la preservación de la especie dependiera de ese factor fortuito tan accidentado desde el principio. Intento restarle el crédito recordando que un amanecer me llamó a pedirme que le deletreara bien mi nombre, que se lo iba a tatuar y ya habían escrito el EDMAR- y necesitaba saber si la i que le seguía era griega o latina.
Hace unos días después de decidir que terminantemente dejaría pasar mi aceptación a la escuela de derecho por la fatalidad de no conseguir un trabajo con un horario lo que se dice “normal” 8 a 5, que me pagara al menos lo mismo que gano ahora, que hasta ahora nunca consideré cuantioso. Llevo desde marzo en esas y realmente mis municiones de fe ya no me rendían mucho más. Mi carro decidió no prender hace tres días, la batería murió, un punto del motor suelto y un chorro de terminología más que significa: eres mujer no sabes de mecánica y tengo que encontrarle algo al carro que no esté en garantía porque esto está duro pa’toel mundo. Ayudo a adiestrar a la que será mi jefa, me ha pasado tres veces en la vida, llevo 6 años siendo demasiado joven para mandar y suficientemente joven para entrenar. Como llevo la ley de Murphy encriptada en mis genes al llegar a mi casa encontré una hoja informándome el aumento de la tarifa de mantenimiento junto a un sobre de la universidad con el horario de clases y la factura a pagarse. Suspiré hondo y me abracé a mi perra, por aquello de no arruinarle el momento más feliz de su día que es cuando me ve. Me dispuse a cocinar, honestamente porque no quedaba ni una onza de alcohol en la casa. Sartén prendido, aceite reverberante, panapén cortado con dificultad, todo dispuesto, y él llega y me abrazo a él y lo escucho por dentro y su adentro me dice que todo va a estar bien y su adentro absorbe mi miedo y su adentro posterga el suyo. Él llega a la cocina y alaba los olores y hace alarde de su hambre y abre el grifo y no pasa nada, ni una gota de esas terrosas. Me pregunta si hace tiempo que se fue el agua. Ni idea. Suspiré de nuevo porque algo recuerdo del yoga, que nada afecte mi centro. No importa, ya volverá el agua, probablemente antes de caer la noche. Y sigo mi empresa y le narro mis pequeñas tragedias del día y el pone cara de qué pena chica. Y digo que tengo mala suerte, y el dice que no. Y justo ahí se va la luz.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida sobrina en verdad que eres increible. Me encantas. Soy la primera del fan. Ah por cierto son 51 dias antes de cumplir años. Te amo. Bendiciones. tu tia Leona!

Anónimo dijo...

Las cosas siempre, siempre pueden salir peor, en menos tiempo de lo que puedes acabar de pronunciar "anafilaxis". Que casualidad, yo tambien soy alergica a las hormigas :)

Anónimo dijo...

Tan gráficas tus palabras como las ilustraciones que eliges, divina Perséfone en catarsis. Let 'em have it, babe!
Éxitos, Frankie