Ya puedo pronunciar tu nombre,
no porque duela menos,
sino porque alivia un poco.
Hace cuatro semanas y un día
que ya no estás.
Y todavía te hablo como si estuvieras.
Todavía abro la puerta esperando verte,
todavía me imagino tu silueta en el pasillo.
Y tengo la impresión de que ese pasillo crece,
porque todos los días lo veo más infinito.
Todavía se siente un vacío,
una ausencia terrible.
Y sentirme triste
porque no te tengo,
me hace estar menos sola.
Y ese espacio tuyo ahora está lleno de dos presencias
y ni siquiera multiplicando los seres,
ni siquiera con el doble del ruido,
Con el doble del trabajo, con el doble de los tropiezos
se reduce ni un porciento la certeza de que no estás.
No estás detrás de mis talones,
no estás frente a mi puerta .
Y quisiera creerme eso que siempre digo:
que el amor es como la energía,
que no se pierde ni se destruye;
se transforma
Se que estás transformada,
indudablemente en algun lugar lo estás.
Soy yo la perdida,
la destruída,
soy yo porque no soy ni amor ni energía.
Te veo mirándome desde la puerta,
como si hubieses sabido,
como si tus presentimientos fueran más sabios que los míos.
Y recuerdo verte feliz, más feliz que nunca,
más rápido que nunca,
casi casi volando,
casi casi bailando en círculos alrededor de nosotros.
Casi casi como un conjuro,
como un ejercicio mágico
como si te llevaras todo,
como si fueras capaz de absorber:
las maldiciones, los daños, las mentiras, los rencores.
Como si te lo llevaras todo,
como si pudieses salvarme,
como si fueses mi amuleto de la suerte,
un cuarzo de todos los colores.
Prefiero creerme que tenías una misión suicida
de esas llenas de honores y salvaciones
y no que un descuido,
una prisa asesina,
una desidia vecina,
te arrancó sin propósito.
Justo frente a mis ojos,
un primer sábado de mayo,
sin lluvias purificadoras,
con un maldito sol de aliado,
con un grito amado que decía: Dios Mío
casi herético para algunos
porque los dolores debieran ser todos humanos
cuando no lo son no tienen mérito.
Y entendí la locura,
entendí las pasiones suicidas
y entendí lo gritos funerarios
y entendí la sombra de la muerte
enredada en la garganta.
Y peleé con Dios de nuevo,
que está harto de mis rabietas.
Y no supimos llorar juntos,
porque hay dolores que no pueden combinarse.
Y quería tirarme al agua,
quería comerme la tierra,
quería arrancarme el pelo.
Y todavía, amo mucho menos mi casa,
cierro un poco los ojos cada vez que la bordeo
y sé que algo debo de estar pagando
mi culpa católica es indomable
y mi tristeza inefable
una tristeza larga,
de esas que se muerden la cola
y me arrepiento de tantas cosas;
de minutos que llegué muy tarde
de precauciones que no se tomaron
de caminatas demasiado cortas
de regaños demasiado gritados
y ahora no me importan las sandalias rotas
ni los cables destrozados
ni los cientos de dólares invertidos
porque daría cualquier cosa por ver esos ojos de nuevo
por olerte otra vez la boca,
por cantarte nanas, por inventarte más versos,
no de estos versos horribles,
los poetas odiamos las elegías propias.
Porque llorar ya no es lo mismo,
cuando tú no bebes mi tristeza.
Y sí, me he vuelto cursi
y sí, canto mucho menos.
Y no, no quiero amar igual de fuerte,
no creo que pueda de todas formas,
no creo que deba, por órdenes médicas.
No hay pastillas felices, ni aspirinas,
ni placeres extáticos, ni melatonina,
que diluyan naturalmente la pena.
Me niego a soluciones químicas,
que me alivien el dolor,
me pregunto dónde se guarda el dolor
cuando se cubre de antidepresivos
dónde lo esconden y por cuánto tiempo
y qué pasa cuándo regresa
¿no será el dolor como los ríos?
que siempre vuelven a su cauce
y cuando menos uno lo espera
se rompe la represa
con toda la intensidad
que se ha ido acumulando.
Son 29 días, y he llorado 24.
Mi edad se multiplica,
se nota alrededor de mis ojos.
Le he perdido el miedo a tantas cosas.
Benedetti decía gracias a Dios que tengo la poesía,
me imagino que se refería
a que evita un poco la violencia,
la distrae, la disimula.
Yo he ido aprendiendo a distribuir mi rabia.
Intento usarla con sabiduría.
Estoy esperando a terminar mi cuota.
Es un conteo regresivo, como todo.
Seis meses de duelo dice mi loquera.
Algunos piensan que es sólo una acumulación de pruebas.
La gota que colmó la copa, que pudo haber sido cualquiera.
Pero no lo fue.
Es una tragedia.
Solita, independiente, poderosa.
Destructora, despiadada, agonizante.
Una tragedia de un sábado cualquiera.
Otra derrota para una temporada desastrosa.
Una tristeza que no quiero combatir.
Combatirla sería olvidarte.
Y olvidarte sería terminar de perderte.
5 comentarios:
dejen de probarme, dejen de probarme, dejen de probarme...
practicalo como mantra, que todo esto esta Demasiado fuerte. canta, cantate... nanana
esto es genial: "Otra derrota para una temporada desastrosa"
Los héroes y las heroinas tienen distintas formas y tamaños. ¡Qué bendecida eres q dieron la vida por tí! Cumpliendo asi su misión quijotesca en esta vida. Con el amor que le brindaste la ayudaste a evolucionar a un nivel superior.¡Todo en orden divino! Nada en vano ni morboso. Dios sabe lo q hace...nunca lo dudes. No se mueve una hoja sin q él lo sepa y lo permita. Qué Dios te conceda la paz y la sabiduría para q puedas aceptar q fuiste elegida por ella para su evolución. ¡BENDITA ERES! te amo, titi vilma
eres amor y energia,si no no seguirias, aqui, y si no no sentirias esto escrito en tu blog.........
wow
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